Vida Nueva ha conversado con Eliécer Montáñez Grimaldos, sacerdote y director nacional de la pastoral justicia y libertad del Episcopado
Este 24 de septiembre es el Día de Nuestra Señora de La Merced, patrona de los cautivos, no solo físicos, sino espirituales. Por ello, Vida Nueva ha conversado con Eliécer Montáñez Grimaldos, sacerdote y director nacional de la pastoral justicia y libertad del episcopado colombiano.
Explicó que “la humanidad clama, más allá de su cautividad causada por el pecado, que haya un horizonte de esperanza; éste es el grito de la población privada de la libertad en Colombia, oscurecida por el tener, el poder y el placer”.
Situaciones que “niegan su condición de hijos de Dios” y, por ende, la Iglesia en nuestro país acompaña para que estas personas “ tengan una profunda renovación espiritual, una generosa caridad pastoral y una auténtica sensibilidad social”.
Con estos gestos comienza a revivir “la esperanza al servicio cercano de los hermanos” a través del “anuncio del Evangelio y la doctrina social de la Iglesia”. Ambas fuentes irreemplazables que “iluminan la conciencia del ser humano, en el cumplimiento del deber social, desde una pastoral de conjunto”.
Montáñez asegura que “las personas privadas de la libertad, están llamadas a humanizar sus vidas en el conocimiento de la verdad, que los hará libres , llegando a ser signos de santidad, por medio del cimiento sólido de la doctrina cristiana”.
Por supuesto, será posible incluyendo “a Jesucristo en sus vidas, restaurador de la civilización del amor, que es comunión con Dios y los hermanos”, puesto que sus realidades “desbordan el entendimiento humano, desafiando a la pastoral justicia y libertad, en nuestro acompañamiento espiritual y social”.
Recordó también que se debe mostrar a la sociedad colombiana “el rostro de la justicia de Dios, que es misericordia y compasión divina; acogiendo las palabras de Jesús: sean misericordiosos, como mi padre celestial es misericordioso”.
Para el sacerdote colombiano “nuestra presencia de bautizados en las cárceles, desde nuestras parroquias, contribuyen en la atención de las necesidades de los internos y sus familias, para que el perdón y la reconciliación, brillen como luces en el camino hacia la paz” .
Por tanto, “estamos llamados a trabajar juntos, con otras entidades que promueven la dignidad del ser humano, privado de su libertad; incidiendo en políticas públicas, donde se respete la vida y sus entornos familiares; es así, que la sensibilidad social en el ámbito carcelario, es garante de los derechos humanos”.
En este Día de la Merced aboga para que “nuestra madre de las Mercedes, esperanza y consuelo de los cautivos, encomendamos a nuestra Iglesia que se presenta como ella es y quiere ser: la Iglesia de todos, pero hoy más que nunca, como la Iglesia de los pobres, prisionero de Cristo Jesús, por ustedes”.
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