El Papa Francisco ha lanzado hoy una propuesta concreta para las Iglesias locales que rodean el Mare Nostrum: “Pensando en el mar, que une a tantas comunidades creyentes diferentes, creo que podemos reflexionar sobre rutas más sinérgicas, quizás incluso considerando la oportunidad de una Conferencia de Obispos Mediterráneos”.
Así lo expresó esta mañana, durante la clausura en Marsella de los Encuentros Mediterráneos, el foro eclesial que le ha llevado a viajar este fin de semana a la ciudad gala, en el que participan un grupo de jóvenes y obispos de diferentes países y en el que han dialogado sobre la fe, el medio ambiente, el desempleo, la guerra…
Pero, ¿qué objetivo tendría esta nueva conferencia episcopal? El Papa la presentó como una “estela de luz” que “permita más posibilidades de intercambio y que dé mayor representatividad eclesial a la región”. A renglón seguido, añadió que “pensando también en la cuestión portuaria y migratoria, podría ser fructífero trabajar por una pastoral específica aún más coordinada, de manera que las diócesis más expuestas puedan asegurar una mejor asistencia espiritual y humana a las hermanas y hermanos que llegan necesitados”.
Y no se quedó ahí en su encargo a los prelados: “Queridos hermanos obispos, no agobiemos a las personas con cargas, sino aligeremos sus fatigas en nombre del Evangelio de la misericordia, para distribuir con alegría el consuelo de Jesús a una humanidad cansada y herida”. “Que la Iglesia sea un puerto de esperanza para los desalentados. Que sea un puerto de consuelo, donde la gente se sienta animada a navegar por la vida con la fuerza incomparable de la alegría de Cristo”, apostilló.
A partir de esta idea, en un extenso discurso en el que detalló las claves de su magisterio sobre el fenómeno migratorio, presentó a Charles de Foucauld y a los mártires de Argelia -los siete monjes trapenses en 1996-, como una “forma de vida escandalosamente evangélica” en los que “la Iglesia encuentra el puerto seguro en el cual atracar y del cual partir para forjar vínculos con la gente de todos los pueblos, buscando en todas partes las huellas del Espíritu y ofreciendo lo que ha recibido por gracia”.
En un mensaje de puerta para adentro para los católicos y sus pastores, Francisco destacó que “es bueno que los cristianos no seamos los segundos para ninguno en cuanto a la caridad; y que el Evangelio de la caridad sea la ‘magna charta’ de la pastoral”. “No estamos llamados a añorar los tiempos pasados ni a redefinir una relevancia eclesial, estamos llamados a dar testimonio: no a bordar el Evangelio con palabras, sino a darle carne”, lanzó Francisco ante los obispos que le escuchaban en el palacio galo.
Como sucediera en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, Francisco retomó su cántico a una Iglesia de puertas abiertas: “Todos, todos, todos están invitados”.
Además, lanzó la idea de desarrollar “una teología mediterránea, que desarrolle un pensamiento adherido a la realidad, ‘casa’ de lo humano y no sólo del dato técnico, capaz de unir a las generaciones vinculando memoria con futuro, y de promover con originalidad el camino ecuménico entre cristianos, así como el diálogo entre creyentes de distintas religiones”.
Para Jorge Mario Bergoglio, “es necesario reflexionar sobre el misterio de Dios, que nadie puede pretender poseer ni dominar, y que, de hecho, debe sustraerse a todo uso violento e instrumental, conscientes de que la confesión de su grandeza presupone en nosotros la humildad del que busca”.
Además instó a la Iglesia del Mediterráneo a promover el diálogo desde las aulas: “La Iglesia bien puede contribuir a ello poniendo sus redes de formación al servicio y animando una ‘creatividad de la fraternidad’”.