El 24 de noviembre de 2013, seis meses después de su elección papal, Jorge Mario Bergoglio publicó su primera exhortación apostólica
Este 24 de noviembre se cumplen 10 años de la publicación de ‘Evangelii gaudium’, la primera exhortación apostólica de Francisco, apenas seis meses después de su elección papal y, por tanto, su gran documento programático, dejando muchas intuiciones de los rasgos que luego han conformado su pontificado.
Una década después, esta conmemoración supone la excusa perfecta para acudir a un texto bergogliano más que fecundo y en el que el primer papa jesuita e hispanoamericano de la Historia versó “sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual”. De sus 288 puntos repartidos en 5 capítulos, nos quedamos con 10 intuiciones:
El Papa empieza su reflexión con un diagnóstico más que preocupante de nuestro tiempo: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”.
Frente a esa realidad, Bergoglio tiene claro que su consecuencia más directa es que la desesperanza se instala en el corazón de las personas: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”.
En este sentido, el antiguo arzobispo de Buenos Aires observa con pesar que “hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”.
Convencido de que la Palabra ilumina integralmente a la persona que acude a ella con el alma abierta, en actitud de encontrar más preguntas que respuestas, Francisco invita a la esperanza y asegura que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
Esa actitud abierta y generosa debe ir más allá del creyente de a pie y traslucirse en cada comunidad cristiana y, en definitiva, en el conjunto de la Iglesia: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”. Así es como el Papa entiende la “impostergable renovación eclesial”. No tanto a nivel de estructuras (que también), sino en lo relativo a las actitudes. Una revolución del corazón. Del alma.
Para Bergoglio, “la opción por los pobres”, tan verbalizada en innumerables homilías y documentos pastorales y episcopales, no es una teoría abstracta, sino la encarnación de uno de los pilares constitutivos del cristianismo: “Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga ‘su primera misericordia’”. Sin olvidar que las mismas personas golpeadas por la vulnerabilidad y la exclusión evangelizan al resto: “Los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse”.
Recién aceptada su responsabilidad al frente de la Iglesia universal, Francisco es consciente de que, “dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.
Consecuente con la anterior intuición, el Pontífice es el primero en reiterar que “tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable ‘descentralización’”.
En otro de los ejes que han vertebrado su pontificado, ya hace 10 años Francisco defendía que había que “ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Y es que “el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”.
Otro ámbito en el que el Papa ve necesario encarnar y concretar un cambio integral afecta de un modo especial a los sacerdotes. Especialmente cuando ofrecen el sacramento del Perdón: “El confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor, que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades”.