El Papa ha celebrado hoy, en el Día de los Fieles Difuntos, la misa en el Cementerio de la Guerra de Roma
“Hoy, pensando en los muertos, acariciando la memoria de los muertos y acariciando la esperanza, pedimos al Señor la paz, para que los pueblos ya no se maten entre sí en las guerras”. Así se ha expresado Francisco durante la misa que ha celebrado hoy, en el Día de los Fieles Difuntos, en el Cementerio de la Guerra de Roma, donde están enterrados los soldados británicos y de la Commonwealth que lucharon por la liberación de Italia en la II Guerra Mundial.
El Pontífice, durante su homilía, ha recordado a los “muchos muertos inocentes, muchos soldados que pierden la vida. La mayoría tiene entre 20 y 30 años. Vidas truncadas, vidas sin futuro. Y pensé en los padres, en las madres que recibieron esa carta: ‘Señora, tengo el honor de decirle que tiene un hijo héroe’. ‘¡Sí, héroe, pero me lo quitaron!’. Tantas lágrimas en esas vidas se cortaron”. “¿Pero por qué esto?”, se ha preguntado, para luego resaltar que “las guerras son siempre una derrota, siempre”.
Recordando a los jóvenes enterrados en ese campo santo, Jorge Mario Bergoglio no ha podido evitar pensar en las guerras de hoy. “En las guerras del mundo, incluso en las más cercanas a nosotros, en Europa y fuera: ¡cuántas muertes! La vida se destruye sin ser consciente de ello”. Y, sin embargo, “no hay victoria total, no. Sí, uno gana al otro, pero detrás siempre está la derrota del precio pagado”.
En este sentido, ha invitado a rezar por los difuntos, por “todos, por todos: que el Señor los reciba a todos. Y también oramos para que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos dé esperanza: la esperanza de seguir adelante y de poder encontrarlos a todos junto a Él, cuando Él nos llame”.
Antes, Francisco ha centrado su sermón en dos ideas: la memoria y la esperanza. “Memoria de quienes nos precedieron, que gastaron su vida, que terminaron esta vida; memoria de tantas personas que nos han hecho bien: en la familia, entre amigos… Y también memoria de quienes no pudieron hacer tanto bien, pero fueron acogidos en la memoria de Dios, en la misericordia de Dios. Es el misterio de la gran misericordia del Señor”, ha señalado.
Y luego, la esperanza. “El de hoy es un recuerdo para mirar hacia adelante, para mirar nuestro camino. Caminamos hacia el encuentro, con el Señor y con todos. Y debemos pedir al Señor esta gracia de la esperanza: la esperanza que nunca decepciona; la esperanza, que es la virtud cotidiana que nos hace avanzar, nos ayuda a resolver problemas y a buscar salidas”. Pero “siempre adelante, adelante. Esa esperanza fecunda, esa virtud teologal de cada día, de todos los momentos: la llamaré virtud teologal ‘de la cocina’, porque está a mano y siempre viene en nuestro auxilio”, ha aseverado.