Quedan unos minutos para las diez. Más allá de un par de patrullas de la Policía Nacional, nada hace prever que el barrio de Chamartín va a recibir a un ‘pope’, al hombre que pastorea a 300 millones de cristianos ortodoxos. El goteo en la catedral de san Andrés y san Demetrio es constante. Como el silencio. Solo un mínimo murmullo, que va y viene. El obispo Besarión Komziás ejerce de anfitrión de todos y cada uno. O de todas y cada una, porque, como en la Iglesia católica, ellas son mayoría.
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La alegría puede con la tensión propia del momento y se le escapa una sonrisa para cada uno de los que llegan. Pocos son los que pasan de largo delante del metropolita de España y Portugal. Unos se inclinan para que les bendiga imponiéndole su mano derecha sobre la cabeza. Otros le plantan tres besos que saben a cercanía. Son las diez. Besarión echa un vistazo al móvil. Para chequear que todo está en orden. Alguien le avisa de que en apenas diez minutos llega el patriarca.
Recogimiento y silencio
Palabra cumplida. El patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I entra por la sencilla puerta enrejada al recinto del templo. No le acompaña el griterío propio de la acogida a un Papa católico. El recogimiento orante se mantiene hasta que entra en la catedral de los Santos Andrés y Demetrio, principal razón de ser de este viaje, en tanto que se cumplen 50 años desde que fuera levantado. El templo, literalmente abarrotado. Respaldo popular, pero también institucional, porque hasta la calle Nicaragua se desplazó la princesa Irene de Grecia, hermana de la Reina Sofía. A la celebración se sumaron el Nuncio Bernardito Auza y Rafael Vázquez, responsable de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española.
Comienza la Divina Liturgia, con la sucesión de cánticos, lecturas de la Sagrada Escritura y plegarias compartidas. Una hora y veinte después, la ceremonia culmina en un aplauso y desemboca en un intercambio de saludos, testimonios y regalos de los creyentes que han logrado hacerse un hueco en la catedral.
Casa de compasión
Al finalizar, Bartolomé I toma la palabra, con un agradecimiento a los presentes, a cuantos forman la comunidad ortodoxa en España y a quienes han caminado en estas cinco décadas para que la catedral sea casa de todos. El patriarca se remite a los santos de referencia para el templo para presentarlos como modelo a seguir: “Andrés y Demetrio, forman una mezcla poderosa que mantendrá a su comunidad en lazos de compañerismo y paz, ya que son una poderosa sinergia de ortodoxia y ortopraxia”. Con este punto de partida, llama a los presentes a ser una Iglesia acogedora, para mostrar al mundo “que sois una Santa Casa de compasión, que sois un Templo Sagrado de misericordia, que sois un Hospital Espiritual del perdón”.
A la vez, en su alocución pronunciada en inglés, Bartolomé recuerda que “la Península Ibérica es de enorme importancia en la historia de nuestra fe cristiana” y enfatiza que “el suelo de España ha sido el único lugar de Europa occidental donde se han mezclado el cristianismo, el islam y el judaísmo”.
De la Almudena a Salamanca
Así arranca la primera visita oficial a España el pastor que tiene la primacía de honor (primus inter pares) entre los jerarcas de las Iglesias ortodoxas. Una peregrinación marcada por la guerra de Ucrania, puesto que gran parte de los fieles ortodoxos presentes en la catedral proceden precisamente del país invadido por Rusia y el propio Bartolomé ha condenado una y otra vez los ataques, lo que le ha supuesto un distanciamiento de facto de Kirill, el patriarca ortodoxo ruso.
Aunque Bartolomé I aterrizó el sábado en Madrid, hoy ha arrancado su agenda oficial que le llevará esta tarde a la catedral de la Almudena a participar en una oración ecuménica con el cardenal arzobispo de Madrid José Cobo. Mañana será recibido por Felipe VI, el martes será envestido doctor Honoris Causa por la Universidad Pontificia de Salamanca y el miércoles visitará la Conferencia Episcopal Española.