Al italiano Agostino Marchetto el cardenalato le llega con 83 años. No podrá votar en un futurible cónclave, pero, con su birreta, Francisco no solo reivindica al eminente investigador del Vaticano II y a un reputado diplomático, sino a quien, como secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, clamaba en la Curia por los refugiados cuando algunos pasillos y despachos parecían insonorizados ante este lamento.
PREGUNTA.- Hay quien dice que su cardenalato hace justicia a un hombre que lo ha dado todo por la Iglesia, pero al que la Iglesia más de una vez le ha puesto obstáculos para servir…
RESPUESTA.- En efecto, creo que el papa Francisco, al fijarse en mi pobre persona, ha reconocido mis méritos en el servicio a la Iglesia –tengo mi conciencia tranquila de todo lo que he hecho– en dos áreas de intenso y a veces complicado compromiso: la pastoral de migrantes, refugiados y categorías similares de personas, así como el Concilio Vaticano II. Para muchos eruditos, el Vaticano II fue el evento eclesial más importante del siglo XX. Y la delicadeza que exige estudiarlo es proporcional.
Por tanto, se entienden las dificultades que afrontan quienes se dedican a defender cómo se deben respetar los derechos humanos fundamentales, así como trabajar con objetividad histórica y rigor la hermenéutica eclesial en relación con lo que he llamado el ‘Gran Sínodo’. Una recepción adecuada del Vaticano II es vital para la Iglesia y, diría, para el mundo. Hoy puedo decir que he encontrado dificultades en comunidades eclesiales y en la Curia.
¿El cardenalato hará que se acepte más mi posición en estos temas? Espero que sí, pero no me quiero hacer muchas ilusiones. El corazón humano a menudo se endurece como una piedra y nuestro entendimiento se vuelve más obtuso y limitado por el egoísmo y los prejuicios o, mejor dicho, por las ideologías.
P.- ¿Qué piensa de quienes atacan a Francisco hasta deslegitimarle como autoridad?
R.- Estamos en un momento difícil para la unidad de corazones y mentes, incluso entre los bautizados, y desafortunadamente esto también afecta al sucesor de Pedro, el obispo de Roma, la brújula de referencia para llegar al polo del ser Iglesia, como lo instituyó y quiso el Señor Jesús. En esta línea de la encarnación, también debemos acoger a cada papa con sus características individuales. Incluso los apóstoles no eran todos iguales.
Pablo no era Pedro, pero se dieron la mano en Jerusalén tras ese encuentro que muchos llaman el primer Concilio. En definitiva, debemos acoger lo que todos los papas han determinado en lo concreto, por ejemplo, a la hora de delinear la correcta hermenéutica para el Gran Sínodo, desde esta formulación: no es una ruptura en la historia de la Iglesia, sino “una reforma y una renovación en la continuidad del único sujeto Iglesia”. Si fui señalado por el papa Francisco, y no me enorgullezco de ello, como el mejor hermeneuta del Vaticano II, doy por hecho que también él acepta esta fórmula.
Siempre insisto en la necesidad del diálogo incluso entre las diversas corrientes de pensamiento y juicio dentro de la Iglesia. Debemos volver al Concilio, donde se logró unir las dos tendencias fundamentales que se manifestaron, ambas legítimas si permanecen juntas: la que es más sensible a la Tradición y la que presta más atención a los signos de los tiempos, a la encarnación en el presente y en el mundo.
P.- El Papa dijo a ‘Vida Nueva’ que “no estamos maduros para un Vaticano III”.¿Está en peligro el Concilio Vaticano II?
R.- Ni una sola vez el Santo Padre ha descartado la posibilidad, hasta ahora, de un Vaticano III, aunque hay quienes aún siguen insistiendo. En ocasiones ha citado el pensamiento de dos famosos teólogos del Gran Sínodo, Rahner y Congar, a quienes yo también había destacado humildemente. Ambos afirmaron la necesidad de cien años para su aplicación. Todavía estamos rezagados en la recepción.
Añadiría que estamos retrasados en la búsqueda de la objetividad histórica, sin mencionar la hermenéutica y la aplicación. Pero no temáis, no está en peligro el Concilio Vaticano II, como tal, no como queremos nosotros. Sin embargo, debemos seguir investigando y abordar los documentos con espíritu renovado. Con la vista puesta en las conclusiones del Sínodo en curso, ¿cuál puede ser la base, el referente y el ancla indispensables sino el Concilio Vaticano II?