España

El cardenal Omella, a Pedro Sánchez: “Esfuércese en coser las heridas sociales provocadas por los pactos de investidura”





No pronunció la palabra amnistía ni tampoco las aledañas: Cataluña, independentismo, Puigdemont… No le hacía falta para lanzar el mensaje que pretendía sobre cómo debe la Iglesia posicionarse ante el enrevesado ajedrez sociopolítico reinante: no a los exabruptos ni a caer en un combate cuerpo a cuerpo, aunque se realizara en aras de la verdad.



“Confío en que el nuevo presidente del Gobierno de España, recientemente investido, trabaje activamente con el conjunto de todas las fuerzas políticas para recuperar la cohesión social y dedique todas sus fuerzas a coser las heridas sociales que han provocado algunos de los recientes pactos de investidura“, aseveró esta mañana el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, en el discurso de apertura de otoño de la Asamblea Plenaria a la que están convocados hasta el viernes todos los obispos de nuestro país. “Invito al nuevo Gobierno -dijo justo después- a trabajar con la mirada puesta a largo plazo pensando en la España que queremos dejar a las próximas generaciones, un país unido capaz de enriquecerse con las diferencias culturales y que asegure siempre la igualdad entre todos los ciudadanos.

Tiempos difíciles

Omella compartió “las dificultades reales” y los “tiempos difíciles” marcados por “la polarización y la crisis económica, social y política en nuestro país”. “Es tiempo de afrontar la realidad con valentía y determinación”, abanderó el arzobispo de Barcelona como coordenadas episcopales a la vez que expresó su “dolor” por la “polarización política”.

“Los cristianos estamos llamados a mirar el futuro con realismo y, sobre todo, con esperanza”, compartió de forma diplomática frente a la tentación de caer en un frentismo ideológico. “Sed astutos como serpientes y sencillos como palomas”, dejó caer remitiéndose al propio Jesús, poniendo en  primer plano como valores “la prudencia”, “la sabiduría” y “la compasión”. O lo que es lo mismo, nada de un cuerpo a cuerpo con los actores políticos. Al menos eso se desprende de la sucesión de recomendaciones que dio a sus hermanos obispos para actuar en la vida pública: “ser inteligentes y perspicaces”, “cautelosos y conscientes de nuestro entorno”, “comprender las complejidades de la vida y tomar decisiones informadas”, “pureza de corazón y honestidad en nuestras acciones” a la vez que “arraigados a la verdad y a vivir con transparencia y autenticidad”.  “Que nuestra astucia o prudencia —que no ha de ser entendida como equidistancia— esté dirigida a construir puentes en lugar de muros, a sanar en lugar de herir. Y que nuestra sencillez sea un faro de luz en un mundo que a menudo se enreda en la complejidad”, añadió.

Sencillez no es debilidad

El plan de viaje para mitras y báculos al estilo Omella no puede interpretarse como un buenismo ingenuo. Lo dejó claro en sus palabras: “La sencillez no implica debilidad, sino más bien la fortaleza de permanecer fieles a nuestros valores y principios, incluso en medio de las adversidades”.

Un mensaje de bienvenida que pareciera ir más dirigido a sus compañeros de bancada que al exterior. Sobre todo, teniendo en cuenta las diferencias de criterio visibilizada en estas últimas semanas, entre los báculos que han bajado a la arena política para batallar frente al recién estrenado Gobierno y las mitras que han optado por mantenerse en la línea de rebajar los decibelios del crispado ambiente social con una llamada a la concordia.

La división socava la armonía

“En este tiempo de división y polarización social, invito de corazón a todo el pueblo de Dios a que permanezcamos más unidos que nunca”, expuso el purpurado, que dio un paso más ante quienes comparte pastoreo eclesial: “Jesucristo nos enseña que cuando estamos divididos, perdemos fuerza. La división socava la armonía, debilita la resistencia y dificulta la consecución de metas comunes”. Eso sí, lejos de llamar a una comunión entendida como un alegato a obediencia ciega a sus postulados como presidente de los obispos, explicitó que “una llamada a la unidad que no significa la ausencia de discrepancias, sino la voluntad de abordar esas diferencias con respeto y empatía, buscando siempre el bien común”.

Con la mirada puesta ya en la clase política, Omella hizo un llamamiento “al diálogo social entre todas las instituciones de la sociedad española sin cordones sanitarios ni exclusiones”. “Todos los pactos son lícitos en la medida que respeten el ordenamiento jurídico, el Estado de Derecho, la separación de poderes de nuestra democracia, aseguren la igualdad de todos los españoles y garanticen el equilibrio político, económico y social que nos hemos dado los españoles en la Constitución de 1978, que culminó el intenso camino de la Transición”, sentenció en su mención más vinculada a la amnistía. De hecho, enfatizó que “cualquier acuerdo que trate de modificar el statu quo pactado por todos los españoles en la Constitución de 1978 debería contar no solo con el consenso de todas las fuerzas políticas de nuestro arco parlamentario, sino también con el apoyo de una mayoría muy cualificada de la sociedad, como establece la propia Constitución”. En esta misma línea, compartió que “de no ser así, tales pactos solo conducirán a una mayor división y confrontación entre los españoles”.

