Al menos 27 muertos y cinco personas desaparecidas dejó el huracán Otis tras su paso el 25 de octubre por el estado de Guerrero en México, siendo el puerto de Acapulco una de las ciudades más golpeadas por el fenómeno natural que alcanzó vientos máximos sostenidos de 260 km/h y rachas de hasta 315 km/h.
Otis, considerado uno de los huracanes más fuertes registrados en el Océano Pacífico mexicano, provocó también cuantiosos daños materiales: hoteles y casas destruidas, vías de acceso destrozadas y bloqueadas a causa de los árboles derribados, comunicaciones interrumpidas y escombros por todas partes.
Hasta el momento las autoridades federales y locales no han precisado el número de damnificados debido a las dificultades para acceder no sólo al puerto de Acapulco, sino a las localidades circundantes; no obstante, se habla de un millón de personas afectadas por el huracán.
La cercanía y solidaridad de los obispos
Ante los estragos ocasionados por el huracán Otis, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) expresó su cercanía y solidaridad con todas las personas y comunidades afectadas, especialmente con los habitantes de las diócesis de Acapulco, Tlapa y Chilpancingo- Chilapa en el estado de Guerrero y el sur del estado de Oaxaca.
El episcopado mexicano recordó que no solamente ha sido Otis, sino que otros fenómenos han impactado en los últimos días otras regiones del país: la tormenta Norma en las costas de Baja California como huracán de categoría 2, y 11 días antes, la tormenta Lidia tocó tierra en Jalisco en nivel 4, el más fuerte registrado en México en lo que va de 2023, dejando dos muertos y más de 5.000 viviendas afectadas entre este territorio y Nayarit.
“Somos conscientes del dolor y la angustia que embarga a miles de familias que han perdido sus hogares, bienes y medios de vida en estas zonas de desastre. Muchas localidades sufren graves daños en su infraestructura, viéndose impedidas de acceder a servicios esenciales. Nos duele profundamente cada vida humana perdida”, señaló la CEM en un comunicado firmado por su presidente, el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López.
Que nadie sea indiferente
Los obispos hicieron un llamado para que, en estos momentos difíciles, se viva la unidad y la fraternidad entre todos los mexicanos. Exhortaron a ser generosos con los damnificados, especialmente a los más pobres y vulnerables. “Que nadie se quede indiferente ante el sufrimiento de los demás”.
Asimismo, instaron a las autoridades de los distintos órdenes de gobierno a redoblar y coordinar esfuerzos para apoyar a las víctimas, garantizando su seguridad y abastecimiento de alimentos, agua, medicamentos y alojamiento temporal. También urgieron a la reconstrucción de viviendas e infraestructura pública.
La CEM detalló que desde las parroquias se brindará acompañamiento espiritual y material en la medida de sus posibilidades. “No están solos, cuentan con nuestras oraciones y con la providencia divina que nunca abandona”, concluyó el comunicado.