Desde hace más de 30 años, el religioso camilo español Mateo Bautista impulsa a nivel comunitario la pastoral del duelo. Es misionero en Lima, estuvo en Bolivia y antes, por varios años, también en la Arquidiócesis de Buenos Aires, donde conoció a Bergoglio. Bajo diversas modalidades, busca acompañar a personas golpeadas por la muerte de un familiar o un amigo cercano. Ya están presentes en 11 países de América Latina. En España, su presencia es creciente, ejerciendo esta labor pastoral de manera presencial en cuatro diócesis y atendiendo de manera virtual a personas de otras.
Tiene muy interiorizado en su carisma la idea de acompañar al que sufre y tratar de que sane de un modo integral e integrado en la familia y en la comunidad civil y parroquial. Doctor en Pastoral de la Salud, con su tesis doctoral sobre sobre el acompañamiento por muerte de hijos, ha encarnado su vocación a través de diversas modalidades, como son: el ministerio de escucha en duelo, el Grupo Parroquial de Mutua Ayuda ‘Resurrección’ y la psicoeducación multidimensional en los procesos de duelo, a través de conferencias o en hasta 70 libros, de los que una veintena están dedicados a la sanación del sufrimiento provocado por muerte de seres queridos. El último es ‘El duelo cristiano’ (San Pablo, 2023).
PREGUNTA.- La muerte forma parte de la esencia humana y está en el corazón de toda religión. Pese a ello, en la sociedad parece un tema tabú. ¿También en la Iglesia?
RESPUESTA.- Asumir el hecho de morir y hacerse protagonista de él no es fácil; conlleva madurez personal y tener muy clara la cosmovisión de la vida: de dónde venimos, para qué estamos en este mundo y cuál es nuestro destino después de la muerte. ‘Tabuizar’ la realidad del morir es signo de infantilismo personal y de una visión materialista de la vida. Es la gran tentación, también en la Iglesia. Baste oír los eufemismos que se usan en nuestras homilías y conversaciones: se destierra hasta la palabra muerte. Hablar del morir parece de mal gusto, de mal agüero, y claro, nadie se psicoeduca para esta realidad inevitable. Con esa actitud, cuando llega la hora de la verdad, nos pilla desprevenidos para asumirla y con discapacidad manifiesta para ayudar a otros con buenos procesos de duelo.
P.- Teniendo en cuenta que esta realidad está presente en todas las comunidades cristianas, ¿cómo es posible que no se le conceda un espacio pastoral propio?
R.- En la Iglesia existe una Pastoral del Duelo, pero poco desarrollada, predominando el carácter sacramental, con intervención muy puntual en velatorios o entierros, sin acompañamiento continuado ‘postmortem’, apenas predicada, catequizada y pastoralizada, sin una reflexión teológica adecuada (no se forma en ella a los seminaristas) y sin aplicar las técnicas de la más elemental relación de ayuda. Además, es muy clericalizada, sin crear un auténtico cuerpo de agentes laicos.
La pastoral del duelo, tan humana, evangelizadora y esperanzadora, no es un ministerio coyuntural, ni de un carisma particular, o de unos feligreses sensibilizados, sino una necesaria e imprescindible pastoral de toda la Iglesia, con carta de ciudadanía propia, ubicada en el corazón mismo del anuncio y praxis del Señor Jesús. ¡Hasta Dios Padre tuvo que hacer el duelo por la muerte de su Hijo! La pastoral del duelo, competente y disponible, debe estar a mano en cada parroquia o centro pastoral.
P.- ¿Se ‘despacha’ este momento de encuentro con la trascendencia demasiado rápido, simplemente con la homilía del sacerdote en el entierro, sin haber luego un acompañamiento real y duradero a los seres cercanos del fallecido?
R.- La clave es dar acompañamiento capacitado, afectuoso, y vincular a las personas dolientes (el aislamiento y soledad son fatales), así como dar continuidad en un proceso evangelizador sanador. En ‘Resurrección’ lo sintetizamos con tres palabras: comunidad, comunicación y comunión.
Una de sus aspiraciones es que personas que han sido acompañadas en los grupos, una vez ‘resucitadas’, sean ellas mismas las que coordinen nuevos grupos en otras parroquias.
El itinerario y la modalidad de la pastoral del duelo, que evangeliza consolando y sanando, lo tenemos perfectamente descrito en el relato evangélico de los dos discípulos sufrientes, decepcionados y confundidos, sin esperanza de resurrección, en un mal camino de duelo, con actitud de fuga. Debidamente acompañados por el Resucitado, vuelven a su comunidad como “resucitados” evangelizadores (Lc 24,13-35).
En el itinerario de acompañamiento, según las diversas modalidades, los dolientes han de convertirse en responsables ‘duelientes’ (‘duelar’ es el trabajo de sanación), hasta llegar a cicatrizar su herida. Los que se animan y reúnen el perfil del coordinador de ‘Resurrección’, se capacitan al menos durante un año, supervisados por su coordinador y asistiendo a la formación permanente. Que los coordinadores tengan experiencia personal de sufrimiento y sanación es un icono viviente de que se puede y debe sanar toda herida con un buen trabajo de duelo multidimensional. ¡Siempre somos más grandes que el mayor de los sufrimientos!
P.- ¿Cómo nació su vocación por acompañar este sufrimiento?
R.- Por mi experiencia de vida. Me marcó mucho, en mi preadolescencia, la muerte violenta de un primo (y el ver la repercusión en su familia), la muerte de mi mamá (soy el más pequeño de nueve hermanos) y la muerte por ahogo de un compañero. Y, precisamente, para rellenar esa grave laguna existente en la pastoral de la Iglesia; para no decepcionar a los fieles dolientes en los momentos más sufrientes de su vida; para dar continuidad a procesos de acompañamiento con heridas intensas ocasionadas por muerte por homicidio, suicidio, etc. Y, por supuesto, para concienciar dentro de la misma Iglesia.
P.- ¿Cuál es la actitud, en general, de los obispos y párrocos cuando se dirige a ellos a para plantearle el apoyo a este itinerario?
R.- Me duele mucho cuando los fieles me comentan que acuden a su párroco buscando consuelo y acompañamiento espiritual y oyen: “¿Qué quieres que te diga?” o “vete al psicólogo”. Desgraciadamente, todavía nuestros pastores creen que esta pastoral es un carisma particular o una vocación especial. También es considerada un apéndice de la pastoral de la salud.
Después de 30 años, vamos consiguiendo más sensibilidad pastoral. Gracias a Dios, ya tenemos diócesis con un delegado diocesano de Pastoral del Duelo. Hemos pedido a algunas conferencias episcopales, empezando por la argentina, el nombramiento de un secretario nacional de la Pastoral del Duelo. Y ya hay seminarios que imparten esta materia. Hay que seguir insistiendo.