Después de 25 días de trabajo, los 364 padres y madres sinodales han dado vía libre a un informe de síntesis en el que se incluyen no pocas reformas significativas, que han primado sobre cuestiones que podrían haber abierto grietas en la comunión eclesial. Desde ahí, al revisar los 336 puntos, es incluyen propuestas reseñables que abarcan toda la realidad eclesial. Una reforma integral que va desde hacer más participativa la elección de los obispos a lograr una liturgia más accesible, pasando por la necesidad de descentralizar la Iglesia. 



Pero sin duda alguna, las propuestas más relevante tienen acento femenino. Es más, los puntos que hacen referencia a ellas, a las cuestiones sexuales y a la acogida de los colectivos más discriminados en la Iglesia han sido los que se han topado con más votos en contra. A pesar de estas resistencias, todo el documento ha salido adelante.

Trabajo pastoral y ministerio

“Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en el trabajo pastoral y el ministerio”, exigen desde la Asamblea. No se quedan ahí, porque aterrizan en la necesidad de que haya juezas en los procesos canónicos, formadoras en los seminarios y que acaben los techos de cristal en los estudios teológicos. En esta misma línea, se insta a reactivar “la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado”.

La voz de denuncia de los padres y madres sinodales se concentra en “los casos de discriminación laboral y de desigualdad de remuneración en el seno de la Iglesia, en particular con respecto a las mujeres consagradas, consideradas con demasiada frecuencia mano de obra barata”.

Cambio en el lenguaje

Incluso se sugiere “que los textos litúrgicos y los documentos de la Iglesia estén más atentos no sólo al uso de un lenguaje que tenga en cuenta por igual a hombres y mujeres, sino también a la inclusión de una gama de palabras, imágenes e historias que se inspiren con mayor vitalidad en la experiencia de las mujeres”.

Más allá de las cuestiones de mujer, también se pone la mirada en el colectivo episcopal. El texto llama a revisar “los criterios de selección de los candidatos al episcopado, equilibrando” la autoridad del nuncio con la participación de la Conferencia Episcopal y con una “consulta más amplia al Pueblo de Dios”.

Verificación regular

También se habla de la pertinencia de auditar a los pastores con una “verificación regular” sobre su “estilo de su autoridad, la administración financiera de los bienes de la diócesis, el funcionamiento de los órganos de participación y la protección contra cualquier tipo de abuso”. Y no solo en aras de una mayor corresponsabilidad, sino con la vista puesta en la crisis de la pederastia: “Una cultura de rendición de cuentas es parte integrante de una Iglesia sinodal que promueve la corresponsabilidad, así como una posible salvaguardia contra los abusos”.

No es el único punto en el que se aborda esta crisis: “La Iglesia debe escuchar con especial cuidado y sensibilidad las voces de las víctimas y supervivientes de abusos sexuales, espirituales, económicos, institucionales, de poder y de conciencia por parte de miembros del clero o de personas con nombramientos eclesiales. La escucha auténtica es un elemento fundamental del camino hacia la sanación, el arrepentimiento, la justicia y la reconciliación”.

Estilo celebrativo

El Sínodo de la Sinodalidad plantea la necesidad de modificar el lenguaje litúrgico para que sea “más accesible a los fieles” y que las misas tengan “un estilo celebrativo a la altura del don y con auténtica fraternidad” y que se mejore la preparación del sacramento de la confirmación.

Las propuestas en materia formativa se concentran en “la exigencia de un mejor conocimiento de las enseñanzas del Vaticano II, del Magisterio postconciliar y de la doctrina social de la Iglesia”. A partir de ahí, se insiste en que “la experiencia de encuentro, de compartir la vida y de servir a los pobres y marginados se convierta en parte integrante de todos los itinerarios de formación ofrecidos por las comunidades cristianas: es una exigencia de la fe, no una opción”. En esta misma línea, se explicita que “es conveniente que la Iglesia se comprometa decididamente en la educación para una cultura del diálogo y del encuentro, combatiendo el racismo y la xenofobia, especialmente en los programas de formación pastoral”. “Es igualmente necesario comprometerse en proyectos de integración de los emigrantes”, se añade justo después.

Fundamentos bíblicos y teológicos

También se da un tirón de orejas para que ‘Laudato si’’ y ‘Laudate Deum’ aterricen en la agenda pastoral: “Que los fundamentos bíblicos y teológicos de la ecología integral se integren más explícita y cuidadosamente en la enseñanza, la liturgia y las prácticas de la Iglesia”.

Sobre las cuestiones vinculadas a la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial, la síntesis final se torna diplomática al ahondar en la necesidad de “tomarse tiempo para reflexionar”. Eso sí, alertan de que esta prudencia ha de hacerse “sin ceder a juicios simplificadores que hieren a las personas y al Cuerpo de la Iglesia”. Así, se exige una mayor escucha y respeto a la dignidad de las personas que “se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia por su situación matrimonial, su identidad y su sexualidad también piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad”.

Otros Sínodos

Por otro lado, se pide “experimentar formas de descentralización”, revisar el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales. También se pide un Sínodo especial dedicado a las Iglesias católicas orientales, así como un Sínodo ecuménico.

Otras propuestas pasar por establecer ministerios para jóvenes y matrimonios, revisar el documento ‘Mutuae relationes’ sobre la relación entre obispos y vida consagrada, así como dar un mayor respaldo a la pastoral de los misioneros digitales. No menos interesante es la propuesta de “incluir a los presbíteros que han dejado el ministerio en un servicio pastoral que mejore su formación y experiencia”.

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