“María, míranos. Estamos aquí ante ti”. Así comenzaba el papa Francisco su oración por la paz este 27 de octubre en la basílica de San Pedro. Encomendándose a la Virgen. “Tú eres Madre, conoces nuestros cansancios y nuestras heridas. Tú, Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”, ha dicho el Papa.
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“En esta hora de oscuridad, nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos confiamos a tu corazón, que es sensible a nuestros problemas y que tampoco estuvo exento de inquietudes y temores. Cuánta preocupación cuando no había lugar para Jesús en el albergue, cuánto miedo cuando tuvieron que huir rápidamente a Egipto porque Herodes quería matarlo, cuánta angustia cuando se perdió en el templo. Pero en las pruebas fuiste valiente y audaz, confiaste en Dios y respondiste a la preocupación con la solicitud, al miedo con el amor, a la angustia con la donación”, ha continuado Francisco, recordando que “en los momentos decisivos” María no retrocedió, sino que tomó “la iniciativa: fuiste sin demora a ver a Isabel, en las bodas de Caná obtuviste el primer milagro de Jesús, en el Cenáculo mantuviste unidos a los discípulos. Y cuando en el Calvario una espada traspasó tu alma, tú, mujer humilde y fuerte, entretejiste de esperanza pascual la noche del dolor”.
“Solos no podemos lograrlo”
“Ahora, Madre, toma una vez más la iniciativa en favor nuestro, en estos tiempos azotados por los conflictos y devastados por las armas. Vuelve tus ojos misericordiosos a la familia humana que ha extraviado el camino de la paz, que ha preferido Caín a Abel y que, perdiendo el sentido de la fraternidad, no recupera el calor del hogar. Intercede por nuestro mundo en peligro y en confusión”, ha pedido el Papa. “Enséñanos a acoger y a cuidar la vida —¡toda vida humana!— y a repudiar la locura de la guerra, que siembra muerte y elimina el futuro”.
“María, muchas veces has venido a nuestro encuentro, pidiéndonos oración y penitencia”, ha reconocido. “Nosotros, sin embargo, ocupados en nuestros asuntos y distraídos por tantos intereses mundanos, hemos permanecido sordos a tus llamadas. Pero tú, que nos amas, no te cansas de nosotros. Tómanos de la mano, guíanos a la conversión, haz que volvamos a poner a Dios en el centro. Ayúdanos a mantener la unidad en la Iglesia y a ser artífices de comunión en el mundo. Recuérdanos la importancia de nuestro papel, haz que nos sintamos responsables por la paz, llamados a rezar y a adorar, a interceder y a reparar por todo el género humano”.
“Solos no podemos lograrlo, sin tu Hijo no podemos hacer nada”, ha afirmado Francisco. “Pero tú nos llevas a Jesús, que es nuestra paz. Por eso, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros recurrimos a ti, buscamos refugio en tu Corazón inmaculado”. Así, ha pedido a la Virgen que mueva “los corazones de quienes están atrapados por el odio, convierte a quienes alimentan y fomentan conflictos”. “Madre, enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostén a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”, ha concluido.