Vaticano

Francisco en Marsella, sobre los migrantes: “La solución no es rechazar, sino ampliar las entradas legales”

  • El Papa pronuncia en la clausura de los Encuentros Mediterráneos su discurso más detallado y comprometido sobre el fenómeno de la movilidad humana: “Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida”
  • Ovacionado en el Palacio del Faro y ante el presidente Emmanuel Macron, el pontífice exige “justicia” para el extranjero frente a la “propaganda alarmista”





“Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida”. Sin más adornos, el Papa Francisco alzó esta mañana la voz en defensa de los migrantes y refugiados de todo el planeta ante quienes le escuchaban en el Palacio del Faro, durante la clausura de los Encuentros Mediterráneos, el principal motivo de un viaje a Marsella que arrancó ayer por la tarde y que finalizará hoy con una misa en el velódromo de la ciudad.



Y es que, desde el pasado domingo, un centenar de jóvenes participan en Marsella en estos Encuentros Mediterráneos, un foro eclesial en el que han compartido las principales preocupaciones de su generación, procedentes de distintos países del Mare Nostrum y de diferentes confesiones. A mediados de semana, se sumaron a ellos unos 70 obispos para dialogar sobre cuestiones como el medio ambiente, el desempleo, la guerra…

Ante ellos, pronunció el que quizá sea su discurso más detallado y  comprometido en estos diez años de pontificado sobre el fenómeno migratorio, que recoge un plan de acción para políticos, asociaciones e Iglesia a la hora de afrontar el que considera que es uno de los grandes desafíos de este tiempo. Todo, en el marco de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebra mañana. Y el auditorio correspondió con no pocas interrupciones a lo largo de su intervención y una ovación final.

La cerrazón y el futuro

Con el presidente Emmanuel Macron como oyente, el pontífice hilvanó una extensa alocución en el que desarrollo su visión sobre la movilidad humana, entrando en cada una de las cuestiones espinosas que lo rodean, desde el papel de las mafias o la ausencia de políticas coherentes hasta las barreras para recibir a las pateras y los barcos de los rescatadores. Todo este contexto le llevó a dibujar un escenario preocupante. Hasta tal punto que aseguró que “la Historia nos llama a una sacudida de conciencia para evitar un naufragio de civilización”. “Ciertamente, el futuro no estará en la cerrazón, que es una vuelta al pasado, un retroceso en el camino de la historia”.

El Papa está convencido, y así lo manifestó, de que “contra la terrible lacra de la explotación de los seres humanos, la solución no es rechazar, sino garantizar, en la medida de las posibilidades de cada uno, un amplio número de entradas legales y regulares, sostenibles gracias a una acogida justa por parte del continente europeo, en el marco de la cooperación con los países de origen”.

Cerrar los ojos

O expresado con otras palabras, para Francsico “decir ‘basta’, por el contrario, es cerrar los ojos; intentar ‘salvarse a sí mismos’ ahora, se convertirá en una tragedia mañana, cuando las generaciones futuras nos agradecerán si habremos sido capaces de crear las condiciones para una imprescindible integración, mientras que nos culparán si sólo habremos fomentado una asimilación infecunda”.

El Papa no dudó en hacerse eco de que varios puertos mediterráneos “se ha cerrado”: “Dos palabras han resonado, alimentando los temores de la gente: ‘invasión’ y ‘emergencia’”. Jorge Mario Bergoglio rebatió ante los presentes estos dos términos: “El fenómeno migratorio no es tanto una urgencia momentánea, siempre oportuna para agitar la propaganda alarmista, sino una realidad de nuestro tiempo, un proceso que involucra a tres continentes en torno al Mediterráneo y que debe ser gobernado con sabia clarividencia: con una responsabilidad europea capaz de afrontar las dificultades objetivas”.

Opulencia, consumismo y desplifarro

“El Mare Nostrum clama justicia, con sus riberas rezumantes de opulencia, consumismo y despilfarro, por un lado, y de pobreza y precariedad, por otro”, comentó el Papa. “Hay un grito de dolor que es el que más retumba de todos, y que está convirtiendo el Mare Nostrum en Mare Mortuum, el Mediterráneo de cuna de la civilización en tumba de la dignidad”, insistió Jorge Mario Bergoglio. Justo después, detalló que “es el grito sofocado de los hermanos y hermanas migrantes”.

En esta misma línea, apeló a “Iglesia y comunidad civil” a tratarles como “rostros, no números”, como “hermanos cuyas historias debemos conocer y no como problemas fastidiosos; radica en acogerlos, no en esconderlos; en integrarlos, no en desalojarlos; en darles dignidad”.

