Francisco en Marsella: pide a los católicos que su mirada sea un “puerto seguro” para “los heridos de la vida”

El papa Francisco en la Basílica de Notre Dame de Marsella

Francisco comienza su breve visita a Marsella recogiéndose en oración. El Papa ha rezado esta tarde en la Basílica de Notre Dame de la Garde tras agradecer a toda la Archidiócesis su “generosidad y compromiso para construir una civilización del encuentro con Dios y con el prójimo”.



El Pontífice ha comenzado reflexionando, “en la encrucijada de pueblos que es Marsella”, sobre lo que ha denominado “un tierno cruce de miradas”. “Por una parte, la de Jesús, a la cual María siempre nos señala y cuyo amor se refleja en sus ojos. Por otra parte, las de tantos hombres y mujeres de toda edad y condición, que Ella recoge y lleva a Dios”, ha subrayado.

La mirada de Jesús

En primer lugar, ha señalado que la de Jesús es “una mirada que va de arriba hacia abajo, pero no para juzgar, sino para levantar al que está en el suelo. Es una mirada llena de ternura, que se transparenta en los ojos de María. Y nosotros, llamados a transmitir esta mirada, tenemos que abajarnos, sentir compasión”.

“Hermanos, hermanas, aprendamos de esta mirada, no dejemos que pase un día sin hacer memoria del momento en que la hemos recibido sobre nosotros, y hagámosla nuestra, para ser hombres y mujeres de compasión. Abramos las puertas de las iglesias y las casas parroquiales, pero sobre todo las del corazón, para mostrar el rostro de Nuestro Señor a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y hospitalidad”, ha agregado.

En este sentido, Jorge Mario Bergoglio ha pedido que “cualquiera que se les acerque no encuentre distancias y juicios, sino el testimonio de una humilde alegría, más fructífera que cualquier capacidad ostentosa. Que los heridos de la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, un aliento en vuestro abrazo, una caricia en vuestras manos, capaces de enjugar lágrimas”. Y ha proseguido: “Aun en las numerosas ocupaciones de cada día, no dejen, por favor, que decaiga el calor de la mirada paterna y materna de Dios”.

Según ha expresado el Papa, “es hermoso hacerlo concediendo su perdón a los hombres con generosidad, siempre, siempre, para romper las cadenas del pecado, por medio de la gracia, y liberarlos de bloqueos, remordimientos, rencores y miedos contra los cuales no pueden vencer solos. Es hermoso redescubrir con admiración, a cualquier edad, la alegría de iluminar las vidas en los momentos alegres y tristes con los sacramentos, y de transmitir en el nombre de Dios esperanzas inesperadas: su cercanía que consuela, su compasión que cura, su ternura que conmueve”.

Al mismo respecto, para llevar a los hermanos la mirada de Jesús, les ha instado a que “estén cerca de todos, especialmente de los más frágiles y menos afortunados, y que no les falte nunca a los que sufren vuestra cercanía atenta y discreta. Así crecerán en ellos, pero también en ustedes, la fe que anima el presente, la esperanza que abre al futuro y la caridad que dura para siempre”.

La mirada de los hermanos

En segundo lugar, sobre la mirada de los hombres y las mujeres que se dirigen a Jesús, les ha recordado que “están llamados a hacerse, para los demás, voz que intercede”. “Entonces la recitación del Breviario, la meditación cotidiana de la Palabra, el rosario y cualquier otra oración estarán repletos de los rostros de quienes la Providencia pone en vuestro camino. Llevarán con ustedes los ojos, las voces, las preguntas de todos ellos a la Mesa eucarística, frente al Sagrario o en el silencio de vuestra habitación. Ustedes serán su eco fiel, como intercesores”, ha rematado.

Bergoglio se ha despedido con una petición final: “Llevemos a los hermanos la mirada de Dios, llevemos a Dios la sed de los hermanos, difundamos la alegría del Evangelio. Esta es nuestra vida y es increíblemente hermosa, a pesar de las fatigas y las caídas”.

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