El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, ha elevado esta tarde “una oración de súplica coral por el don de la paz a este mundo nuestro herido por demasiados conflictos, desde la atormentada Ucrania, pasando por Armenia, por Oriente Medio y por tantos otros conflictos, a menudo olvidados”. Así lo expresado durante la oración ecuménica celebrada en la catedral católica de La Almudena, donde ha ejercido de anfitrión el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo. Con aforo completo en todas las naves del templo, algo más vacío se encontraba el presbiterio. Junto a Bartolomé y Cobo, se encontraban el cardenal emérito de Madrid, Carlos Osoro, el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, y los auxiliares de Madrid y Getafe, Jesús Vidal y José María Avendaño, y diecisiete sacerdotes, además de representantes de las Iglesia evangélica y rumana.
Se trata de la primera vez que un patriarca de Constantinopla, que pastorea a más de 300 millones de cristianos ortodoxos en todo el planeta, pisa suelo español, por lo que se considera un viaje histórico que tiene como eje la celebración de los 50 años de la catedral ortodoxa de san Andrés y Demetrio, que visitó esta mañana, y los veinte años de la fundación de la Metrópoli de España y Portugal. Tal es la relevancia de esta peregrinación que arranca oficialmente hoy que mañana el patriarca se reunirá con el Rey Felipe VI, el martes será investido doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de Salamanca y el miércoles visitará la sede de la Conferencia Episcopal.
Entretanto, esta tarde Bartolomé I fue el centro de todas las miradas en una vigilia vespertina en la que presentó la oración como “el mayor ‘arma’ de los cristianos, un arma que no hace víctimas, sino que abre las puertas al Señor”. Por eso, defendió en voz alta que “no podemos, no está permitido que ninguna religión use el nombre de Dios para justificar la injusticia. Debemos eliminar cualquier fanatismo que, en nombre de Dios, imponga una visión única y no respete la peculiaridad de cada ser humano”.
Tal y como verbalizó Bartolomé I, “la paz que Cristo nos ofrece no es la paz que da el mundo: vemos, de hecho, que a pesar de las buenas intenciones de paz en muchas partes del mundo, ésta se abandona con demasiada frecuencia y la solución de las incomprensiones pasa a menudo por conflictos inimaginables”.
Para el patriarca ecuménico de Constantinopla, “la paz sólo puede alcanzarse a través de una verdadera ‘metanoia’, una conversión de los corazones que pasa necesariamente por la justicia”. Es más, insistió en que “no puede haber paz sin respeto y reconocimiento mutuos, no puede haber paz sin una colaboración fructífera entre todos los pueblos del mundo”.
No se trata de una reflexión baladí la expuesta por Bartolomé I, con la mirada puesta sobre todo en la comunidad ucraniana, teniendo en cuenta la firme condena que en estos casi dos años de guerra ha realizado contra la invasión de Rusia, con el consiguiente distanciamiento del patriarca de Moscú, Kirill. Es más, Bartolomé I hizo suya la expresión que una y otra vez ha utilizado Francisco en este tiempo para referirse al país invadido: “la atormentada Ucrania”.
Con este punto de partida, el pastor ortodoxo reivindicó la necesidad e una justicia que pasa también por “una economía mundial renovada” que “atenta a las necesidades de los más pobres”. Así, reivindicó una “solidaridad” que vaya más allá de la “mera asistencia” para “sentir la necesidad, el dolor y la alegría del otro, como propios”. A la vez, también ahondó en el concepto de justicia como la capacidad de “dialogar con el otro” para ver sus riquezas, sin “sentirnos superiores o inferiores del prójimo”.
En lo que a las relaciones con la Iglesia católica se refiere, Bartolomé I elogió el camino emprendido por Atenágoras, Juan XXIII y Pablo VI, a quienes presentó como “visionarios de un nuevo encuentro entre cristianos, cristianos que se han vuelto a abrazar después de tantos siglos oscuros, de polémica y de distanciamiento”.
En este “camino de la unidad”, lanzó una propuesta para “afrontar todos los problemas que nos unen o nos dividen, acercándose al diálogo teológico oficial” con el fin de lograr “la plena reconciliación y el completo entendimiento mutuo”. En este empeño, reconoció, que “el camino hacia el cáliz común está todavía plagado de imprevistos, caídas, a veces incluso de enfriamiento y cansancio, pero es un camino sin retorno”. “El diálogo es absolutamente necesario para nuestro conocimiento mutuo, porque el diálogo no quita nada a la identidad de cada uno, sino que la enriquece con la experiencia del otro”, reconoció.
Es más, insistió en trabajar para “la plena comunión reencontrada” en la línea propuesta por el Papa Francisco defendiendo “la dignidad del ser humano en todas las etapas de su vida”. “Estamos firmemente comprometidos, especialmente con nuestro amado Hermano de Roma, el Papa Francisco, en la protección del medio ambiente natural y en todo lo que la creación de Dios contiene en él”, remarcó el patriarca ecuménico en un respaldo sin fisuras a la ecología integral del pontífice argentino. “No se trata de un panteísmo universal, sino de una correcta relación del Hombre, Guardián y Ecónomo de la Creación, con la Creación misma y con su Creador”, detalló.
El cardenal José Cobo correspondió a Bartolomé I expresando “la delicia” y “un don del Señor” que supone “estar unidos como hermanos”. Deteniéndose en el camino hacia la unidad entre los cristianos, Cobo admitió que existen “divergencias en orden doctrinal, litúrgico y disciplinar”. Sin embargo, en la misma línea planteada desde Pablo VI a Francisco, reinvidicó una comunión desde “una caridad ingeniosa y fraterna” para “avanzar en la misma dirección”.
“La convivencia en Dios y en paz es posible”, manifestó Cobo, tomando a “Cristo como fuente de diálogo y fraternidad”. “Somos distintos, pero podemos convivir, reconciliar y acercarnos”, remarcó, a la vez que animó a dar “pasos nuevos”. Entre estas vías abiertas, el purpurado confió en que a partir de 2025 puedan hacerse coincidir las fechas de la Pascua católica y ortodoxa “en un único calendario”. “La oración es el camino”, apuntó.
El purpurado madrileño elogió la “ecoteología” de Bartolomé I que iluminó la encíclica Laudato si’ de Francisco y también tuvo palabras para “los graves acontecimiento que se están viviendo en Tierra Santa”.