La nueva exhortación apostólica del Papa Francisco ‘Laudate Deum’ no está en el orden del día a tratar en la Asamblea Plenaria de otoño de la Conferencia Episcopal Española. En realidad, hasta la fecha ningún documento magisterial de Francisco se ha colado como prioritario y en exclusiva en la agenda oficial del máximo órgano decisorio de los obispos españoles. Sin embargo, esta podría considerarse la Plenaria del calentamiento global, a juzgar por las tensiones crecientes en el Episcopado en las últimas semanas y días. Salvo que, como podría ocurrir, al menos en el discurso que pronuncie en esta mañana el presidente del Episcopado, el cardenal Juan José Omella, haga un llamamiento a rebajar la contaminación ideológica y verbal latente en la Casa de la Iglesia a costa de la investidura de Pedro Sánchez y la investidura a los líderes independentistas.
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A priori, los obispos habían establecido a lo largo de la pasada legislatura, y también para el período electoral, no entrar al trapo en el barro político. Sin equidistancias, la premisa pasaba por reiterar que la Iglesia no tiene partido alguno y ningún partido puede aspirar a monopolizar el discurso de la Iglesia. Eso sí, sin que esto suponga enmudecer. Es decir, tirar algún que otro dardo si fuera necesario, pero sin lanzar cañonazos a diestro y siniestro aun cuando se acrecentaran los ataques anticlericales. Así pues, con este acuerdo no firmado entre los pastores, algo pareciera haber cambiado.
Fullera almoneda
Sin embargo, hace justo ahora dos semanas, cuando arrancaron las movilizaciones contra las negociaciones del líderes socialista con Carles Puigdemont, justo después de la crítica de un supuesto silencio episcopal emanada de algunos foros católicos, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, posteaba en sus redes sociales que la amnistía “amenaza la convivencia a la que dice servir”. A partir de ahí se sumaron otros nombres, con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, elevando el tono del reposicionamiento eclesial. En este escenario, el pasado viernes, a la vez que oficialmente desde la Conferencia Episcopal se felicitaba al presidente por su reelección en un saludo institucional, el prelado franciscano acusaba por escrito al Ejecutivo de vender “en fullera almoneda la misma Patria”. Hay quien interpreta estos movimientos desde un ambiente preelectoral en Añastro, como si se tratara de una candidatura conjunta para suceder al purpurado aragonés en la presidencia en la próxima primavera.
En cualquier caso, estas reacciones se distanciaban de la llamada a la neutralidad eclesial manifestada por la Conferencia Episcopal Tarraconense, a la que pertenece el todavía presidente Omella como arzobispo de Barcelona, que a su vez matizó las reflexiones calmadas título personal que sobre la amnistía había realizado el secretario general de los obispos, César García Magán.
Partidismos desgajados
En medio de este ambiente, ayer, el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, que apenas lleva cuatro meses llevando el timón de la Iglesia que camina en la capital de España, se desmarcó de los prelados de Castilla y Asturias y parecía retomar la senda Omella. “Los emocionalismos descontrolados, los intereses externos que quieren teledirigirnos o los partidismos desgajados del bien común no deben encerrar a la Iglesia en etiquetas o imágenes escoradas y mundanizadas”, sentenció en la misa de clausura del XXV Congreso de Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación CEU San Pablo.
“Ante quien busca lo que divide, ante quien utiliza las leyes para intereses de parte, habrá que responder ofreciendo juntos los talentos ofrecidos por el mismo Dios”, propuso Cobo. Una alocución en la que huyó del buenismo en la ingenuidad, pero en la que sí apeló al anuncio “con amabilidad la Buena Noticia en todos los ambientes y transformar desde dentro a una sociedad que no podemos dejar parasitada por el desánimo, la crispación, la cultura del enemigo o el desplazamiento de culpas con el ‘y tú más’”. Es más, alertó del riesgo de que se den, entre los propios creyentes, “apropiaciones indebidas y distorsiones fundamentalistas o sectarias del Evangelio”.
Programas de partido
Incluso, en un aviso a navegantes que más bien parecía dirigirse a algún báculo que otro, el cardenal arzobispo de Madrid que goza de la confianza del Papa Francisco parafraseó a Benedicto XVI para suscribir que “a un mundo mejor, se contribuye únicamente haciendo el bien, ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido”. “El programa cristiano, el programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús es un corazón que ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia”, asevero citando al Papa Ratzinger en ‘Deus Caritas est’.
Y todo, desde la Fundación CEU San Pablo y a través de la misa dominical retransmitida por Televisión Española en La 2. Esto es, con un doble altavoz en la previa de la Plenaria donde Omella se espera que mantenga esta misma línea, que apuntalaría el puente aéreo Madrid-Barcelona-Roma de la cultura del encuentro.
Qué hacer con los abusos
Diga lo que diga el cardenal presidente, a partir del mediodía serán los más de 70 obispos de la Plenaria quienes estén llamados a decantarse. Probablemente en las conversaciones de pasillo se hable de lo uno y de lo otro, pero será en la sesión reservada del martes por la tarde cuando se pueda ahondar en la cuestión. Reservada, si todas las mitras juegan a que lo sea. En ese tramo puede que se trate el otro fleco nada desdeñable de esta Plenaria: qué hacer con el bufete Cremades & Calvo-Sotelo.
Después de que el despacho de Cremades se ‘despachara’ en estos días haciendo saber que había entregado a los obispos un resumen ejecutivo cuyas conclusiones distan del borrador entregado previamente y de que prefiere filtrar previamente sus acciones antes que comunicarse con quienes le encargaron el trabajo, crece el malestar ante el bufete. Y ahora, sí o sí, tocara decantarse si rompen definitivamente con ellos o buscan esa salida dialogada con la nariz tapada ante los desplantes percibidos, el montante desembolsado y la sensación de que la calidad de la radiografía realizada dista de la profesionalidad, aun con sus lagunas y su errada extrapolación de la encuesta, del informe del Defensor del Pueblo.