La iglesia de San Porfirio, en Gaza, fue bombardeada por Israel en la noche de este jueves 19 de octubre, un ataque que ha causado al menos 17 muertos y decenas de heridos. Pero se espera que la cifra aumente, pues el templo cristiano, el más antiguo de la franja palestina y el tercero a nivel mundial (data del siglo V), albergaba a unos 500 refugiados que han abandonado estos días sus casas en busca de un cobijo para esconderse, precisamente, de las bombas israelíes.
El Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén, titular de la comunidad, ha denunciado que, además de los graves daños en el templo, la peor parte de la ha llevado un edificio administrativo perteneciente al complejo parroquial, que ha quedado totalmente destruido. Precisamente, en él que se encontraban la mayoría de las familias palestinas protegidas, tanto musulmanas como cristianas (de hecho, la mayor parte de las víctimas mortales serían seguidores de Jesús de Nazaret).
De ahí que lamente que “apuntar a las iglesias y sus instituciones afiliadas constituye un crimen de guerra que no se puede ignorar”. Y más cuando, en plena crisis humanitaria, son espacios que tratan de proteger la vida “ciudadanos inocentes, especialmente niños y mujeres, que perdieron sus hogares como resultado del bombardeo israelí de zonas residenciales durante los últimos días”.
Según el arzobispo Alexios de Tiberíades, que se encuentra en la iglesia bombardeada, “atacaron las oficinas y la entrada del monasterio. Fueron bombardeados con un misil y todo el edificio se derrumbó. Dentro había cristianos, muchos de los cuales resultaron heridos”. “Tienen que traer excavadoras para que podamos ver cuántas personas hay bajo los escombros”, ha agregado con pesar.
Pese a este momento de prueba, se reitera que, “a pesar de los evidentes ataques contra las instalaciones y refugios del Patriarcado Ortodoxo de Jerusalén”, junto “otras Iglesias” que padecen el mismo tormento (como la Iglesia Episcopal del Hospital de Jerusalén y otras escuelas e instituciones sociales), la comunidad cristiana “sigue comprometida con su deber religioso y moral de brindar asistencia, apoyo y refugio a quienes lo necesitan, en medio de las continuas demandas israelíes de evacuar a los civiles de estas instituciones y las presiones ejercidas sobre las iglesias a este respecto”. Así, “no abandonará su deber religioso y humanitario, arraigado en sus valores cristianos, de proporcionar todo lo necesario tanto en tiempos de guerra como de paz”.
El Arzobispado Ortodoxo de Jordania no ha dudado al señalar que “el pecaminoso bombardeo israelí” ha sido “deliberado”, pues se extendió durante “mucho tiempo” y se dirigió directamente contra “los edificios pertenecientes a la iglesia de San Porfirio”, “matando a muchos inocentes que se habían desplazado hasta allí buscando seguridad”.
En memoria de “las almas de los mártires”, la Divina Liturgia de este viernes 20 se dedicará “al reposo” de los fallecidos y a orar “por la curación de los heridos y por el fin de la guerra en Gaza”, así como “para la seguridad y la paz de nuestra querida patria, Jordania”. De hecho, hoy “todas las campanas de las iglesias del Reino sonarán de luto por el descanso de las almas de los mártires inocentes”.
El Patriarcado Greco-Católico también ha emitido un comunicado y, en términos parecidos, ha denunciado la acción bélica israelí, que ha causado tanta sangre inocente. Significativamente, la iglesia de san Porfirio está a solo unos metros del Hospital Al Ahli, impulsado por la comunidad anglicana, que días atrás recibió el impacto de una bomba y ocasionó 471 víctimas. Si bien las autoridades de Gaza señalaron al momento la autoría israelí, el Gobierno de Netanyahu aseguró que el desastre había sido causado por un “misil fallido” de la Yihad Islámica, manteniéndose a día de hoy la disputa sobre a quién hay que achacar la responsabilidad del crimen.