Integración laboriosa

Así, puso sobre la mesa una vez más los cuatro verbos que sostienen su magisterio en esta materia: “acoger, proteger, promover e integrar”. “Quienes se refugian con nosotros no deben ser vistos como una carga que hay que llevar; si los vemos como hermanos, se nos manifestarán sobre todo como dones”, insistió. En paralelo, reconoció que toda integración “es laboriosa”, frente a la alienación que “no tiene en cuenta las diferencias y permanece rígida en sus propios paradigmas, deja, en cambio, que la idea prevalezca sobre la realidad y compromete el futuro, aumentando las distancias y provocando la formación de guetos, que provoca hostilidad e intolerancia”.. “Necesitamos la fraternidad como el pan”, comentó, alertando de la tentación de adentrarse en una dinámica de “asimilación”.

Francisco lanzó esta propuesta, no desde un contexto idílico, sino consciente de que “hoy el mar de la convivencia humana está contaminado por la precariedad, que hiere incluso a la espléndida Marsella”. Es por eso, que reconoció que “donde hay precariedad hay criminalidad: donde hay pobreza material, educativa, laboral, cultural y religiosa, se allana el terreno de las mafias y de los tráficos ilegales”.

Compromiso insuficiente

Con este punto de partida, Francisco subrayó que “el compromiso de las instituciones no es suficiente, se necesita una sacudida de conciencia para decir “no” a la ilegalidad y “sí” a la solidaridad, que no es una gota en el océano, sino el elemento indispensable para purificar sus aguas”.

En cualquier caso, para el Papa, las encrucijadas que atraviesa el Mediterráneo no dejan de ser “un espejo del mundo, con el Sur volviéndose hacia el Norte; con tantos países en vías de desarrollo, afligidos por la inestabilidad, los regímenes, las guerras y la desertificación, que miran a aquellos acaudalados, en un mundo globalizado, en el que todos estamos conectados, pero en el que las diferencias nunca habían sido tan profundas”.

La carta magna de la caridad

En este sentido, vino a plantear que esta preocupación por los últimos no es una ocurrencia suya, sino que se enmarca dentro de la Doctrina Social de la Iglesia, y echó manos, entre otros documentos de la ‘Populorum progressio’ de Pablo VI. A partir de ahí, sacó pecho de la labor que realiza la Iglesia en todo el Mediterráneo, pero llamó a los católicos y sus pastores a ir más allá: “Es bueno que los cristianos no seamos los segundos para ninguno en cuanto a la caridad; y que el Evangelio de la caridad sea la ‘magna charta’ de la pastoral”.

Durante su alocución, Francisco presentó la historia mediterránea, no como “un entramado de conflictos”, sino como “una cuna de civilización”: “un espacio de encuentro: entre las religiones abrahámicas; entre el pensamiento griego, latino y árabe; entre la ciencia, la filosofía y el derecho, y entre muchas otras realidades”. Así, reivindicó que “ha transmitido al mundo el alto valor del ser humano, dotado de libertad, abierto a la verdad y necesitado de salvación, que ve el mundo como una maravilla por descubrir y un jardín por habitar, en el signo de un Dios que hace alianzas con los hombres”.

Vocación a la fraternidad

Por eso, planteó “una vocación global a la fraternidad, único camino para prevenir y superar los conflictos”. “Hermanos y hermanas, en el actual mar de conflictos, estamos aquí para reconocer el valor de la contribución del Mediterráneo, y que vuelva a ser un laboratorio de paz”, dejó caer.

En este sentido, alentó a forjar “un pensamiento comunitario” que no sea “uniforme e ideológico”, sino “polifacético y adherido a la realidad”: “un pensamiento vital, abierto y conciliador”. Es más, se mostró preocupado por los actuales “nacionalismos anacrónicos y beligerantes quieren acabar con el sueño de la comunidad de naciones”. “Pero recordémoslo, con las armas se hace la guerra, no la paz, y con la ambición de poder se vuelve al pasado, no se construye el futuro”, sentenció.

Ecología integral

No se olvidó en su alocución de incluir una llamada al cuidado del medio ambiente, al subraya que “el Mediterráneo representa un hotspot donde los cambios se dejan sentir con mayor rapidez”. “¡Qué importante es cuidar la maquia mediterránea, tesoro único de biodiversidad!”, destacó.

Como colofón, el Papa dejó como legado al auditorio del Palacio del Faro, el encargo de conformar “un mar de bien, para hacer frente a la pobreza de hoy con una sinergia solidaria”, a la vez que convertirse en “un puerto acogedor, para abrazar a los que buscan un futuro mejor”, y configurarse como “un faro de paz, para quebrantar, mediante la cultura del encuentro, los oscuros abismos de la violencia y de la guerra”.

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