La Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que desde 2011 concede anualmente el Premio Ratzinger a “eruditos que se hayan distinguido por méritos particulares, en publicaciones y/o investigaciones científicas”, acaba de otorgar el galardón en este 2023 al sacerdote y teólogo Pablo Blanco Sarto (Zaragoza, 1964), y al padre de familia, filósofo y teólogo Francesc Torralba Roselló (Barcelona, 1967).
Con Torralba –profesor en la Universidad Ramon Llull, autor de más de un centenar de libros y más de 1.800 artículos publicados, y una de las firmas destacadas de ‘Vida Nueva’– conversamos sobre este Premio Ratzinger, “un estímulo para seguir mi trabajo intelectual, una labor que se centra en tres ámbitos: la investigación, la docencia y la escritura”. También sobre el ejercicio de la filosofía, a la que ha dedicado tantos años de su vida, una disciplina que, además de “rigurosa”, está llamada a ser “clara, significativa e inteligible”.
PREGUNTA.- ¿Qué supone la concesión de un galardón como el Premio Ratzinger en una trayectoria personal y profesional como la suya?
RESPUESTA.- Siento gratitud, respeto y humildad. Nunca habría imaginado ser destinatario de un premio tan relevante en el campo de la teología y de la filosofía. Para decirlo con Søren Kierkegaard, experimento temor y temblor. También siento gratitud al jurado por considerar que mi obra merece tal reconocimiento. Experimento, a su vez, humildad. Me siento muy pequeño al leer la lista de los pensadores y artistas que me han precedido en el galardón. Algunos de los filósofos premiados en ediciones anteriores son referentes para mí y objeto de estudio en mis clases en la universidad. Me refiero a Jean-Luc Marion, Charles Taylor o Rémi Brague. El premio constituye un estímulo para seguir mi trabajo intelectual, una labor que se centra en tres ámbitos: la investigación, la docencia y la escritura.
P.- ¿Cómo ha influido en su pensamiento la obra de Joseph Ratzinger?
R.- He leído atentamente la obra de Joseph Ratzinger, desde su ‘Introducción al cristianismo’ de 1968 hasta su última encíclica ‘Caritas in veritate’. Me ha interesado particularmente su voluntad de ensanchar el concepto de racionalidad moderna y de trascender la visión positivista de la misma. Me resulta muy sugerente su lectura y respuesta a filósofos de la sospecha como Friedrich Nietzsche y Karl Marx. Considero muy relevante su voluntad de diálogo con los grandes pensadores contemporáneos, desde la primera generación de la Escuela de Frankfurt hasta Jürgen Habermas, Piergiorgio Odifreddi o Marcello Pera. Su comprensión de la lógica del don y del principio de gratuidad constituyen tesis que están muy presentes en mi comprensión de la condición humana.
P.- ¿Ha reivindicado la Iglesia suficientemente la figura de Benedicto XVI?
R.- Creo que existen ideas de su Magisterio que todavía se pueden desplegar conceptualmente y que deberían persistir en el escenario actual y futuro. Me refiero, por ejemplo, a la iniciativa del Atrio de los Gentiles, celebrado en tantas ciudades del mundo y liderado por el cardenal Gianfranco Ravasi. Me parece imprescindible el diálogo entre creyentes y no creyentes, especialmente en un contexto de polarización social, política y espiritual donde es muy fácil sucumbir al maniqueísmo tosco y simplista. Creo que su voluntad de comprender la cultura laica en todas sus formas y registros constituye una tarea indispensable e inexcusable, como lo es, también, la crítica al paradigma tecnocrático que se impone de manera acrítica en nuestro entorno cultural.
P.- ¿Qué puede y debe aprender la enseñanza actual de la teología de alguien como el teólogo alemán?
R.- Rigor, apertura de miras y creatividad. Su teología tiene unas raíces clásicas: san Agustín y san Buenaventura, pero, a su vez, tiene una dimensión personalista y existencialista que le acerca al mundo contemporáneo. Forja expresiones nuevas y singulares que requieren un desarrollo ulterior y anticipa escenarios de futuros que se están haciendo realidad. Debemos pensar a fondo qué significa ser una minoría creativa, cómo sobrevivir dignamente al proceso de secularización, de qué modo responder a la dictadura del relativismo y del fundamentalismo, y cómo presentar el cristianismo de manera inteligible y significativa en un nuestro mundo. Creo que Joseph Ratzinger elabora una teología que, sin perder el rigor académico, es capaz de reflejar los latidos espirituales del mundo contemporáneo y que toma postura frente a los grandes desafíos que este plantea. (…)