El papa Francisco presidió la oración mariana del ángelus con los fieles reunidos en la Plaza San Pedro. Un momento en el que rezó por la paz en Tierra Santa y mostró su solidaridad especialmente a los niños, los enfermos y los ancianos y ha reclamado la liberación de los rehenes, que no se haga daño a los civiles y recordó que se necesita ayuda humanitaria en Gaza. “No más sangre, no más víctimas inocentes, en Tierra Santa, en Ucrania, en todas partes. No más”, clamó. Francisco invitó finalmente a que el 17 de octubre los cristianos ayuden y rezar por la paz.
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También, el papa Francisco recordó el drama de Nagorno-Karabak y a la comunidad judía de Roma, que estos días conmemoran el 80 aniversario de la redada en el gueto de la Ciudad Eterna durante la Segunda Guerra Mundial.
Todos invitados
Comentando el evangelio del día, la parábola de un rey que prepara un banquete de bodas para su hijo (cf. Mt 22,1- 14), Francisco destaca que Jesús “revela la bondad de su corazón en el hecho de que no obliga a nadie, sino que invita a todos, aunque esta manera de actuar le exponga a la posibilidad de ser rechazado”. Dios, señaló el Papa, “prepara un banquete, ofreciendo gratuitamente la oportunidad de encontrarse, de celebrar. Esto es lo que Dios prepara para nosotros: un banquete, para estar en comunión con Él y entre nosotros. Y nosotros, todos nosotros, somos por tanto invitados de Dios” por eso reclama que aceptemos la invitación.
“Este es el tipo de relación que el Padre nos ofrece: nos llama a estar con Él, dejándonos la posibilidad de aceptar. No nos ofrece una relación de sujeción, sino de paternidad y filiación, que está necesariamente condicionada por nuestro libre asentimiento”, insistió.
Ante quienes niegan la invitación de Dios, Él “no se da por vencido, sigue invitando, es más, extiende la invitación, hasta que encuentra quien la acepte, entre los pobres. Entre ellos, que saben que tienen poco más, acuden muchos, hasta llenar la sala”. “¡Cuántas veces no atendemos a la invitación de Dios porque estamos pendientes de nuestros propios asuntos! A menudo luchamos por tener nuestro propio tiempo libre, pero hoy Jesús nos invita a encontrar el tiempo que nos libera: el tiempo para dedicar a Dios, que ilumina y sana nuestro corazón, que aumenta en nosotros la paz, la confianza y la alegría, que nos salva del mal, de la soledad y de la pérdida de sentido”, prosiguió.