El papa Francisco ha celebrado esta mañana en la Basílica de San Pedro la misa en memoria del difunto Benedicto XVI y los cardenales y obispos fallecidos durante el año. Al hilo del Evangelio ha vertebrado su homilía en torno a dos palabras: compasión y humildad.
- PODCAST: Reforma sinodal voto a voto
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Compasión
“Jesús ve y se deja conmover. Benedicto XVI en su primera encíclica –’Deus caritas est’– escribió que el programa de Jesús es un ‘corazón que ve’. Cuántas veces nos ha recordado que la fe no es en primer lugar una idea que debamos entender o una moral que debamos asumir, sino una Persona que debemos encontrar, Jesucristo. Su corazón late con fuerza por nosotros, su mirada se apiada de nuestro sufrimiento”, ha comenzado explicando el Pontífice.
Para Jorge Mario Bergoglio, “la divinidad de Dios resplandece al tocar nuestras miserias, porque su corazón es compasivo. El don de la vida que vence a la muerte brota precisamente de aquí, de la compasión del Señor que se conmueve ante nuestro mal extremo, la muerte”. Y ha agregado: “Qué importante es comunicar esta mirada de compasión a quien vive el dolor de la muerte de sus seres queridos”.
Según ha señalado el Papa, “la compasión de Jesús tiene una característica: es concreta. Su compasión elimina las distancias y lo lleva a hacerse cercano. Es el estilo de Dios, hecho de cercanía, compasión y ternura. Y de pocas palabras”.
Como ha recalcado Francisco, “los más solos y abandonados, que no pueden poner su confianza en nadie más que en Dios, son las personas más íntimas y queridas para el Señor”. Por eso, “no se puede ser íntimos y queridos para el Señor ignorándolos, pues gozan de su protección y de su predilección, y nos acogerán en el cielo”, ha aseverado.
Humildad
“Los que rechazan toda presunción de autosuficiencia, se reconocen necesitados de Dios y se abandonan en Él, son los humildes. Y son estos pobres en espíritu los que nos revelan la pequeñez que al Señor agrada, el camino que conduce al Cielo. Dios busca personas humildes, que esperan en Él, no en sí mismos y en sus propios planes”, ha recalcado, para luego completar: “La humildad cristiana no es una virtud entre otras, sino la actitud fundamental de nuestra vida, la de creernos necesitados de Dios y dejarle lugar, poniendo en Él toda nuestra confianza”.
En el mismo sentido, ha continuado: “Dios ama la humildad porque le permite interactuar con nosotros. Más aún, Dios ama la humildad porque Él mismo es humilde. Él desciende hasta nosotros, se abaja, no se impone, deja espacio. Dios no solo es humilde, sino que es humildad. Pensemos en el Padre, cuyo nombre está totalmente referido al Hijo, y no a sí mismo; y al Hijo, cuyo nombre está todo Él en relación al Padre. Dios ama a aquellos que no están centrados en sí mismos, precisamente los humildes. Aquellos que se le parecen más que ninguno”.
Así, Francisco ha recordado las palabras con las que el Papa Joseph Ratzinger comenzó su papado: “Soy un humilde trabajador de la viña del Señor”. “Sí, el cristiano, sobre todo el Papa, los cardenales, los obispos, están llamados a ser humildes trabajadores: a servir, no a ser servidos; a pensar, antes que en sus propios beneficios, en los de la viña del Señor. Y qué hermoso es renunciar a sí mismos por la Iglesia de Jesús”, ha afirmado.
Por todo ello, ha invitado a pedir a Dios “una mirada compasiva y un corazón humilde”. “No nos cansemos de pedírselo, porque es en el camino de la compasión y de la humildad que el Señor nos da su vida, que vence a la muerte. Y recemos por nuestros queridos hermanos difuntos. Sus corazones han sido pastorales, compasivos y humildes, porque el sentido de sus vidas ha sido el Señor. Que en Él encuentren la paz eterna”, ha subrayado.