Más de cien obispos de la Conferencia Episcopal Argentina, en el marco de la 123° Asamblea Plenaria, se trasladaron al Santuario de Nuestra Señora de Luján para agradecer a la Patrona de Argentina la próxima beatificación de Eduardo Francisco Pironio y para rezar por la Patria.
Presidió la Eucaristía, el flamante cardenal Ángel Rossi sj, arzobispo de Córdoba, y en la homilía se centró en dos imágenes que surgen del salmo y la lectura. La primera se refiere a la figura del niño tranquilo en brazos de su madre. Comentó que, según los estudiosos de la Biblia, hablan de un niño destetado que ya salió del regazo de su madre y enfrenta al mundo. Y si algo lo asusta vuelve a los brazos de su madre que lo consuela, lo acaricia y lo anima para volver a salir. El sabe dónde volver, hacia dónde rumbear cuando las circunstancias o las personas lo agreden, lo hieren o lo ponen en riesgo.
Rossi aseveró: “Eso es Luján para nuestro pueblo fiel. Nuestra gente tiene bien claro en su corazón que Luján es casa materna, y por lo tanto es punto de referencia seguro donde siempre se vuelve: cuando hay cosas lindas que celebrar o agradecer o como en estos tiempos ciertamente duros, críticos, en que nos sentimos cansados y agobiados a buscar cobijo y consuelo, a buscar alivio y fortaleza en los brazos de la Madre”.
Seguidamente, el cardenal se refirió al estado de hostilidad, despersonalización y sensación de intemperie que sufre nuestra patria, sobre todo los más pobres. “Necesitamos -dijo- un lugar en el que nos sentimos aceptados incondicionalmente, donde recuperar confianza y perder miedos y donde abrigados y protegidos por un cuidado materno podamos cicatrizar heridas. Un lugar, como dice el Apocalipsis, donde Dios mismo estará con nosotros y nos enjugará las lágrimas de los ojos”.
Añadió que los obispos argentinos también llegan a Luján, no con los méritos, sino con cansancios y opresiones. Sin fingimientos, sin ocultar miseria y con debilidades quieren unirse a la súplica del pueblo de Dios para pedirle a la Madre que los cuide, que cuide a las familias, los abuelos, los chicos, a los jóvenes entrampados en la droga, para que no falte el pan en la mesa ni medicamentos para los enfermitos, para que haya trabajo digno y un techo para todos, y sobre todo, que haya paz en el mundo y en nuestra tierra.
La otra imagen que quiso rescatar es la imagen de la Virgen al pie de la cruz. Recordó que los discípulos, al ver la cruz, lo dejaron solo y huyeron. “Frente a la cruz o se huye o se está. No hay seguimientos de lejos a la cruz”, aseguró y siguió: “Al pie de la cruz estaba su Madre”.
Rossi reconoció que el pueblo es maestro de la paciencia y la perseverancia, que son virtudes del que espera, del que sabe que por ser discípulo de un Resucitado no nos está permitido el desencanto consentido: “experimentarlo es inevitable; consentirlo es evitable”, afirmó. Pidió no dejar que el desencanto se instale en el corazón, invada el juicio, los comentarios, las durezas en el confesionario y las homilías. Que no nos volvamos anunciadores amargos, profetas de calamidades, “viejos viscachas”.
El arzobispo cordobés quiso recuperar la imagen de María como madre de esperanza que enseña a mirar con paciencia y perseverancia, en tiempos en los que muchos cristianos, están tentados de no esperar más, y espera que la Virgen le pida a su Hijo que tenga misericordia de nosotros y nos venga a buscar en el camino de nuestras fugas e impaciencias como lo hizo con los discípulos de Emaús. Finalmente, exhortó: “Que nos ayude a dar sentido a los tiempos dramáticos que estamos viviendo y a vencer la tentación de la angustia. Que aprendamos cómo vivir nuestra condición presente desde la luz que el resucitado proyecta sobre este tiempo en el cual nos encontramos”.
Se dirigió a la Señora de Luján con una oración compuesta por el hermano Fermín Gainza:
Detén tu carro, Madre, en nuestras almas
como lo hiciste antaño, allá en Luján.
La tarde va cayendo y hace frío.
Tu manto azul nos puede cobijar.
Tu puedes encender en nuestro pecho,
fogón de fe, esperanza y caridad.
Detén tu carro, Madre, en las escuelas
para que Cristo reine de verdad.
Tus manos pueden convertir en rosas
las flores angustiadas del cardal.
Detén tu carro, Madre, en los hogares
para fortalecernos con tu paz.
Conserva en ellos las virtudes recias,
sostén seguro en todo temporal.
Alumbra con tu luz las noches negras.
Bendice con tus manos nuestro pan.
Bajo el alero de tus manos juntas,
Señora de Luján,
consérvanos perpetuamente,
libres de todo mal.
Los obispos pidieron la pronta visita del papa Francisco, y convocaron a una jornada de oración de toda la Iglesia para el próximo viernes 17, vísperas de la elección presidencial que se desarrollará el domingo 19. Al finalizar la Santa Misa, rezaron ante la tumba del cardenal Eduardo Pironio, en uno de los laterales del altar principal de la Basílica.