El 13 de julio de 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe recibía una solicitud del cardenal Dominik Duka, arzobispo emérito de Praga, en nombre de la Conferencia Episcopal Checa, en la que el purpurado plantea una serie de preguntas sobre la administración de la Eucaristía a los divorciados que viven en una nueva unión. Y hoy, el Dicasterio vaticano hacía pública la respuesta en su web. Una respuesta basada en Amoris Laetitia y que se puede resumir en que son los sacerdotes quienes están llamados a proponer un proceso de discernimiento que muestre “el rostro materno de la Iglesia”.
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“Es el sacerdote quien acoge a la persona, la escucha atentamente y le muestra el rostro materno de la Iglesia, acogiendo su recta intención y su buena intención de poner toda su vida a la luz del Evangelio y practicar la caridad”, apunta el Dicasterio. Pero el proceso no queda ahí, pues “es cada persona, individualmente, la que está llamada a ponerse delante de Dios y exponerle su conciencia, con sus posibilidades y límites. Esta conciencia, acompañada de un sacerdote e iluminada por las orientaciones de la Iglesia, está llamada a formarse para evaluar y dar un juicio suficiente para discernir la posibilidad de acceder a los sacramentos”.
Por otro lado, Duka pregunta sobre si esto puede aplicarse a ambas partes de un matrimonio divorciado civilmente, o si, por el contrario, hay que distinguir el grado de culpa y proceder acorde a él. En este sentido, Doctrina de la Fe contesta que “ya san Juan Pablo II había afirmado que ‘el juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde sólo al interesado, ya que es una evaluación de conciencia'”. Se trata, por tanto, “de un proceso de discernimiento individual en el que «los divorciados vueltos a casar deben preguntarse cómo se comportaron con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si ha habido intentos de reconciliación; cuál es la situación de la pareja abandonada; qué consecuencias tiene la nueva relación para el resto de la familia y la comunidad de fieles; qué ejemplo ofrece a los jóvenes que deben prepararse para el matrimonio”. Y es que, tal como asevera el Dicasterio, “la reflexión sincera puede fortalecer la confianza en la misericordia de Dios, que no es negada a nadie”.
Implicación en la Iglesia
“Como recuerda el Santo Padre en su carta al Delegado de la Región Pastoral de Buenos Aires, Amoris latitia fue fruto del trabajo y la oración de toda la Iglesia, con la mediación de dos Sínodos y del Papa”, continúa Doctrina de la Fe. “Este documento se basa en el magisterio de los Papas anteriores, que ya reconocieron la posibilidad de que los divorciados en nuevas uniones accedan a la Eucaristía, siempre que asuman ‘el compromiso de vivir en plena continencia, es decir, de abstenerse de los actos propios de los cónyuges’, como fue propuesto por Juan Pablo II, o ‘comprometerse a vivir su relación… como amigos’, como propuso Benedicto XVI”.
En el caso de Francisco, “se mantiene la propuesta de la continencia total para los divorciados vueltos a casar en una nueva unión, pero admite que puede haber dificultades para practicarla y por eso permite en ciertos casos, después de un adecuado discernimiento, la administración del sacramento de la reconciliación incluso cuando sea no lograr ser fiel a la continencia propuesta por la Iglesia”.
De esta manera, Doctrina de la Fe subraya que “Amoris Latitia abre la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía1 cuando, en un caso particular, existen limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad”. Pero que, sin embargo, “este proceso de acompañamiento no termina necesariamente con los sacramentos, sino que puede orientarse hacia otras formas de integración en la vida de la Iglesia: una mayor presencia en la comunidad, participación en grupos de oración o reflexión o implicación en diversos servicios eclesiales”.
Examen de conciencia
En este sentido, Duka pregunta también sobre si “¿se debe entender que la vida conyugal (el aspecto sexual) no debe mencionarse en el sacramento de la reconciliación?”, ante lo que el Dicasterio señala que “incluso en el sacramento del matrimonio, la vida sexual de los cónyuges es objeto de un examen de conciencia para confirmar que es una verdadera expresión de amor y que ayuda al crecimiento en el amor”. Y es que “todos los aspectos de la vida van colocado ante Dios”.
Al cardenal Duka también le preocupa, y así lo ha hecho saber al Vaticano, cómo debe proceder cada diócesis y, dentro de ella, los sacerdotes. Por ello, Doctrina de la Fe ha recordado que “la Exhortación Apostólica Amoris latitia, documento del magisterio pontificio ordinario, al que todos están llamados a ofrecer el homenaje de la inteligencia y de la voluntad, afirma que ‘los sacerdotes tienen la tarea de acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento según la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo”. En este sentido, “es posible, incluso deseable, que el Ordinario de una diócesis establezca algunos criterios que, en línea con la enseñanza de la Iglesia, puedan ayudar a los sacerdotes en el acompañamiento y en el discernimiento de los divorciados que viven en una nueva unión”.
Del mismo modo, el Dicasterio recuerda que “en los casos en que sea posible establecer una declaración de nulidad, el recurso ante el Tribunal Eclesiástico será parte del proceso de discernimiento”, y que, ante ello, “el Santo Padre quiso simplificar estos procesos a través del Motu proprio Mitis iudex”. El problema, señala el Vaticano, “surge en las situaciones más complejas en las que no es posible obtener una declaración de nulidad”. En estos casos “también puede ser posible un camino de discernimiento que estimule o renueve el encuentro personal con Jesucristo, incluido en los Sacramentos”.