En plena tensión entre Israel y Palestina desde el ataque terrorista de Hamas, el sábado 7 de octubre, y la contundente respuesta contra el conjunto de Gaza decretada por el Gobierno hebreo, que, además de bombardear la Franja, ha cortado el suministro de electricidad, agua o alimentos, aún hay voces que claman por la paz.
En Jerusalén, la comboniana mexicana Cecilia Sierra se encuentra con su comunidad en el Monte de los Olivos. Como explica a ‘Vida Nueva’, “normalmente, nosotras estamos al otro lado del muro, en la parte palestina. Pero, desde hace un tiempo, alquilamos un apartamento a los franciscanos y vinimos junto a otras familias cristianas para que nos sea más fácil nuestra pastoral de servicio a los beduinos. Una acción que nuestras hermanas iniciaron ya en su día, antes de la construcción del muro de separación, y que veníamos viendo que necesitaba una atención más cercana”.
Desde hacía ya tiempo venían viendo cómo las hostilidades iban a más. Algo que ellas mismas han sufrido: “Al estar justo al otro lado del muro, cada vez que hay momentos de tensión, desde la parte palestina se arrojan piedras que impactaban en nuestra casa. Hace dos días, quemaron por la noche el jardín de nuestra guardería, en la que atendemos a niños palestinos. Gracias a Dios, conseguimos controlar el fuego y no se extendió al resto de la vivienda. También nos han roto tres veces la puerta de casa. No estamos en primera línea de fuego, pero sí padecemos las consecuencias de la hostilidad creciente entre estos dos pueblos hermanos”.
La religiosa, que antes de Tierra Santa tuvo experiencias misioneras en países como Egipto, Sudán y Sudán del Sur, lamenta que ya se ha alcanzado un punto de no retorno y “estamos en guerra. Así lo evidencia tanta pérdida de vidas humanas y de recursos. La tensión, el miedo, los disparos, los continuos misiles, el gran despliegue militar… Sí, es una guerra”.
Una situación de deterioro que “ya se venía fraguando desde hace tiempo. Por no hablar de que es una herida abierta desde tiempos inmemoriales. El enfrentamiento entre estos dos pueblos se ha dado desde siempre, aunque se acrecentó tras episodios como la declaración del Estado de Israel, los ataques mutuos, la construcción del muro, la toma de territorios, el impulso de los asentamientos, el dominio de los recursos… La diferencia entre estos dos pueblos era clara y, en realidad, la guerra siempre estaba ahí”.
Con escepticismo, Sierra cree que “esta lucha, que traerá muerte y destrucción en los dos lados, solo podría terminar si se sentaran a hablar los que tienen poder de decisión para ello”. Consciente de que eso, hoy por hoy, es una utopía, “la única solución es que hubiera un mediador internacional fuerte y poderoso que consiguiera que ambos se sentaran en una mesa de diálogo”. Un ente, en definitiva, “que les hiciera ver lo que siempre dice el papa Francisco: que la guerra es inmoral y no tiene sentido. Frente a la destrucción que causa, no hay ningún bien o utilidad que la justifique”.
De ahí su dolor al pensar en la población de Gaza: “Estamos hablando de Tierra Santa y de los 2,3 millones de personas que viven en uno de los puntos más poblados del mundo… Y se está aplicando un asedio indiscriminado… Volvamos a la elemental humanidad y a lo que el Papa nos pedía en ‘Fratelli tutti’: el fin de la política es buscar el bien común para todos. Y más entre pueblos hermanos”.
Horrorizada por esta sangría en Tierra Santa, la religiosa comboniana lamenta cómo “muchos peregrinos se han encontrado con el aeropuerto cerrado y se refugian donde pueden. Nosotras mismas acogemos ahora en casa a un grupo grande”. Y es que el miedo paraliza: “Hace poco ha caído un misil en Jerusalén y ha puesto a toda la ciudad de rodillas. Imagínate lo que puede estar ocurriendo cuando se lanzan 7.000 misiles contra un territorio pequeño como Gaza”.
Como comunidad cristiana, “aquí y en todo el mundo debemos estar muy afectados por lo que esta sucediendo en Israel y en Gaza. La guerra es un golpe directo al corazón de Dios, a la compasión”. Y, más allá de lo espiritual, es algo que se palpa en su compromiso diario: “Trabajamos con los beduinos, que son palestinos y musulmanes, y ellos también sufren el asedio y no pueden moverse. Las noticias hablan de que las zonas en las que viven también van a sufrir acciones violentas, lo que acrecienta mucho el miedo de todos. Ya había mucha tensión y hace unos días se quemó una casa en una de las aldeas beduinas. Los vecinos les ayudaron a construir una pequeña tienda para tener cobijo. Se percibía el clima de desaliento y dolor… Y eso fue solo dos días antes de los ataques de Hamas”.
Ante esta realidad, Sierra percibe que “hay una pérdida de sentido social tremenda, que, como dice el Papa, ‘se enmascara bajo una supuesta defensa de intereses nacionales’. Pero nadie debe quedar excluido, y menos ‘a causa de los privilegios que otros poseen por haber nacido en lugares con mayores posibilidades’”.
Pese a todo, llama a no rendirse: “No sé cómo, pero debemos seguir buscando caminos de reencuentro. Llevo 33 años de vida religiosa y, para mí, lo que está sucediendo en Tierra Santa renueva lo que soy como consagrada y clamo al Señor: ‘Todos somos uno. Aquí está mi vida’. Todas las combonianas nos situamos ante el muro y decimos lo mismo: ‘Somos hermanas de hebreos y musulmanes. Estamos en medio’. Queremos que todos los muros se derrumben y seamos realmente hermanos que dicen: ‘Nunca más la guerra’”.
Por quedarse con algo positivo, Sierra destaca que “ahora el mundo entero está pendiente de la suerte del pueblo palestino. Muchos peregrinos ni lo perciben, pero los que vivimos aquí sí somos consciente de la tremenda disparidad y desigualdad que hay entre estos dos pueblos. Al menos, estos días algunos se preguntan: ‘¿Qué es Gaza? ¿Dónde está?’. Ahora que sale en las noticias, los seguidores de Jesús pueden preguntarse: ‘Israel, Palestina, la gente de Gaza… Son hermanos nuestros… ¿Qué podemos hacer?’. No nos podemos quedar indiferentes ante el sufrimiento de los hermanos israelíes que han sufrido pérdidas familiares ni tampoco ante los 2,3 millones de hermanos que viven en Gaza”.