El Papa ha presidido una oración por los refugiados con los integrantes del Sínodo esta tarde en la plaza de San Pedro
“Nunca sabremos agradecer lo suficiente a san Lucas por habernos transmitido esta parábola del Señor”. Son palabras del papa Francisco, haciendo referencia a la parábola del Buen Samaritano. Las ha pronunciado hoy cuando, una vez caída la noche en Roma, los integrantes del Sínodo de la Sinodalidad se han congregado para rezar, unidos, por los migrantes y refugiados de todo el mundo ante el monumento ‘Angel Unawares’ de la plaza de San Pedro.
“Esta parábola”, ha continuado el Papa, “también está en el centro de la Encíclica Fratelli tutti, porque es una clave, yo diría la clave para pasar de un mundo cerrado a un mundo abierto, de un mundo en guerra a un mundo en paz. Esta tarde la hemos escuchado pensando en los migrantes, a quienes vemos representados en esta gran escultura: hombres y mujeres de todas las edades y procedencias”.
Y es que, igual que “el camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura”, tampoco lo son hoy “las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos y mares”. “¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola? ¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino?”, ha lamentado Francisco. “Parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías”.
“Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos. Son humillados, torturados y violentados. Muchos mueren sin llegar nunca a su destino”, ha aseverado, subrayando que “las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios. A menudo son personas que escapan de la guerra y del terrorismo, como vemos lamentablemente en estos días”.
“También hoy, como entonces, están los que ven y pasan de largo, seguramente buscándose una buena excusa, en realidad por egoísmo, indiferencia, miedo”, ha dicho Francisco, “en cambio, ¿qué nos dice el Evangelio sobre aquel samaritano? Dice que vio a aquel hombre herido y se conmovió”. Y es que “la compasión es la huella de Dios en nuestro corazón. Esta es la clave. Este es el punto de inflexión. De hecho, desde ese momento la vida de aquel herido comenzó a recuperarse, gracias a aquel extraño que se comportó como un hermano. Y de este modo, el fruto no es sólo una buena acción de asistencia, sino el fruto es la fraternidad”.
Por todo ello, “como el buen samaritano, estamos llamados a hacernos prójimos de todos los viandantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor. Lamentablemente, para muchos es demasiado tarde y no nos queda más remedio que llorar sobre sus tumbas, si las tienen. Pero el Señor conoce el rostro de cada uno, y no lo olvida”.
Además, tal como ha matizado el Papa, el buen samaritano “no se limitó a socorrer al pobre viajero en el camino. Lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo”. “Aquí podemos encontrar el sentido de los cuatro verbos que resumen nuestra acción con los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Se trata de una responsabilidad a largo plazo; en efecto, el buen samaritano se comprometió tanto al ir como al regresar. Por eso es importante prepararnos adecuadamente para los desafíos de las migraciones actuales, comprendiendo sus criticidades, pero también las oportunidades que estas ofrecen, con vistas al crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas, más pacíficas”.
Por último, Francisco ha querido subrayar “la urgencia de otra acción, que no está contemplada por la parábola”: la de que “todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos”. “Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes”, ha insistido, “pero también es necesario indicar rutas más seguras”.
Por eso, “es necesario comprometerse para ampliar los canales migratorios regulares”. “En el actual escenario mundial es evidente que es necesario hacer dialogar las políticas demográficas y económicas con las migratorias, en beneficio de todas las personas implicadas, sin olvidarse nunca de poner en el centro a los más vulnerables”, ha aseverado, como “también es necesario promover una orientación común y corresponsable para el control de los flujos migratorios, que parecen destinados a aumentar en los próximos años”.