Tras los agitados diez años de Gobierno del izquierdista Rafael Correa (2007-2017), los recientes presidentes de Ecuador han protagonizado una época no menos compleja: Lenín Moreno (2017-2021), que se distanció de su predecesor y, tras abandonar el socialismo, denunció sus corruptelas y buscó pactos con la oposición; y Guillermo Lasso (2021-2023), que ahondó en esa vía liberal, pero que, tras un Paro Nacional en el primer año de su mandato, optó por la represión, que causó siete muertos, 331 heridos y 158 detenidos. Cuando, además, iba a ser juzgado por la propia Asamblea Nacional por acusaciones de corrupción, disolvió la Cámara y se convocaron elecciones generales.
Ahora, desde este domingo 15 de octubre, la sociedad ecuatoriana parece querer dejar atrás su pasado más reciente y, en los sufragios presidenciales, ha apostado por una cara completamente nueva: Daniel Noboa, un empresario de 35 años apenas conocido y que se ha impuesto a la representante del correísmo, Luisa González.
En declaraciones a Vida Nueva, el misionero español Rafael Cob, obispo del Vicariato Apostólico de Puyo, apoya que Lasso forzase un adelanto electoral: “Fue una decisión acertada después de dos años en que el Congreso era incapaz de pensar y actuar pensando en el bien común del país antes que en intereses partidistas”. Ahora, la Asamblea es “más equilibrada y menos ideologizada”. Desde ahí, el reto es procurar “una unidad nacional de los partidos para buscar consensos ante las urgencias de soluciones inmediatas a los grandes desafíos que tiene el país”.
Un objetivo que ha de encabezar “el nuevo presidente, que tuvo menos votos en la primera vuelta que la representante correísta, Luisa González. Daniel Noboa es un joven con una ideología totalmente diferente, de derechas, lo que indica que el país ha reaccionado y reflexionado para unir fuerzas, pensando en el futuro y en las posibilidades de derrotar al correísmo, generando un cambio de rumbo”.
Cob aprecia “una predisposición a unir fuerzas para sacar adelante las soluciones a los grandes problemas de seguridad ante la violencia que sufre el país y para combatir la corrupción”. Eso sí, también hay que tener en cuenta que Lasso dimitió, pero aún debe agotarse su legislatura, por lo que Noboa “solo tendrá un mandato de apenas un año y medio”. Un tiempo breve y en el que “se debe desarrollar una política propositiva y priorizar las gestiones que favorezcan la inversión y el empleo, así como leyes que saneen la Justicia del país”.
En este sentido, “se abre la esperanza, especialmente en los pobres y en los jóvenes, de generar empleo, detener la emigración y favorecer la inversión extranjera. Será posible con mayor justicia social y una política trasparente”.
Como Iglesia, “esperamos abrir la mano y poner los pies en el acelerador para caminar juntos, con el espíritu constructivo de los valores del Evangelio, donde la paz, la justicia, la esperanza y el amor no se traduzcan solo en palabras, sino en obras”.