La visita al cementerio y la participación en las misas de estos días es una auténtica costumbre arraigada para muchas familias en la sociedad española
Por mucho que colegios, discotecas o ayuntamientos programen sus fiestas en torno a calabazas, arañas y calaveras, lo cierto es que los cementerios españoles estos días están llenos de flores y las colas de las pastelerías se multiplican ofreciendo panellets, buñuelos y huesos de santo. La visita al cementerio y la participación en las misas de estos días es una auténtica costumbre arraigada para muchas familias.
Según las regiones, en España por estas fechas hay grandes mercadillos o fuertes celebraciones de las comunidades latinas y sus ricas tradiciones para estos días. Sirva como ejemplo el altar de muertos que se monta cada año en la Casa de México en Madrid, abierto ya desde el 7 de octubre y que homenajea, bajo una imagen de la Virgen de Guadalupe, a 30 mujeres con trayectoria destacada que han marcado un antes y un después en México a través de sus ideas, su trabajo, su valentía y su creatividad.
Más allá de estos elementos pintorescos o de la campaña de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en paradas de autobús, vallas publicitarias y estaciones de metro de más de 60 ciudades de España dando “calabazas a Halloween”, reivindicando las figuras de algunos santos usando la estética de las películas de terror. Los cierto es que el recuerdo de los difuntos está muy conectado con la llamada universal a la santidad, ese mantra del Vaticano II que Francisco ha recuperado en ‘Gaudete et exultate’:
Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”.
La expresión ‘Halloween’ significa simplemente “la víspera de Todos los Santos”. Ahora bien, se ha convertido en una celebración universalizada por los productos audiovisuales estadounidenses que lo mismo toma elementos del recuerdo cristiano de los Difuntos, el Samhain celta o la abstinencia de carne transformada en la preferencia por la calabaza.
Desde luego en esta celebración, cada vez más desvinculada de sus orígenes religiosos, se han mentido algunos restos de la raíces gaélicas y celtas que han llegado hasta nosotros tan mezcladas con los cultos romanos a la diosa de las futas Pomona o las celebraciones de difuntos, las Parentalia. El término Samhain era la celebración del final de las cosechas, que se traducía en diferentes cultos y ritos según hablemos de los celtas irlandeses o británicos, que celebraban el nuevo año con esta fiesta. La puerta al nuevo mundo es una constante que se repite en cualquiera de sus variantes.
Las costumbres estadounidenses y canadienses en torno a esta tradición encuentran su inicio en los migrantes irlandeses quienes, a partir de una historia popular, incorporaron las calabazas a la celebración –símbolo popularizado en la llamada Gran hambruna irlandesa de mediados del XIX–. El primer desfile masivo está documentado en 1921 en Minnesota y una película de serie B de 1979, llamada precisamente ‘Halloween’ llevará el “truco o trato” al mundo entero. Los signos de identidad de la celebración se irán configurando en torno a las manzanas de caramelo, las calaveras, las brujas y esqueletos…
El tono terrorífico que ha ido tomando la celebración de Halloween ha provocado un movimiento alternativo en determinados ambientes católicos para exorcizar tan diabólica fiesta para los más pequeños. Por ello ha tenido cierta repercusión la celebración de “Holywins”, juego de palabras que significa “la santidad vence”. En esta fecha se animado a los chicos y chicas a jugar y divertirse sanamente, pero disfrazados de sus santos favoritos. En estos días han sido noticias estas convocatorias en Ciudad Rodrigo o poblaciones de Cádiz, Huelva o Almería; también en Albacete o Cáceres.
Parece ser que la iniciativa nació en los ambientes tradicionalistas de la diócesis de París en el año 2002 y en España, la diócesis de Alcalá ha sido su abanderada desde 2009. El trasfondo es el oscurecimiento que las tradiciones paganas han hecho de las celebraciones de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, con las que comienza la liturgia del mes de noviembre siguiendo la tradición de los monjes de Cluny.
Las ideas más habituales son la vara de san José, el sari de la Madre Teresa de Calcuta, el escapulario de la Virgen del Carmen, la armadura de santa Juan de Arco, el traje de romano de san Sebastián, reutilizar un traje de Pocahontas para ser santa Catalina Tekawitha o el hábito de monja que lo mismo sirve para santa Rita de Casia que para Teresa de Lisieux. Ahora bien, hay que tener cuidado con no traspasar la delgada línea que separa la celebración con los aterradores disfraces de Halloween con una santa Lucía con los ojos en un plato o santa Águeda con sus pechos en bandeja… por no mencionar el martirio de Edith Stein en la cámara de gas, los cristianos romanos devorados por las fieras en el circo o los jesuitas japoneses sometidos a múltiples y variadas torturas…
Para la diócesis de Alcalá las tradiciones de Halloween por su “forma de plantear la vida y la muerte, el bien y el mal, son completamente distintas a las del Evangelio de Cristo y a la Tradición de su Iglesia”. Por ello Holywins espera romper “el culto a la muerte y la exaltación de lo monstruoso o feo que trae consigo, pues lo propio de los cristianos es celebrar el triunfo de la vida y promover la belleza y el bien”. ¿Será esta esa santidad de la puerta de al lado?