Cardenal mexicano analiza la discusión en el Sínodo referente al papel de las mujeres en la Iglesia

Felipe Arizmendi, responsable de la Doctrina de la Fe en el Episcopado, hace un recuento de los puntos de convergencia y los temas que aún deben discutirse

Cardenal mexicano analiza la discusión en el Sínodo referente al papel de las mujeres en la

El cardenal mexicano Felipe Arizmendi Esquivel analizó los puntos de discusión del Sínodo de los Obispos -celebrado en Roma del 4 al 29 de octubre- en torno el papel de la mujer en la Iglesia católica.



El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en el episcopado mexicano, dejó en claro que no es el momento de tomar decisiones sobre este tema, sino de escuchar propuestas que llegan de todo el mundo, de personas de muy diferentes culturas y orientaciones teológicas y pastorales, por lo que se siguen analizando opiniones sobre este y otros temas.

Puntos de convergencia

En este contexto, el cardenal Arizmendi citó ocho de los puntos en los que todos los participantes en el Sínodo estuvieron de acuerdo:

  1. Fuimos creados varón y mujer, a imagen y semejanza de Dios. Desde el principio, la creación articula unidad y diferencia, dando a la mujer y al hombre una naturaleza, una vocación y un destino compartidos y dos experiencias distintas de lo humano. La Sagrada Escritura da testimonio de la complementariedad y reciprocidad de la mujer y el hombre. Jesús consideró a las mujeres sus interlocutoras.
  2. En Cristo, mujeres y hombres están revestidos de la misma dignidad bautismal y reciben por igual la variedad de los dones del Espíritu. Hombres y mujeres están llamados a una comunión caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva, que debe encarnarse en todos los niveles de la vida de la Iglesia.
  3. Que la Iglesia que crezca en su compromiso de comprender y acompañar pastoral y sacramentalmente a las mujeres.
  4. Las mujeres constituyen la mayoría de los fieles y a menudo son las primeras misioneras de la fe en la familia. Las mujeres consagradas, en la vida contemplativa y apostólica, constituyen un don, un signo y un testimonio de fundamental importancia entre nosotros.
  5. María de Nazaret, mujer de fe y madre de Dios, sigue siendo para toda una fuente extraordinaria de sentido desde el punto de vista teológico, eclesial y espiritual.
  6. Existe una profunda gratitud por la labor de sacerdotes y obispos, pero también se habló de una Iglesia que duele. El clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad siguen marcando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión. Es necesaria una profunda conversión espiritual como base de cualquier cambio estructural. Los abusos sexuales, de poder y económicos siguen exigiendo justicia, sanación y reconciliación. Nos preguntamos cómo puede convertirse la Iglesia en un espacio capaz de proteger a todos.
  7. El proceso sinodal muestra que es necesaria una renovación de las relaciones y cambios estructurales. Así podremos acoger mejor la participación y la contribución de todos -laicos y laicas, consagrados y consagradas, diáconos, sacerdotes y obispos- como discípulos corresponsables de la misión.
  8. Se debe evitar repetir el error de hablar de las mujeres como una cuestión o un problema. Por el contrario, deseamos promover una Iglesia en la que hombres y mujeres dialoguen para comprender mejor la profundidad del plan de Dios, en el que aparecen juntos como protagonistas, sin subordinación, exclusión ni competencia”.

Temas que deben analizarse

Y sobre las cuestiones que aún deben analizarse, el cardenal mexicano enlistó dos, que abarcan a su vez varios rubros:

  1. “Exigencia de un mayor reconocimiento y valorización de la aportación de las mujeres y de un aumento de las responsabilidades pastorales que se les confían en todos los ámbitos de la vida y la misión de la Iglesia. ¿Cómo puede la Iglesia incluir a más mujeres en las funciones y ministerios existentes?
  2. Se han expresado diferentes posturas sobre el acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Algunos consideran que este paso sería inaceptable, ya que estaría en discontinuidad con la Tradición. Para otros, sin embargo, conceder a las mujeres el acceso al diaconado restauraría una práctica de la Iglesia primitiva. Otros ven en este paso una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos, fiel a la Tradición y capaz de encontrar eco en los corazones de muchos que buscan una renovada vitalidad y energía en la Iglesia. Algunos expresan el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica, acogiendo con agrado que la Iglesia se alinee con el espíritu de los tiempos”.

Además, compartió algunas de las propuestas concretas que se realizaron durante el Sínodo:

  1. “Ampliar el servicio de escucha, acompañamiento y atención a las mujeres más marginadas en los distintos contextos sociales.
  2. Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en el trabajo pastoral y el ministerio. El derecho canónico debe adaptarse en consecuencia.
  3. La investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado debe continuar.
  4. Hay casos de discriminación laboral y de desigualdad de remuneración en el seno de la Iglesia, en particular con respecto a las mujeres consagradas, consideradas con demasiada frecuencia mano de obra barata.
  5. Las mujeres deben ser incluidas en los programas de enseñanza y formación de los seminarios.
  6. Que los textos litúrgicos y los documentos de la Iglesia estén más atentos no sólo al uso de un lenguaje que tenga en cuenta por igual a hombres y mujeres, sino también a la inclusión de una gama de palabras, imágenes e historias que se inspiren con mayor vitalidad en la experiencia de las mujeres”.

El Papa tendrá la última palabra

Tras señalar que es importante que lo que los representantes en el Sínodo dijeron no se quede en papel y se dé a la mujer el lugar que Dios quiere para ella desde el hogar y la comunidad, el arzobispo Arizmendi recordó que será en octubre de 2024, una vez que se concluya la segunda sesión del Sínodo y se entreguen las propuestas al Papa, cuando el Santo Padre, “con la autoridad que le viene del mismo Jesús, nos indicará el camino a seguir”.

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