Con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que se conmemora este 25 de noviembre, las entidades jesuitas Entreculturas y Alboan han presentado en Bilbao el informe ‘Invisibilizadas. Mujeres migrantes en el cruce de fronteras’.
- BLACK FRIDAY: suscríbete a la revista Vida Nueva en papel con un 20% de descuento
- PODCAST: Agua sin vetos: bautismo sin excepciones
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Dicho estudio ha sido dado a conocer en un encuentro con los medios por Karina Fonseca, directora del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de Costa Rica; Claudia Favela, del Área de Ciudadanía de la Fundación Ellacuría; Clara Esteban, de Incidencia Política de Entreculturas; y Sara Diego, de Incidencia Política de Alboan y autora del informe. ‘Invisibilizadas. Mujeres migrantes en el cruce de fronteras’ busca ofrecer “una panorámica general de la migración forzada”, situando la mirada en “las vulneraciones de derechos y los riesgos específicos que sufren las mujeres”. Desde una realidad en la que sufren “situaciones de desprotección, discriminación y de vulneración constante de sus derechos”, nos encontramos con que, “como consecuencia de los roles tradicionales de género, muchas mujeres carecen de acceso a sus derechos en condiciones de igualdad”.
Cambios en los patrones
El actual estudio, que pone el foco “en dos contextos migratorios concretos: los flujos de Centroamérica hacia Estados Unidos (EE.UU.) y la frontera entre España y Marruecos”, se inicia con una visión general. Por la misma, “nos encontramos con que, a pesar de la reconocida falta de información y datos sobre migración de mujeres y niñas, las últimas décadas reflejan cambios en los patrones migratorios”.
Un fenómeno que, como ha explicado Sara Diego, se encarna especialmente en “cuatro aspectos”. Por el primero vemos que “la migración de las mujeres está creciendo a un ritmo mayor que la de los hombres”. En segundo lugar, “cada vez más mujeres viajan de manera independiente, en contraste con las que lo hacen siguiendo a sus familiares o parejas”. El tercer hecho es que “se ha producido una nueva y sexualizada división internacional de trabajo. Aumenta la demanda de mujeres migrantes para el empleo en sectores tradicionalmente mal remunerados, en la informalidad, y con condiciones de trabajo sub-óptimas” o de “semiesclavitud”. La cuarta consecuencia es que “las mujeres migrantes participan de manera activa y son una parte fundamental de la ‘cadena global de cuidados’, que palía la crisis global en la provisión de cuidados”.
Tras la pandemia
Analizando la situación desde el inicio de la pandemia, el informe retrata cómo nos encontramos con que, en 2020, “280 millones de personas vivían fuera de sus países de origen”. De ellas, “el 49% eran mujeres” . Por edades, nos encontrábamos con que, de estas, “19 millones tenían más de 65 años”, “20 millones menos de 20 años” y “96 millones estaban entre los 20 y los 65 años”.
En 2022, “la movilidad forzada siguió aumentando”, habiendo “40 millones de refugiados y solicitantes de asilo con necesidades de protección”. De ellos, “el 51% son mujeres y niñas”, representando las menores, concretamente, “el 20%”.
Situación en España
En el caso de España, “las entradas irregulares por la frontera marroquí” dejaron estos datos: “32.449 en 2020, 41.945 en 2021 y 31.219 en 2022”. Cerca ya de cerrarse 2023, se documentan “30.705 entradas por Canarias, 12.302 por la Península y las Baleares, 60 por Ceuta y 133 por Melilla”.
En la frontera entre Estados Unidos y México, que “ejerce de brazo directo que amplifica los muros” que fija al sur el país presidido por Biden para frenar a la migración proveniente de Centroamérica, nos encontramos con que, “en 2022, dos millones de personas fueron expulsadas de EE.UU. o detenidas en su paso por la frontera mexicana”. En lo que va de 2023, estos lo han sufrido “1,8 millones de personas”.
Violencias concretas por su género
Otro aspecto que aborda el informe es que las mujeres y niñas sufren “manifestaciones de violencia basadas en su género”, padeciendo riesgos específicos, como los ataques “sexuales”, “físicos”, “psicológicos” “económicos” o “institucionales”, siendo además potenciales víctimas de la trata.
