Con la presencia de todos los obispos del país, este lunes comenzó la 123° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, que se desarrollará en el Cenáculo, la casa de retiros que se encuentra en la localidad de Pilar, diócesis de Zárate-Campana.
Está presidida por su titular, Oscar Ojea, obispo de San Isidro, y los demás miembros de la Comisión Ejecutiva: Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y vicepresidente 1°; Carlos Azpiroz Costa, op, arzobispo de Bahía Blanca y vicepresidente 2°; y el obispo auxiliar de La Plata, Alberto Bochatey, osa, y secretario general de la CEA. Acompaña a la Asamblea, el nuncio apostólica en el país, Miroslaw Adamczyk.
Como es habitual, el debate comenzó con un análisis sobre la situación social y pastoral que los mismos obispos comparten, según realidades y áreas de competencia.
El tema central de este plenario es el proceso sinodal, después de la participación de la Asamblea y de la difusión de la síntesis de las deliberaciones en Roma. En este plenario, se trabajará en un discernimiento comunitario.
Otras temáticas previstas son sobre la pastoral juvenil y vocacional, y las presentaciones de los equipos de Educación Católica, Catequesis, Cáritas y de Asuntos Económicos.
Para finalizar este lunes, se celebró la Misa inaugural, presidida el obispo Ojea, titular del episcopado argentino.
En esta Eucaristía destacó que Jesús, una vez más, los invita a compartir la mesa, y los invitados al “banquete del amor” no tienen cómo retribuir lo recibido. Aludió a San Agustín quien expresó que antes de sentarse en esta mesa hay que pensar qué estamos haciendo y preguntarse si estamos dispuestos a entrar en la lógica de comulgar con Él y prolongar esta entrega en la propia vida.
De acuerdo al Evangelio escuchado (Lc 14 1. 12-14): Jesús come en la casa de un fariseo, es el centro de atención de todos, y propone “un comportamiento paradojal: invitar a comer a quien no puede retribuirnos“, Ojea quiso compartir tres ideas:
Finalmente, el presidente de la CEA confirmó el “profundo deseo que tenemos de que el Papa Francisco visite nuestro país”. Cree que, sin duda, se traducirá sin duda en un encuentro muy esperado entre el pastor y su pueblo, nos ayudará a sanar heridas, a crecer en el aprendizaje del diálogo y a renovarnos en el espíritu misionero para poder tender una mesa generosa en la que haya lugar para todos.