“Si todo abuso de menores es deleznable, es especialmente sangrante cuando acontece por medio de un clérigo”. Sin más rodeos, Carlos Morán, el decano del Tribunal de la Rota Romana en España, se manifestaba esta tarde como el ponente principal de la ‘Tercera Jornada sobre Abusos de Poder y de Conciencia’ del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) celebrada este sábado 11 de noviembre y centrada en la necesaria transformación jurídica y estructural de la Iglesia para plantarle cara a esta lacra.
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El centro de formación de los misioneros claretianos contó además con las aportaciones del jesuita Miguel Campo, vicedecano de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas y el claretiano Teodoro Bahillo, claretiano, profesor de Derecho Canónico en nuestro Instituto y en la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas . Tanto Campo como Bahillo son además, miembros del servicio jurídico de CONFER. Los tres especialistas estuvieron arropados por el director del ITVR, el claretiano Antonio Bellella.
Daño múltiple
En su ponencia, Morán repasó los procedimientos canónicos que debe acometer toda institución eclesial al tener conocimiento de este delito. Para el decano, la pederastia eclesial provoca a la vez, un daño incalculable al menor, un escándalo a los fieles y a la credibilidad de la Iglesia y se lesiona la confianza de la sociedad.
“Sin lo jurídico en general, y sin lo procesal en particular, no hay ninguna posibilidad de afrontar el problema de los abusos de manera seria y fundada, no es posible una acción pastoral que olvide la dimensión jurídica del problema”, apuntó Morán. “La devaluación jurídica es una de las causas, sino la causa mayor de la crisis de los abusos, que no la causa de los abusos”, específico, subrayando que el derecho no solo se vincula a hechos pasados, sino también a futuro.
Paradigma nuevo
“Hay un paradigma nuevo que se traduce en un bien jurídico nuevo”, apreció en relación a la transformación que se ha realizado en estos últimos años como el cambio del título que cobija el delito de abusos de menores, la incorporación de laicos al tipo penal, la fijación del elemento objetivo en los términos que se ha hecho “marca un cambio que yo diría histórico”.
A partir de ahí, el decano de la Rota dio un paso adelante: “Sostengo que en el derecho de la Iglesia el menor tiene que ser parte procesal, en la Iglesia no lo es, como tampoco lo es en la mayor parte de los ordenamientos jurídicos que viene del derecho romano”. Así, puso como ejemplo el derecho francés o italiano. “Llegará el tiempo en el que la víctima sea considerada parte y tenga los derechos propios de la parte”, suscribió.
Ante Gabilondo
Morán relató además que defendió esta propuesta en los dos encuentros con el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, para la elaboración del informe ya publicado: “Me trataron con suma amabilidad, les di toda la información que me pidieron y me dijeron que se quedaron gratamente sorprendidos por el rigor técnico y por la profesionalidad de las actuaciones del Tribunal de la Rota”.
Con este precedente, sí discrepó de un punto que contiene el informe Gabilondo en el que alerta de que las normas eclesiales no se aplican del modo adecuado. “No puedo estar de acuerdo. Establecer esta afirmación como algo general no responde a la verdad, lo que no significa que haya situaciones concretas susceptibles de ser mejoradas”, rebatió.
Respuesta ineludible
“Venimos de una situación a la que hemos respondido de forma inapropiada, insuficiente y que ha causado un gran dolor”, expuso Miguel Campo sin ánimo de culpabilizar ni a obispos ni a superiores de las congregaciones. Para el canonista jesuita, subrayó que “el Derecho no es un elemento extraño, sino como una herramienta al servicio de la pastoral, para dar una respuesta en justicia a los problemas que se presentan en la comunidad”. A partir de ahí, enfatizó que en el caso de los abusos “se ha dado una respuesta indudable sin matices, valiente y decidida, especialmente por los recientes papas”. “Esta reforma está plenamente asumida en la cabeza de la Iglesia, en los tres últimos papas, pero todavía es una tarea pendiente que baje a todos los miembros y nos vaya cambiando”, apuntó.
Por su parte, en su alocución, Antonio Bellella apuntó que resulta “casi imposible no sentirse interpelados por esta terrible cuestión cuando la sociedad reclama respuestas claras de quienes, en virtud de una vocación, dedicamos la vida al servicio del Evangelio”. El director del centro de formación apreció el “serio esfuerzo que la Iglesia está haciendo para afrontar todo tipo de abusos en su seno: el de la transformación jurídica y canónica”. “Reformar las leyes no es una mera anécdota”, valoró, sabedor de que “cada modificación legal puede tener el efecto de una revolución silenciosa” entendida como “apuesta que a medio y largo plazo tiene consecuencias importantes”.