La iglesia de la Asunción de Torrelavega (Cantabria) –la “catedral”, como conocen los feligreses al templo neogótico inaugurado en 1901– comenzó hace tres años su plena renovación. “Queremos poner la parroquia en clave del siglo XXI, que sea un lugar donde la gente venga y se encuentre a gusto”, relata su párroco, Juan Carlos Rodríguez del Pozo. La idea es transformar la misión, los valores, la dimensión de la vida parroquial y, a la vez, reformar el templo, el edificio, el hogar común. “Queremos que el templo exprese una actualización de lo que queremos que sea la Iglesia –añade–. Es una obra de mucha envergadura, igual llegaremos a invertir cerca del millón de euros. Ahora mismo vamos por 800.000 euros”.
Se ha eliminado la calefacción de gasoil –aerotermia y suelo radiante para ser más eficiente energéticamente–, limpiado los muros, renovado la piedra de Río Corvo, incorporado luminarias led regulables… “Queremos que cuando leamos la Palabra de Dios, se centre solo una luz en el ambón; si estamos consagrando, se enfoque solo el altar; si estamos en una oración de misericordia, esté más dedicada a la meditación, que la luz nos acompañe para ver la relevancia de las cosas”, continúa el párroco.
Esa luz se renueva también con la restauración de los diecisiete vitrales superiores, pendiente desde 2005, cuando se renovaron los rosetones menores, trabajo que ejecuta también el maestro vidriero Tomás Saiz Castillo. “En esa calle donde está la iglesia de la Asunción viví desde los 5 años –explica el artista–. La iglesia es como mi casa y veía las vidrieras súper deterioradas, a falta de masilla, sin protecciones. Ya antes de la pandemia, se decidió que se iban a restaurar. Vino la pandemia, se paró otra vez. Son diecisiete ventanales y cada ventanal tiene dieciséis vidrieras en total. Las medidas más o menos son unos cinco metros por uno”.
Esos vitrales fueron obra del taller leonés de Guillermo Alonso Bolinaga. “Hay que tratarlas con mucho respeto para no estropear algo que ya se hizo muy bien hace 126 años”, continúa Saiz Castillo. “En las vidrieras veo alegrías, aunque tengan mucho polvo, es la alegría de 126 años de celebraciones y 126 años de tristezas, porque la vida es así –manifiesta–. Hay funerales, tienen lágrimas y tienen una Guerra Civil. Y se palpa en ellas que ha habido intervenciones anteriores por gente que sabe y por gente que no sabía nada. Que han hecho barbaridades: desde poner un metacrilato en vez de un cristal hasta colocar papel de colores”.
Ahora mismo Saiz Castillo las tiene en su taller, también en Torrelavega. “Cada una tiene sus problemas: unas estropeadas por el plomo, otras tienen dañada la grisalla, en algunas solo hay suciedad”, relata. “Están a veinte metros de altura y, desde abajo, prácticamente no se aprecia nada, pero cuando las bajas y las pones encima de la mesa, realmente ves lo que hay”. Además, hay una pluralidad de diseños: florales, geométricas, imágenes de santos…
Más allá de esta restauración –que supera ya los 170.000 euros–, los vitrales se van a iluminar por dentro, para que se vean más desde la calle, a la vez que se reiluminarán también las bóvedas del templo. “Entra dentro de una reflexión sobre qué tipo de parroquia queremos para el siglo XXI, y toda la reforma se lleva a cabo con esta mentalidad. No son solamente las vidrieras, sino cómo ponemos en valor todo, para aprovecharlas artísticamente y también pastoralmente”, prosigue el párroco.