El extenso primer discurso del Papa Francisco en Marsella con Emmanuel Macron presente no ha pasado por alto, de forma indirecta pero contundente, una de las reformas legislativas que tiene en cartera el Gobierno del presidente galo: la ley de eutanasia. De hecho, el mandatario francés, que tenía previsto llevar esta misma semana la nueva normativa al Consejo de Ministros retrasó esta iniciativa hasta después del viaje papal de 30 horas que comenzó ayer y termina hoy con una misa multitudinaria a la que asistirá el propio Macron.
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Aunque el epicentro de la alocución pronunciada esta mañana por el pontífice argentino en la clausura de los Encuentros Mediterráneos ha sido el fenómeno migratorio, también reclamó de las autoridades locales y de la comunidad internacional un mayor esfuerzo en materia de políticas sociales. “Por favor, comprometámonos para que los que forman parte de la sociedad puedan convertirse en ciudadanos de pleno derecho”, expresó Jorge Mario Bergoglio.
El declive de la atención
Francisco denunció la ausencia de medidas y programas que pongan en el centro a todo ser humano: “El verdadero mal social no estriba tanto en el crecimiento de los problemas, sino en el declive de la atención”, aseveró. Y a partir de ahí lanzó una batería de preguntas, que fueron desde la explotación laboral a la ausencia de ayudas a las familias. “¿Quién se hace cercano hoy en día de los jóvenes abandonados a su suerte, presa fácil de la delincuencia y la prostitución? ¿Quién está cerca de las personas esclavizadas por un trabajo que debería hacerlas más libres? ¿Quién se ocupa de las familias asustadas, temerosas del futuro y de traer nuevas criaturas al mundo?”.
Pero, sin duda alguna, si algo resonó en el auditorio fue su condena del aborto y la llamada ‘muerte digna’, con Emmanuel Macron como espectador: “¿Quién escucha los gemidos de los ancianos solos que, en lugar de ser valorados, son aparcados, con la perspectiva falsamente digna de una muerte dulce, pero que en realidad es más salada que las aguas del mar? ¿Quién piensa en los niños no nacidos, rechazados en nombre de un falso derecho al progreso, que es en cambio un retroceso en las necesidades del individuo?”.
Los gritos de África
Tras estas interrogantes, miró al continente negro, tan vinculado históricamente a Francia, para repasar su actual escenario de guerra y hambre: “¿Quién mira con compasión, más allá de sus propios intereses, para escuchar los gritos de dolor que se elevan desde África del Norte y Oriente Próximo? ¡Cuántas personas viven inmersas en la violencia y sufren situaciones de injusticia y persecución!”. “Pienso en tantos cristianos, a menudo obligados a abandonar sus tierras o a habitarlas sin que se les reconozcan sus derechos, sin gozar de plena ciudadanía”, apostilló.