Entrevistas

Pablo d’Ors: “Mi monacato pasa por apartarse del mundo para luego volver”





A Pablo d’Ors no le imponen ritmo alguno sus editores. Confían en que sus obras llegan cuando tiene que llegar. Sin calendarios comerciales. Así ha visto la luz su decimotercer libro: ‘Los contemplativos’ (Galaxia Gutenberg). Siete narraciones que nacen como algo más que un manual de espiritualidad de la mano del sacerdote ensayista más leído por el público generalista. Pero él huye de toda etiqueta, incluida la de escritor. Ni gurú ni creador. Simplemente, mediador de una corriente de espiritualidad que ha reconciliado con su interior, con Dios y con la Iglesia a miles de adultos. Sin conversiones efervescentes, sino desde el encuentro en el silencio, en la meditación.



PREGUNTA.- Diez años desde que puso en marcha Amigos del Desierto. Ver que aquello crece sin hacer ruido, ¿no le da vértigo?

RESPUESTA.- Estoy muy tranquilo y contento. Amigos del Desierto es un regalo de Dios, un carisma para esta Iglesia en este mundo. Yo simplemente he sido y soy mediador de este regalo. No tengo vértigo, sino que cada vez estoy más agradecido y tranquilo. Ahora mismo somos unas mil personas que participan semanalmente en nuestros grupos, que llamamos ‘Seminarios del Silencio’. Se trata de un crecimiento contenido y en equipo. Cada fin de semana planteamos retiros de iniciación de unas treinta o cuarenta personas de entre 30 y 70 años, y tenemos lista de espera.

Encuentro con Jalics

P.- No le veo erigiéndose como fundador mesiánico ni creando una estructura eclesial fosilizada…

R.- No he tenido nunca pretensión alguna de fundador. Es una cosa que me ha sobrevenido. Amigos del Desierto nace en 2014 como resultado de mi encuentro con Franz Jalics, que me anunció un cambio vital. Justo dos meses después, me reúno con dos amigas para hacer un fin de semana de retiro, que ya lo llamamos Amigos del Desierto, como respuesta a cientos de correos de personas que querían aprender a meditar conmigo. Esto lo ha creado el pueblo, el Maestro y Jalics. Yo solo soy el mediador. No solo no he tenido voluntad de fundador, sino que me ha costado asumir la paternidad de este hijo. Más allá de ser una escuela de meditación, Amigos del Desierto está ayudando a las personas a reconciliarse con la tradición cristiana. Más de la mitad de los que participan en nuestros encuentros no son practicantes, ni tan siquiera creyentes. Es una pastoral espiritual de alejados, no social.

Itinerario de contemplación

P.- Estos contemplativos, ¿son los protagonistas de este nuevo libro?

R.- No exactamente. ‘Los contemplativos’ es un homenaje a ‘El camino de la contemplación’ de Jalics, la obra de espiritualidad más importante de las que he leído. En diez tiempos, da un itinerario para la aventura interior, explorar la propia conciencia, redimir la conciencia. Desde que lo leí, nacieron las ganas de escribir eso mismo que él expone en un tono ensayístico, pero en un modo narrativo. He seleccionado las siete categorías más importantes que él presenta y he redactado un relato sobre cada una de ellas para configurar un itinerario sobre el cuerpo, el vacío, la sombra, la contemplación, la identidad, el perdón y la vida cotidiana. Es un libro escrito para tener un espejo narrativo de nuestra propia peripecia interior. (…)

P.- ¿La contemplación es la revolución silenciosa que cambiará este mundo?

R.- Estoy convencido de ello. No quiero sonar radical, pero la meditación es el camino. Si realmente no introducimos capacidad de silencio y escucha, de quitarnos cada uno de en medio, de contener el afán de intervención, es decir, si no somos contemplativos, la acción no va a ser acción del Espíritu Santo. Seguimos creyéndonos que somos nosotros quienes cambiamos la Iglesia, pero quien cambia a la Iglesia es el Espíritu Santo. Hay que dejarle un protagonismo real al Espíritu Santo, pero en la mayoría de los casos no se le deja. Aprendamos a quitarnos de en medio, desaparecer por completo para que actúe Él. En estos días, estoy adentrándome en un mantra nuevo: “Solo Dios, no yo”. Cuando tú lo dices de corazón, el Espíritu sencillamente toma el mando. (…)

Apartarse del mundo

P.- ¿Un contemplativo está llamado a ser un ‘amish’ aislado de la realidad?

R.- Prefiero hablar de una ‘fuga mundi’ intermitente, apartarnos del mundo por lo menos una vez al día, diez minutos. Yo me aparto siete veces al día, al estilo de los monjes, apagando toda conexión y me dedico a escrutar el corazón y mi conciencia. De la misma manera, lo hago siete veces al año por un tiempo prolongado. Si no eres capaz de cerrar la puerta de tu habitación y ahí, en lo escondido, honrar a tu Padre, nunca vas a encontrar a tu Padre, porque realmente está ahí, esperándote. El monacato que estoy proponiendo pasa por apartarse del mundo para luego volver. Subimos a la montaña para luego bajar. La experiencia de la cima es importante para descubrir que la cima la tienes dentro.

Foto: Jesús G. Feria

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