El Papa Francisco ha dado esta tarde pistoletazo de salida al Sínodo de la Sinodalidad. Aunque la asamblea como tal arrancará el próximo miércoles, cuando comience el debate entre los 464 participantes de los cinco continentes, el pontífice presidió hoy una vigilia de oración con acento ecuménico, con presencia de líderes de otras confesiones cristianas.
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No en vano fue la comunidad de Taizé quien llevó una celebración que logró crear el ambiente contemplativo propio de la fraternidad de origen francés. Además, este acto sirve de antesala del retiro obligatorio para las madres y padres sinodales que tendrá lugar entre mañana y el martes.
No a los gritos
“A Dios no le gustan las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión”, expuso Francisco en una referencia directa a cómo espera que sea el diálogo entre los participantes en el Sínodo durante las próximas semanas. Es más, el pontífice argumentó que “la verdad no necesita gritos violentos para llegar al corazón de los hombres”.
En su listado de recomendaciones, añadió que “ser sinodales quiere decir acogernos así, unos a otros, con la convicción de que todos tenemos algo que testimoniar y aprender, poniéndonos juntos a la escucha del ‘Espíritu de la verdad’”.
Al margen de murmuraciones
“Pidamos que el Sínodo sea kairós de fraternidad, lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las murmuraciones, las ideologías y las polarizaciones”, verbalizó después el Obispo de Roma.
Durante su alocución, Jorge Mario Bergoglio hizo hincapié en la importancia del silencio y la escucha, como clave “esencial en la vida creyente”.
Comunicación fraterna
“Nuestro silencio no ha sido vacío, sino un momento lleno de espera y de disponibilidad”, planteó Jorge Mario Bergoglio, que recordó que en medio de “un mundo lleno de ruido”, la contemplación “constituye la base de la palabra y de la vida”.
En esta misma línea, señaló que “el silencio, en la comunidad eclesial, hace posible una comunicación fraterna, en la que el Espíritu Santo armoniza los puntos de vista”.