“Una Iglesia sinodal es una Iglesia constructora de paz”. De ello está convencida la hermana Shizue Hirota, de la Comisión Preparatoria de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, incluida en la lista de participantes entre los expertos y facilitadores. Una paz que debe cultivarse ad-intra y ad-extra. Porque, observa la religiosa japonesa, una Iglesia sinodal es capaz de “gestionar las tensiones sin verse aplastada por ellas”. Y en momentos en que hay grandes preocupaciones sobre los conflictos en el mundo, en concreto el de Ucrania, sus palabras son necesarias. Declaraciones que también potencian su actitud personal que también aplica en la Iniciativa Católica por la No Violencia de Pax Christi Internacional de la que forma parte.
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Desde el ‘Instrumentum laboris’ se siente muy interpelada sobre la cuestión de cómo ayudar a las Iglesias locales a promover la catolicidad de la Iglesia en una relación armoniosa entre unidad y diversidad. Además, el concepto de armonía, por el que tanto se preocupa el Papa Francisco, es en gran medida atribuible al mundo oriental, hasta el punto de que “vivir el diálogo con las religiones está llamado a ser nuestro estilo de vida”, afirma sor Hirota. De hecho, es algo que vivió y sigue viviendo en primera persona.
Nació en el seno de una familia sintoísta, asistió a una escuela católica y su bautismo fue único en su momento en el barrio enteramente budista donde vivía. El desafío, señala la religiosa, es cómo poder expresar al Dios de Jesús a través de nuestras relaciones interpersonales. “Ahora que la Iglesia se está volviendo cada vez más multicultural en Japón y más allá, existe una demanda constante de ser intercultural para promover la catolicidad”, explica.
Prueba de la importancia del enfoque espiritual del Extremo Oriente, que marca un horizonte integral e interconectado, lo demuestra también el hecho de que entre los presidentes delegados en la Asamblea General del Sínodo hay dos mujeres, entre ellas una japonesa. Es Momoko Nishimura, quien tradujo ‘Fratelli tutti’ a su propia lengua. Su presencia confirma una vez más la voluntad de una asamblea cuyo trabajo pretende apoyarse en la contribución de quienes, en un contexto de minoría religiosa (en Asia los católicos son el tercer lugar 3,3% de la población), trabajan para crear puentes y dinámicas de diálogo a todos los niveles, desde la experiencia de lo trascendente hasta la acción por la justicia social y ecológica.
Estos últimos son temas en los que el Consejo Católico para la Justicia y la Paz de la Conferencia Episcopal de Japón trabaja mucho en colaboración con el Consejo Nacional Cristiano de Japón, con varias escuelas budistas como la Nihonzan Myohoji, la Rissho Koseikai, la Jodo-Shinshuu y la Nichiren-shu, precisa la religiosa. La intención es formar “una red proactiva centrada en cuestiones concretas como la paz en Myanmar, Ucrania, Sudán, la promoción del Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares, la abolición de las centrales nucleares, la trata de personas y el cambio climático”. Esta es la Iglesia en la que trabaja Hirota, este es el sueño en el que le gustaría que perseverara la Iglesia universal, con un espíritu constante de apertura y parresía.
Escuchar y escucha
La religiosa recuerda que el documento de trabajo para la fase continental “Ensancha el espacio de tu tienda”, “fue una sorpresa refrescante y esperanzadora para muchos de nosotros”. “Debemos animar a todos a hablar desde el corazón y sin miedo. La actitud de quitarnos los zapatos, entrar en el mundo del otro y contemplar al otro como imagen de Dios nos permite crear una comunidad de búsqueda y discernimiento”, asegura. La hermana Shizue precisa además que “algunos miembros de la Iglesia jerárquica no están contentos con el proceso sinodal iniciado por el papa Francisco”. “El temor es que el sínodo socave las doctrinas. Dejar hablar al Espíritu, este es el criterio rector, porque Él es el protagonista”, explica la religiosa.
Lo importante es escuchar y escucharse unos a otros, no solo con los oídos. Es emblemática la imagen que utiliza Hirota para resaltar una peculiaridad enteramente oriental que puede ser muy útil para alimentar una cierta práctica de la fe en Occidente y encontrar concentración, respeto y presencia en las relaciones. El ejemplo es el ritual del té japonés: cada gesto expresa el cuidado y el compromiso realizado “con todo el corazón, el alma y la mente de quien sirve”. Lo mismo ocurre con la acogida al huésped, en un proceso silencioso y lento donde, a través de la materia y el cuerpo, se experimenta lo espiritual. Se trata de “sentir a Dios encarnado en todo lo que existe. Todo respira Dios”. ¡Adelante con el sínodo!
*Reportaje original publicada en el número de octubre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva