“Que una persona pueda comulgar en una Iglesia local y no en otra, es una definición exacta de cisma”. Con esta rotundidad el prefecto emérito para la Doctrina de la Fe, Gerhard Müller rebate y cuestiona la autoridad del actual prefecto de este departamento vaticano, el cardenal argentino Víctor Fernández.
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El purpurado alemán se expresa en estos términos en una carta abierta al arzobispo emérito de Prada, el cardenal Dominik Duka, que el pasado 13 de julio expuso un ‘dubium’ que incluía diez preguntas para aclarar hasta dónde llega la puerta abierta que deja la exhortación apostólica ‘Amoris laetitia’ a la comunión de los divorciados vueltos a casar. El actual prefecto, con el visto bueno del Papa, contestó una a una a estas dudas con fecha del 25 de septiembre.
Magisterio auténtico
En la misiva, publicada en exclusiva por Sandro Magister en ‘L’Espresso’, llega a dudar de la autoridad de Francisco, señalando que no puede ser considerado “magisterio auténtico del Papa” el respaldo de Francisco a los criterios básicos de aplicación de ‘Amoris laetitia’ dados a los obispos de la región de Buenos Aires en 2016 porque Müller deja caer que son “opiniones privadas”.
“Es ya cuestionable que se exija la obediencia del intelecto y de la voluntad a una interpretación teológicamente ambigua de una conferencia episcopal parcial (la región de Buenos Aires), que a su vez interpreta una afirmación de “Amoris Laetitia”e que requiere explicación y cuya coherencia con la enseñanza de Cristo”, expone el cardenal en su texto.
Vivir en plena continencia
Entre los puntos que abordaba el cardenal Fernández en sus respuesta a Duka, se subraya que el acceso de los divorciados en nueva unión “se basa en el magisterio de los pontífices precedentes”, siempre que se comprometan “a vivir en plena continencia, es decir, a abstenerse de los actos propios de los cónyuges”, como proponía Juan Pablo II, o a “comprometerse a vivir su relación… como amigos”, como propuso Benedicto XVI.
Además, en las respuestas del actual prefecto se expone que el obispo de cada diócesis está llamado a establecer “algunos criterios que, en línea con la enseñanza de la Iglesia, puedan ayudar a los sacerdotes en el acompañamiento y discernimiento de los divorciados que viven en una nueva unión”. Sin embargo. Eso sí, se recuerda que “no conviene hablar de ‘permisos’ para acceder a los sacramentos, sino de un proceso de discernimiento acompañado por un pastor”. A la vez, esta responsabilidad de acompañar en el discernimiento se concentraría en el sacerdote, sin necesidad de que intervenga un vicario episcopal o el propio obispo.
Tolerar el pecado
Frente a ello, Müller llega a sostener que “la ruptura entre la enseñanza del documento de Buenos Aires y el magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI se percibe cuando se mira lo esencial, que es, como decía, el criterio de la admisión a los sacramentos”. Es más, llega a asegurar que “el testimonio de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el concilio de Trento se reconduce, en realidad, al testimonio claro de la Palabra de Dios, al que el Magisterio sirve”.
A la par, el cardenal emérito formula su propio concepto de misericordia para acceder a los sacramentos: “La misericordia del Evangelio no consiste en tolerar el pecado, sino en regenerar el corazón del fiel para que pueda vivir según la plenitud del amor que Cristo vivió y que nos enseñó a vivir”.
Recibir o no la absolución
Así, el purpurado alemán se lleva las manos a la cabeza en lo que al proceso de discernimiento individual se refiere sacando sus propias conclusiones: “¡Resulta que el mismo fiel decide sobre la posibilidad de recibir o no la absolución, y el sacerdote solo tiene que aceptar esa decisión!”. Esta interpretación le lleva a escribir al cardenal Duka que “sorprende que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe haya podido presentar al Santo Padre para su firma, en el curso de una audiencia, un texto con tamaño error teológico, comprometiendo así la autoridad del santo Padre”.
Y no duda en echar mano del fundador de la Compañía de Jesús, a la que pertenece el actual pontífice para lanzarle un dardo a Francisco: “San Ignacio de Loyola invita a sostener que es negro lo que nosotros vemos blanco si la Iglesia jerárquica así lo determina. Pero san Ignacio no nos invita a creer, fiados en el Magisterio, que es blanco lo que el Magisterio mismo nos dijo antes, y de forma definitiva, que era negro”.