El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, no ha dudado hoy en calificar el asedio ruso a Ucrania como “una invasión justificada y no provocada”. Es más, el líder de 300 millones de cristianos ortodoxos ha denunciado que este ataque ha contado “con el desvergonzado apoyo y respaldo de la Iglesia rusa”, una reflexión que supone certificar la ruptura total de relaciones con el patriarca de Moscú, Kirill, alineado desde el inicio de la guerra con las tesis de Vladímir Putin.
Bartolomé I se ha expresado en estos términos durante la ceremonia de investidura como doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de Salamanca. El acto, que tuvo lugar este mediodía, reconoce la trayectoria de este pastor de 83 años de origen turco que acompaña a más de 300 millones de cristianos ortodoxos. Según la Facultad de Teología y del Centro de Estudios Orientales y Ecuménicos Juan XXIII, que propuso su candidatura, se valora de Bartolomé I “su trayectoria y compromiso con la Iglesia, el mundo, la transmisión de valores cristianos y su gran valía personal”.
El rector del centro universitario de la Confernecia Episcopal Española, Santiago García-Jalón fue el responsable de entregar la medalla al patriarca como símbolo de su incorporación al colegio de doctores de la Pontificia de Salamanca. Al pronunciar la graculatoria, García-Jalón verbalizó que “al aceptar nuestro homenaje, Su Santidad Bartolomé I escribe una página inolvidable en la historia de nuestra Universidad”. Por su parte, el catedrático de la Facultad de Teología, Fernando Rodríguez Garrapucho, ejerció de padrino y pronunció la ‘Laudatio’ en la ceremonia.
El patriarca correspondió con la distinción universitaria a través de una intervención en inglés en la que reivindicó “el territorio soberano de Ucrania” frente a la “destrucción de vidas humanas”, un episodio que ha sido “doloroso a nivel personal y mundial, trágico y reprensible”. Bartolomé ha acusado tanto a Rusia como la Iglesia ortodoxa del país de “eliminar vidas humanas y destruir recursos naturales que se perderán para siempre en nuestro mundo y en nuestros hijos”. “Y ahora, ante nuestros propios ojos, vemos la devastadora pérdida de innumerables vidas inocentes”, comentó.
Tampoco pasó desapercibida para Bartolomé I, la crisis abierta en Gaza: “Ha vuelto a estallar un conflicto perpetuo, porque como seres humanos no estamos dispuestos a colaborar y ceder por el bien de nuestros hermanos y hermanas, así como por la protección de la creación del don sagrado de Dios”. El patriarca recordó en su discurso que “en el pasado, junto con nuestro querido hermano el Papa Francisco, nos esforzamos por reunir y poner en diálogo a los líderes de Israel y Palestina”. “Y hace solo unos días, emitimos una enérgica declaración contra el uso de la violencia supuestamente para establecer la paz”, apostilló.
Más allá de la guerra, su alocución vertebró sobre la idea de que “el servicio ecuménico es nada menos que el ADN mismo del Patriarcado Ecuménico”. Así, frente a interpretaciones del cristianismo con “una actitud exclusivista o aislacionista”, defendió una fe en Cristo “de manera ecuménica e inclusive”. Así, enfatizó que lo “más trágico de este fracaso o hipocresía, es cuando los cristianos buscan justificar o legitimar prácticas de discriminación y división”. “¿Cómo podemos nosotros, los cristianos, proclamar con genuina integridad y buena intención las palabras iniciales del Padre Nuestro cuando excusamos nuestra indiferencia, segregación, rechazo de los demás?”, se preguntó ante el auditorio. “Es un escándalo para los seguidores de Cristo no seguir el mandato de nuestro Señor para que sus discípulos sean uno”, rubricó
En su alocución, Bartolomé I se remitió a la historia de la Iglesia ortodoxa para defender los pasos dados para la reconciliación entre confesiones cristiana. En este periplo, subrayó que “durante el último siglo, nuestra Iglesia ha promovido proféticamente la causa de la unidad ecuménica entre las confesiones cristianas distanciadas y otras comunidades religiosas, tanto a través del vibrante movimiento ecuménico de principios a mediados del siglo XX, como a través del vital diálogo interreligioso durante la última parte del siglo XX”.
Así, subrayó el “papel de liderazgo” del Patriarcado Ecuménico a la hora de crear el Consejo Mundial de Iglesias y la Conferencia de Iglesias Europeas. De la misma manera, destacó cómo desde Constantinopla se han promovido “una serie de diálogos bilaterales cruciales, aunque desafiantes, con la Iglesia Católica Romana, así como con las Comuniones Anglicana y Reformada, en aras de promover la unidad que buscamos mutuamente”.
A partir de ahí, reivindicó que “el intercambio de diálogos pacíficos y constructivos constituye la única manera de lograr la reconciliación y la unidad”. “Y en respuesta a aquellos que se resisten o temen el diálogo -continuó-, diría que la reconciliación doctrinal de las diferencias existentes entre las relaciones intercristianas, al igual que la resolución pacífica de las diferencias culturales entre las comunidades interreligiosas, no implica infidelidad o alejamiento de la verdad”.
“Porque la verdad no teme al diálogo, al contrario, la verdad siempre invita y persigue el diálogo”, destacó. Y a renglón seguido remarcó que “el conservadurismo y el fanatismo provocan la persistencia defensiva de cada parte en sus propias posiciones y opiniones, consolidando así las diferencias y borrando cualquier esperanza de compromiso o conciliación”.
En esta misma línea, reivindicó el diálogo ecuménico e interreligioso, como antídoto frente la violencia. Para Bartolomé I resulta “imposible” que la paz prevalezca en el mundo si no siguen “el precepto compartido de la ‘regla de oro’ de que debemos ‘tratar a los demás como quisiéramos que los demás nos traten’”.
En paralelo, reivindicó la labor social de la Iglesia ortodoxa, no como una “misión mundana o modelo secular de expansionismo”, sino desde la defensa de “la dignidad humana y la justicia social en cada persona creada a imagen de Dios y en cada rincón del mundo de Dios”.