Para Francisco, Pío VII es “un hijo ilustre, a un pastor valiente, a un reflexivo defensor de la Iglesia”. Así lo expresa en un mensaje enviado al obispo de Cesena-Sarsina, Douglas Regattieri, con motivo del bicentenario de la muerte del pontífice que pilotó la Iglesia entre 1800 hasta su muerte en 1823. La Historia recuerda a Chiaramonti como aquel que en 1809 fue arrestado por Napoléón y confinado en Francia. Al final el emperador se rindió ante la terquedad papal y le dejó libre, regresando a Roma el 24 de mayo de 1814, casi cinco años después de su salida forzosa.
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El pontífice argentino define en la carta a su predecesor como un hombre de “profunda fe, mansedumbre, humanidad y misericordia, que se destacó por su competencia y prudencia frente a quienes impidieron la Libertas Ecclesiae”. A la par, aplaude “la franqueza evangélica con la que soportó las difíciles pruebas durante los veintitrés años de su pontificado”.
Condiciones precarias
Más allá de su “inteligencia clarividente” y su “vasta preparación teológica que luego fue puesta a disposición del mundo académico”, Francisco subraya “la contrastada cultura de que se adornaba”. “Como pastor -continúa el Papa actual- destacó por su carisma y bondad de alma; de hecho, durante los años de su ministerio episcopal no dudó en esforzarse personalmente por cuidar del pueblo, comprometiéndose con dedicación a aliviar los numerosos sufrimientos de quienes se encontraban afligidos por condiciones precarias”.
Sin citar su afrenta con Napoleón, Francisco recuerda que Pío VII “supo convertirse en ‘embajador de la paz’ ante quienes ejercían el poder temporal”. “Ante un escenario político controvertido y un acto engañoso que amenazaba la salus animarum, él, con la tranquilidad de quien siempre confía en la intervención providente de Dios, hizo todo lo posible para no fracasar en su misión de ‘guardián y guía del rebaño’”, expone el Papa.
El proceso de beatificación de Pío VII está abierto después de que en 2007 la Santa Sede se puso en contacto con la diócesis de Savona-Noli para comunicar que Benedicto XVI había declarado el ‘nihil obstat’ y declararlo siervo de Dios.