El papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia en el Palacio Apostólico del Vaticano a los participantes en la conferencia anual de sacerdotes hispanos de Estados Unidos. El Pontífice ha sorprendido a los curas con una extraña petición: “¡Tengan las uñas limpias!”. Pero, ¿por qué les ha dicho esto?
Jorge Mario Bergoglio, en unas palabras improvisadas, se ha detenido a hablarles sobre sus uñas cuando les pedía ser curas para la gente. Y lo hacía de esta manera: “No tengan las uñas sucias, sino las uñas limpias, porque las uñas se ensucian cuando el cura comienza a trepar. Trepadores para este cargo, para esta parroquia, para esto otro… y es entonces donde la promoción humana supera a la gratuidad del anuncio”.
Y ha continuado: “Si pierden eso serán unos pobres curas, que han perdido la ilusión de su vida. Recuperen siempre el llamado de Jesús a servir, a disposición de los demás. No tengan las uñas sucias por trepar, porque después, cuando uno llega arriba, lo que hace ver es bastante indecente, y no lo quiero decir…”.
A continuación, el Papa ha pedido a los clérigos no poner su confianza solo en las grandes ideas, ni en las propuestas pastorales bien diseñadas: “Le tengo terror cuando vienen con todos los programas pastorales. Para que los cumplan los otros y no yo. No busquen culpables. ‘Esto no funcionó por culpa de aquel y aquel’, Primero, ¿yo que hice? Busquen en ustedes para ver la culpa; esa es la humildad pastoral”.
Asimismo, ha proseguido: “Abandónense en Aquel que los ha llamado a entregarse, y les pide solamente fidelidad y constancia, con la certeza de que es Él quien lleva su obra a término y hará que sus esfuerzos den buenos frutos”. “Y ojalá siembren mucho, y ojalá no tengan que tomar pastillas para dormir porque llegan cansadísimos a la noche. ¡Ojalá!”, ha aseverado.
Entre sus reflexiones, Francisco les ha recordado que “la Iglesia es una casa de puertas abiertas, a la que todos acuden. Y cuando queremos hacer exquisita la Iglesia, es una casa de puertas cerradas y eso no funciona”. “Cuidado con la exquisitez eclesiástica”, ha rematado.
Los sacerdotes, que habían preparado muchas preguntas para el Pontífice, se han ido de la audiencia sin respuesta a todos, pero con las reflexiones más espontáneas del párroco Bergoglio.
“Cristo es el libro que les recomiendo vivamente. Pero hay que buscarlo en la Escritura y en el Evangelio, en la adoración silenciosa; hemos perdido un poco el sentido de la adoración, tenemos que encontrar el Señor en el silencio de la adoración. Si yo pregunto ahora ―no voy a preguntar para no hacer pasar calor a ninguno― cuántas horas de adoración hacen por semana, sería un buen test. Tiro la pregunta, pero cada uno se contesta dentro. ‘No, que es tanto el trabajo, que esto, que aquello’. Si vos no orás, si vos no adorás, tu vida vale poco”, ha remarcado.
El Pontífice, durante su alocución, les ha invitado a mirar la vida del obispo santo español Manuel González. “Este pastor, en sus recomendaciones, afirmaba que, por encima de todo, lo que un cura puede hacer empieza hoy, con la oración sencilla, la palabra cercana, la acogida fraterna y el trabajo perseverante”, ha señalado para luego completar: “¡No se reserven!”.
“Decía un cura de un barrio pobre, popular, que le vienen ganas de tapiar la ventana porque la gente a cualquier hora va a pedir cosas o va a pedir bendiciones. Porque la gente es de lo más inoportuna, siempre; como el Señor, que es inoportuno. Y el cura me decía: ‘Cuando ven la puerta cerrada, me golpean la ventana. Tengo que tapiar la ventana’. No, abrí la puerta. Esto es clave: curas para la gente”, ha subrayado.
Al mismo tiempo, el Papa les ha reclamado -“por favor”- que se cuiden de la instalación: “No se instalen. A veces el mundo moderno nos lleva a horarios. ‘Padre, ¿me puede confesar?’. ‘No, el horario es de tal hora a tal hora.. Por favor, primero la gente, después el horario. No se vuelvan oficinistas de lo sagrado. Que es el peligro de esta cultura. Revisen su dedicación a la gente, su apertura de corazón”.