El obispo de Málaga, Jesús Catalá, rompe su silencio. Cuando se cumple una semana de que trascendiera la detención de un sacerdote por sedar, violar y grabar a varias mujeres, el prelado de la diócesis andaluza ha publicado una carta pastoral. En ella, se dirige a en primer lugar a “sacerdotes, religiosos y diáconos” y después a “los feligreses”, con quienes comparte el sentimiento común de estar “consternados, escandalizados y descorazonados” por el caso.
En paralelo, el obispo admite que esta noticia ha generado una “gran alarma social” y defiende que “desde el principio de los hechos conocidos hemos tratado siempre de actuar con recta conciencia, para hacer, en la medida de nuestras posibilidades, todo el bien posible”.
Una a una, Catalá repasa las acciones de la Diócesis en este tiempo, “medidas que estos actos exigen, tanto desde el ámbito canónico como civil”. Entre ellas, destaca las “notas de prensa clarificadoras”, la decisión de presentarse en la causa como acusación particular y la puesta en marcha del procedimiento para la expulsión del estado clerical del sacerdote.
Resulta significativa esta declaración del obispo, que tiene lugar un días después de que desde el diario ‘Abc’ se acusara al Obispado de guardar “ocho meses de silencio” desde que la novia del sacerdote acusado pusiera en conocimiento su relación afectiva y cómo hasta en dos ocasiones se le habría “dado largas”, tal y como asegura el periódico, cuando solicitó un encuentro con Catalá para explicar lo que estaba viviendo.
Esta misiva ve la luz, casualmente, horas después de que ‘Vida Nueva’ repasara en su portal digital los siete días de viacrucis del prelado y su opción de no comparecer públicamente ni pronunciarse por escrito ante este escándalo eclesial, social y mediático. Es más, en su carta, Catalá entona un ‘mea culpa’ por esta aparente ausencia a los curas de la diócesis: “Dispensad si en algún momento no os habéis sentido suficientemente acompañados y fortalecidos en nuestra fraternidad sacerdotal, debido a la imprevisibilidad y premura de los hechos”.
“Así lo han compartido bastantes sacerdotes en los mensajes que me han hecho llegar en estos días”, plantea el obispo, que sostiene que “han sido y siguen siendo momentos difíciles para nuestra Iglesia diocesana”.
De hecho, no duda en calificar como “muy grave” el delito que se imputa presuntamente al presbítero ahora encarcelado. Por ello, el pastor dice sentir “profundamente el daño que esta situación lleva consigo” e incide, como en la notas públicas previas de la Diócesis, “nuestro dolor como comunidad católica comprometida con el cuidado y el servicio a toda la sociedad, especialmente a los más vulnerables y necesitados”. “Reiteramos nuestra repulsa y condena más profunda y contundente contra cualquier tipo de vejación o abuso a la mujer”, insiste Catalá, sin hacer una mención explícita a las víctimas del suceso.
A la vez, desvela que “hemos estado acompañando a los sacerdotes más implicados en los hechos, sobre todo a los párrocos donde ejerció el acusado”. Al abordar esta cuestión, Catalá lanza un dardo contra la labor de los periodistas y sostiene que estos presbítero “han tenido que soportar la virulencia de algunos medios de comunicación, cuya reacción ha sido muy dura contra la Iglesia”.
Por último en su escrito, el obispo llama a la comunidad católica malagueña a afrontar “la dura realidad” y “las turbulentas y embravecidas aguas que nos cercan” desde la oración para “afrontar las asechanzas del diablo”. En concreto, a los sacerdotes, los anima a “reavivar el carisma de la ordenación” y les agradece su entrega. “Nuestro Presbiterio debe salir más reforzado y unido de esta dura prueba”, enfatiza el máximo responsable de la Diócesis malagueña, convencido de que “como toda dificultad puede convertirse en una oportunidad de purificación y conversión, tanto personal como comunitaria”. “No debemos poner en peligro nuestro ministerio”, apostilla.
Al finalizar su carta, Catalá entona una petición de “perdón especialmente por los pecados de violencia y de abuso contra la mujer”. “Pedimos también por los privados de libertad, por el sacerdote detenido y por los voluntarios de prisiones que los acompañan”, completa el prelado.