El cardenal Marcelo Semeraro presidió en la catedral hispalense la ceremonia en la que se ha dado lectura a la carta apostólica del papa Francisco
Los Siervos de Dios Manuel González-Serna Rodríguez y sus 19 compañeros mártires originarios de la archidiócesis de Sevilla ya son beatos. Así lo ha confirmado en nombre del papa Francisco el cardenal Marcelo Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, en la celebración que ha tenido lugar esta mañana en la catedral hispalense. Una ceremonia en la que se ha leído la Carta Apostólica en la que el pontífice ha inscrito en el libro de los Beatos a estos mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España que dieron su vida en defensa de la fe.
Estos nuevos beatos son diez sacerdotes, un seminarista y nueve seglares, ocho hombres y una mujer martirizados entre julio y agosto de 1936. Sus rostros se han podido contemplar en el tapiz descubierto después de la lectura de la declaración de la beatificación y mientras se han depositado las reliquias de los nuevos beatos junto al presbiterio. Allí esperaban junto al cardenal Semeraro distintos prelados como el nuncio Bernardito Auza; el arzobispo de Sevilla. José Ángel Saiz, con sus dos obispos auxiliares; y los obispos de Canarias, Huelva, Córdoba, Cádiz y Ceuta, Asidonia-Jerez, Almería; y Juan A. Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid.
En su homilía, el cardenal Marcelo Semeraro destacó el contexto en el que se produjo el martirio, al inicio de la Guerra Civil en un momento hostil de “destrucción de imágenes sagradas, incendios de iglesias y otros edificios religiosos”. En ese entorno destacan estos mártires que “la mayoría son sacerdotes; los demás son fieles laicos y, entre ellos, uno con su hijo aún seminarista. También hay una mujer que, muy activa en las obras de caridad, era colaboradora del párroco, Manuel González-Serna Rodríguez, líder de este grupo”, quien, destacó, “para dar testimonio de su fe, quiso ser fusilado junto al evangelio”.
En los distintos martirios, añadió el prefecto, “todos, en el momento decisivo, aceptaron la muerte como expresión de su fidelidad a Cristo”. Por ello, exhortó, “venerar a los mártires y considerar su suerte y los sufrimientos sufridos por la coherencia cristiana incluso en la persecución, no debe distraernos niapartarnos de reflexionar sobre nuestra condición cristiana”. “Jesús no es un vendedor de ilusiones; no es un propagandista que muestra a sus clientes todo fácil y al alcance de la mano. La vida cristiana no es unpaseo, sino una misión arriesgada”, reclamó.
Comentando el evangelio, Semeraro destacó que “Jesús pide a sus discípulos que le sean semejantes en todo, incluso en el sufrimiento y en la condena” para lo que envía el Espíritu que “es la promesa de Dios”. “No vale la pena considerarnos verdaderamente superhombres, victoriosos eternos: ¡dejemos eso para las ficciones televisivas! Las pruebas de la vida, en cambio, pueden ayudarnos a madurar y, teniendo encuenta nuestra fragilidad, no vivir compitiendo con nuestras fuerzas, sino compartiendo nuestras debilidades. Nos ayudan a abrirnos a una comunión humana”, apeló.
Los mártires, reivindicó acudiendo a un himno clásico, “inflamados por un verdadero amor, fueron másfuertes que el temor humano a la muerte y que, después de haber sufrido el martirio, ahora están en elcielo y disfrutan de la alegría sin fin”. Y es que, añadió, “estar también sometidos a pruebas ysufrimientos, y, por qué no, también a tentaciones, significa estar en la condición de ser capaces de perdonary tener misericordia”. Para Semeraro “El mártir, al final de cuentas, no es simplemente alguien que sufre persecución, sino también alguien que, como Jesús en la cruz, es capaz de decir: ‘Padre, perdona’”, concluyó.
Al concluir la celebración, el arzobispo agradeció la presencia del cardenal y al papa Francisco la beatificación. Para Saiz Meneses “el amor de Cristo ha transformado profundamente la historia,convirtiendo el suplicio de la Cruz en camino de redención y de perdón. La tortura que han padecidonuestros mártires se ha convertido en ocasión de un amor más grande, incluyendo el perdón a los enemigos”.
Tras agradecer la presencia de los fieles y el trabajo de quienes han participado en la causa, manifestó su deseo de que “el Señor nos conceda pronto algún milagro por la intercesión de estos mártires a los que nos encomendamos fervorosamente de hoy en adelante, y podamos asistir a su canonización en Romasin tardar muchos años”. A María, “le pedimos que la sangre de estos mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos, en semilla de Evangelio para esta generación y las generaciones futuras”, concluyó.