Tentativas reformistas

A Omella no le vale “el inmovilismo para frenar cualquier reforma”, pero tampoco “tentativas reformistas que fragmenten la convivencia en España”. “La reforma es siempre necesaria, pero ha de respetar los mecanismos legales establecidos para ello, ha de buscar el bien común de todos y ha de contar siempre con el consenso de la gran mayoría de los ciudadanos”, remató sobre el ‘casus belli’ nacional.

Es más, en su alocución, recondujo las preocupaciones de la Iglesia, no tanto a la batalla partidista que se juega en los medios y en la calle bajo el foco, cuanto a otras alertas latentes como las 11 millones de personas que sufren  la exclusión social, la soledad de los adolescentes y los jóvenes y el viacrucis de los migrantes. “Vivimos en una sociedad multicultural y compleja en la que los cristianos podemos aportar nuestra identidad y riqueza”, animó al personal después de establecer su hoja de ruta. Incluso fue detallando una a una las medidas que en materia de acogida al extranjero o de defensa de los más vulnerables castigados por la inflación ha propuesto Cáritas y las demás plataformas sociales de la Iglesia.

Ante el Defensor del Pueblo

Con este punto de partida, el presidente de los obispos se adentró también en  la crisis de la pederastia eclesial. Más allá del ‘mea culpa’ que precede cada una de las intervenciones, a la luz del informe del Defensor del Pueblo. Volvió a considerar como “valiosas” sus recomendaciones. A la vez, mantuvo su crítica sin paliativos a la extrapolación de la encuesta que incluye el estudio y que habla de hasta 440.000 víctimas de la Iglesia, o lo que es lo mismo, diez víctimas por sacerdote o religioso sin exclusión. “Nos sentimos obligados a manifestar el dolor y el malestar que hemos sufrido ante la difamación publica causada por una intencionada y errónea extrapolación”, condenó el purpurado.

No se detuvo ahí Omella, que incidió en la cuestión: “¿Qué finalidad hay detrás de este disparate? Es especialmente preocupante para nosotros que esto haya generado una imagen perjudicial de nuestra misión en general”.  Por si fuera poco, remató señalado que “es injusto que se les atribuya el mal causado por una minoría”. Para Omella, “dicha situación es inaceptable y exige una revisión exhaustiva e imparcial de los datos, para corregir cualquier sesgo que pueda haber sido extrapolado de manera maliciosa”.

Acabar con la lacra

Y, de alguna manera, respondió también a la petición de Ángel Gabilondo de crear un fondo estatal para indemnizar a las víctimas, aclaró que “de ninguna manera, pretendemos buscar excusas o justificaciones para eludir cualquier responsabilidad que pueda correspondernos como Institución”. “Con franqueza y sin rodeos, manifestamos que entendemos y valoramos completamente el daño causado”, añadió, sin entrar en más detalles en materia económica. Eso sí, defendió el trabajo que se viene haciendo en prevención y seguridad, la colaboración con las autoridades civiles. De hecho, sacó pecho y aseguró que hoy por hoy, la Iglesia puede “identificarse como la entidad más comprometida y con más experiencia de la sociedad española para acabar con esta lacra social”.

A partir de ahí, y dejando sus premisas claras, el cardenal Omella invitó a los presentes a adentrarse en otras cuestiones, como en la reflexión del Papa sobre cómo afrontar la tercera guerra mundial a pedazos, la preparación del jubileo romano de 2025, los pasos a seguir con los jóvenes tras la JMJ de Lisboa o el Sínodo de la Sinodalidad. Tampoco fue gratuito su repaso al mes de encierro vivido en el Vaticano para analizar el presente y futuro de la Iglesia, subrayando la legitimidad de la cita sinodal al destacar que “se han vivido los primeros capítulos de la Lumen gentium, la constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, y la encíclica Ecclesiam suam, del papa Pablo VI”.

Entre las otras píldoras que repartió en la sala de la Plenaria, Omella defendió la educación afectivo-sexual por la que apuesta la Iglesia, en el marco del congreso educativo que preparan los obispos para febrero de 2024: “Educar en la responsabilidad sexual no es el aborto, sino presentar la bellísima relación que tienen la sexualidad, el amor y la vida. Educar es aprender a saber esperar y, si uno no ha sido capaz, enseñar a asumir siempre las consecuencias de los actos, como sucede en todos los ámbitos de la vida”.

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