El monasterio Mater Ecclesiae, donde residió Benedicto XVI desde que renunciara como papa y donde falleció, tiene nuevas inquilinas: las monjas de la Orden Benedictina de la Abadía de Santa Escolástica en Victoria, provincia de Buenos Aires (Diócesis de San Isidro) en Argentina.
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Las seis religiosas que, conforme a los Estatutos, formarán la comunidad monástica, comenzarán a habitar en el Monasterio los primeros días de enero por petición expresa del papa Francisco, quien les ha hecho la solicitud a la que ellas han respondido afirmativamente.
Volver a lo dispuesto por Juan Pablo II
La realidad es que Juan Pablo II, con el breve ‘La vita contemplativa’ del 25 de marzo de 1994, erigió canónicamente en la Ciudad del Vaticano este Monasterio de vida contemplativa en el que Benedicto XVI quiso vivir hasta el final de su vida rezando por la Iglesia. Ahora, con una carta fechada el 1 de octubre, Francisco quiere que el monasterio retome su finalidad original: que órdenes contemplativas sostengan al Papa y a toda la Iglesia con la oración, la adoración y la alabanza.
Con la misma carta, Jorge Mario Bergoglio ha dispuesto que la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano sea la responsable de todo lo referido al Monasterio Mater Ecclesiae.
Según recogen las benedictinas en su web, desean “permanecer junto a todos desde el alejamiento del mundo, elegido para estar junto a Dios y para percibir mejor desde el silencio la voz de los pobres, el llanto de los que están tristes, la angustia de los desocupados, el dolor de los enfermos, el desamparo de los huérfanos, el ansia de vivir de los jóvenes, la soledad de los ancianos, el anhelo de paz y felicidad de toda la humanidad”.
“Por haber descubierto a Dios precisamente en el mundo, por haber intuido en Él la belleza y bondad de las creaturas; por haber aprendido en Él a amar y a luchar por la verdad, la justicia y la paz; por haber forjado en Él los primeros sueños e ideales y haber descubierto en ese mundo el valor sublime de la vida, las monjas eligen libremente alejarse de Él y entregar su propia vida a Dios para señalar al pensador y al filósofo, al empresario y al científico, al obrero y al empleado público, a los hombres de las universidades, de las letras y de las artes, al comerciante y al simple hombre de la calle, la meta final, el destino común de feliz eternidad que a todos nos aguarda y que da sentido a nuestro vivir cotidiano”, añaden.
La oración litúrgica y la lectio divina, el trabajo como necesidad vital y la vida comunitaria son los esenciales o elementos fundamentales de su vida. A los cuales se agrega la hospitalidad “como punto de apertura y diálogo con el mundo realizado con espíritu de servicio y caridad”, detallan.