La primera ministra gala, Élisabeth Borne, ha ejercido de anfitriona en la bienvenida de Francisco en el aeropuerto de Marignane
El Papa ha robado al rey Carlos III las portadas de la prensa francesa de hoy. Todos los periódicos, sin excepción, han abierto sus primeras páginas con la noticia de la llegada de Francisco a Marsella para una visita de un día y medio. Coincidencia sorprendente es que todos los titulares subrayan el fenómeno migratorio como núcleo del mensaje que Bergoglio enviará al mundo desde la ciudad ribereña del Mediterráneo. En un vuelo que ha durado apenas hora y media, el avión papal aterrizó en el aeropuerto de Marignane pocos minutos después de las cuatro de la tarde.
Ha habido un cambio de programa. Se había anunciado que sería el presidente Emmanuel Macron quien recibiría al Santo Padre, pero en su lugar lo ha hecho la primera ministra, Élisabeth Borne quién lo ha hecho.
La razón de este cambio son políticas, puesto que el primer mandatario ha recibido no pocas críticas, tras haber anunciado que asistirá a la misa presidida por Francisco en el velódromo marsellés mañana por la tarde. Algunos han insistido en que la república francesa es legalmente laica y, en este sentido, el jefe del Estado no debería participar en una ceremonia religiosa.
Marsella, en todo caso, ha reservado a su huésped una acogida muy calurosa, en primer lugar climáticamente, puesto que la jornada de hoy ha disfrutado de un sol radiante y una temperatura muy agradable. Los 800.000 habitantes de esta metrópolis se sienten muy honrados y halagados por la visita del Papa.
Esperan con impaciencia y curiosidad su mensaje en la clausura de los Encuentros Mediterráneos que han congregado desde el domingo a 70 obispos y a otros tantos jóvenes provenientes de 40 países que se asoman al Mare Nostrum.