El franciscano español Manuel Corullón Fernández, presidente de Cáritas Marrakech, destaca la ola de fraternidad que se vive estos días en el país
El franciscano español Manuel Corullón Fernández, presidente de Cáritas Marrakech, lleva dos semanas de frenética acción para acompañar a la población de la región marroquí del Atlas, donde, el pasado 8 de septiembre, un terremoto de 6,8 grados en la Escala de Richter causó cerca de 3.000 muertos.
En conversación con ‘Vida Nueva’, recuerda cómo fue todo: “Más allá de toda previsión, y lejos de cualquier alarma posible, poco antes de medianoche, la tierra tembló. En la ciudad de Marrakech, muchas de las casas del barrio del Melah, el más antiguo de la Medina, la ciudad antigua, se derrumbaron como un castillo de naipes, mientras otras construcciones más robustas y modernas resistían al temblor que dejaba huella con grietas y algunos desperfectos”.
Por su parte, “la casa de los frailes y la iglesia de los Santos Mártires Franciscanos, nuestro templo parroquial, resistió el temblor, aunque hubo algunos desperfectos que el tiempo nos dará la ocasión de reparar. La cruz de la iglesia quedó inclinada, como si mirara con veneración y respeto a las víctimas del terremoto”.
“Pasada la primera conmoción”, Corullón tuvo claro qué hacer: “Me lancé a convocar a todos los agentes de pastoral social de nuestra comunidad parroquial de Marrakech. En una primera reunión de urgencia, a la que asistían cristianos y musulmanes, la respuesta fue clara: ‘¡Vamos a actuar!’”.
Ya en ese primer momento “activamos un protocolo de urgencia entre todas las fuerzas vivas de la parroquia: amigos colaboradores, antiguos miembros de la comunidad parroquial y todos los que mandaban a unos y a otros sus mensajes de solidaridad”.
Así fue como, “el lunes 11, organizamos el primer convoy humanitario subiendo las montañas del Bajo Atlas. Subimos en cuatro vehículos cargados de bienes de primera necesidad, comida, ropas, productos de aseo e higiene personal, tiendas de campaña, generadores eléctricos… El camino de subida a la montaña era realmente triste al ver cómo la destruición aumentaba a menudo que nos acercábamos al epicentro del terremoto, que afectó toda la región en el eje Marrakech-Taroudant”.
Como relata el franciscano, “llegamos a un primer pueblo que nos esperaba gracias a algunos contactos de miembros de nuestra comunidad parroquial. Allí tuvimos tiempo para estar, escuchar, compartir, acompañar algunos enfermos al hospital de campaña y ayudar a montar las tiendas”.
Desde entonces, “las intervenciones de Cáritas Marrakech, como brazo de la pastoral social de nuestra comunidad parroquial, no han dejado ni un solo momento de estar en plena actividad para recibir todo tipo de dones, entrar en contacto con distintas asociaciones de la sociedad civil marroquí, enviar ayudas a orfanatos y a pueblos aislados donde solo podían llegar los helicópteros del ejército, la redacción de proyectos de urgencia humanitaria a distintos organismos internacionales, la gestión del voluntariado, la clasificación de los donativos y la preparación de convoyes humanitarios que suben a la montaña cada día”.
Junto a la comunidad local, también han sido muy afectados muchos de los inmigrantes de otros países que buscan llegar a España: “Cabe destacar la situación de urgencia en la que se encontraron nuestros hermanos emigrantes subsaharianos, a los que se les unió más pobreza a la miseria que ya viven. Al alojarse en los barrios y casas más abaratas y por lo tanto más antiguas, muchos se quedaron en la calle y pasamos tres días para poder reubicarlos a todos”.
A nivel personal y de fe, Corullón está viviendo toda una experiencia que, pese a todo, le nutre de un modo integral: “En medio de toda esta situación estoy aprendiendo tres cosas importantes: la gran solidaridad del pueblo marroquí, que nos está dando una gran lección de fraternidad frente a la tan común frialdad de nuestra indiferencia; el amor de tantas personas de nuestra comunidad parroquial por Marruecos y su gente, poniendo al servicio de todos su tiempo y sus recursos con un generosidad admirable; y el diálogo interreligioso islamo-cristiano que estamos viviendo y palpando a través de la compasión”.
Algo que ilustra con una anécdota que le ha tocado el corazón: “Durante estos días, un amigo marroquí me dijo: ‘Si yo tengo un pan y tú no tienes ninguno, entre los dos tenemos cada uno medio pan. Lo que tenemos lo hemos recibido para compartirlo’”.