Sara Diego ha puesto en valor que “vivimos en un mundo interconectado y en el que superponen las crisis”, siendo el último ejemplo “los conflictos bélicos en Ucrania o en Israel y Palestina”, así como “otros conflictos olvidados”, como los que se viven en el Sahel o en Guatemala. Sin olvidar “el impacto de la crisis climática” o las “diferentes crisis económicas”, que “perciben de un modo especial las mujeres”. Frente a ello, muchas veces, los estados pactan con otros intermedios, como Marruecos o México, e imponen los criterios de “securitización” y, a modo de “fortalezas”, ejercen la violencia contra los migrantes para disuadirles de proseguir su tránsito.
Las dificultades se perpetúan
En estos “contextos de movilidad”, ellas son las que “sufren una violencia continua en el tiempo y en el espacio”, siendo especialmente dolorosas “las experiencias en el tránsito”, que luego “se perpetúan en su llegada y en su posterior proceso de adaptación”.
Karina Fonseca, directora del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de Costa Rica, ha denunciado que “decisiones políticas” generan “sufrimiento directo en las personas”. Por el “endurecimiento” de las condiciones impuestas por los estados que reciben migración, las rutas cambian y las condiciones son aún peores. En definitiva, muchas veces la violencia tiene su germen en “ciertas medidas de los poderosos”, que ignoran las consecuencias a la hora de debilitarse los derechos humanos.
Crisis humanitaria
Algo que viven directamente en Costa Rica, “un país de cinco millones de habitantes y en el que hay 400.000 personas originarias de otros países que han huido de los mismos”. Estamos, pues, “ante una crisis humanitaria de enormes dimensiones” y que se está dando en toda la región centroamericana.
Aquí también, las mujeres son las que se llevan la peor parte, campando sin control “la violencia sexual”, que sufren “mujeres solas y otras que viajan hacia el norte con sus hijos”. Consecuencia de “la trata”, muchas de ellas quedan embarazadas y su situación se complica aún más. Otras veces, esa violencia sexual es obra de los propios policías fronterizos Una crisis con una gran complejidad y en la que ejerce otro temor para estas mujeres: “Que sus hijos caigan en manos de las bandas y mafias”.
“Una buena acogida”
Claudia Favela, del Área de Ciudadanía de la Fundación Ellacuría, ha pedido a la sociedad que se conciencie sobre la importancia de “una buena acogida” a las personas que huyen de contextos de violencia, ofreciendo “espacios seguros en los que poder escucharlas y ayudarlas a cumplir sus expectativas”.
Esta “sensibilización” debe calar en las instituciones, “pero también en la ciudadanía”, sabiendo ver “el aporte real que ofrece cada persona”, construyendo sociedad con sus capacidades.
La educación, motor de cambio
Clara Esteban, de Incidencia Política de Entreculturas, ha reclamado implementar varios “ejes de acción”, siendo todos conscientes de que “la educación debe ser un motor de cambio”. De cara al nuevo Pacto de Migración de la Unión Europea, ha pedido que se tengan en cuenta “los derechos de las mujeres”, que son las que más sufren los actuales déficits del “actual modelo de gobernanza global”, en el que los criterios de “seguridad” se imponen a la defensa de “los derechos humanos”.
Por ello, le ha pedido al nuevo Gobierno que sea “consecuente” y “desvincule la ayuda al desarrollo” de unas políticas que a veces provocan “violencia”, echándose en falta “vías seguras de migración”. Puesto que “migrar es un derecho”, urge “un giro en la Unión Europea y en el propio Ejecutivo español”, al que se le reclama “un corredor humanitario con Marruecos”. También se le demanda, en este sentido, “una nueva Ley de Extranjería”, dejando atrás, con “valentía”, “el racismo y la violencia institucional”.
Campaña ‘Mujeres en Marcha’
Por último, hay que apuntar que el informe ‘Invisibilizadas. Mujeres migrantes en el cruce de fronteras’ se sitúa en el marco de la campaña ‘Mujeres en Marcha’. Iniciado en 2020, es “un programa de cooperación internacional en el que mujeres y niñas de 12 países de África y Centroamérica, que viven en comunidades rurales, urbanas marginales, indígenas o en campos de personas refugiadas, participan en proyectos para su desarrollo personal, formativo, económico y social”. Apoyándose en organizaciones aliadas locales, “luchamos contra las violencias basadas en género contra las mujeres en procesos migratorios y apoyamos y acompañamos a aquellas que son supervivientes para reforzar sus capacidades y resiliencia”.
Fotos: Sergi Cámara (Alboan).