Al cumplirse un mes del destructivo paso del huracán Otis por el municipio de Acapulco en el estado mexicano de Guerrero, el panorama actual es de “ansiedad y desconsuelo, pero también de esperanza”, así lo afirmó el arzobispo Leopoldo González González.
Otis dejó un saldo de 50 personas fallecidas y más de 250 mil viviendas dañadas en los municipios de Acapulco y Coyuca de Benítez, así como incalculables daños en la infraestructura, que tiene detenida la actividad turística, de la que depende más del 60 por ciento de la población.
En entrevista para Vida Nueva, el arzobispo González agradeció las múltiples muestras de solidaridad con Acapulco y aseguró que, si bien el municipio se encuentra en la etapa de reconstrucción, hay un riesgo de que la ayuda para tal fin empiece a disminuir; sin embargo -dijo- “el Señor no nos dejará de su mano”.
PREGUNTA.- Poco a poco Acapulco va dejando de ser noticia, y se corre el riesgo de que la ayuda comience a reducirse. ¿Cuál es el riesgo de que esto pase en este momento?
RESPUESTA.- El riesgo de que al dejar de ser noticia los destrozos que el huracán Otis provocó, comience a disminuir la bondadosa ayuda que recibimos, es un riesgo real.
Hasta el momento, gracias a Dios, ha sido muy generosa la ayuda solidaria que, a través de la Iglesia o de manera directa, se ha hecho llegar a muchas personas y a muchas familias en su necesidad.
Digo “gracias a Dios” porque sólo desde Él puede explicarse. No ha sido sólo compartirnos lo necesario para subsistir, ha sido expresarnos que no estamos solos, que hay muchísimas personas que nos quieren y nos tienden sus manos para ayudarnos a levantar y continuar nuestro caminar.
Tengo la firme confianza de que el Señor Jesús no nos dejará de su mano.
P.- ¿Cómo es un día en la vida de los acapulqueños ahora que muchos no tienen trabajo?
R.- En el rostro de muchas personas se percibe una gran ansiedad y desconsuelo al ver que, de la noche a la mañana, perdieron su casa, sus cosas, su trabajo y, todavía más doloroso, algún familiar.
Hay quienes están como bloqueados, porque perdieron todo o porque no miran perspectiva cercana de trabajo, entre ellos, quienes servían a los turistas en el comercio o en la atención informal, o en algunos hoteles que quedaron muy dañados.
Muchas personas que no tienen trabajo están empeñadas en rehabilitar sus casas, poniendo láminas o lonas en el techo, utilizando alguna madera de la que hay en las calles. Algunas están como voluntarias en los comedores comunitarios de las parroquias.
Muchas han emigrado a otra ciudad dentro de nuestra patria. También es una alegría ver que son muchas las personas que ya volvieron a su trabajo en el cual sirven a la comunidad o a la sociedad, trabajo formal o informal, algunas con un empleo temporal, otras han vuelto a su autoempleo o a su comercio.
Al mirar a todas estas personas en su trabajo podemos fortalecer nuestra esperanza.
P.- Se viene una crisis por la basura en descomposición. ¿Están preparados para ello?
R.- Hasta el momento ha habido personas que han enfermado de diarreas, de las vías respiratorias, infecciones de la piel, dengue.
Ha sido grande ayuda para las personas enfermas, los centros ambulatorios que ofrecieron instituciones de gobierno y de la sociedad, las brigadas médicas en algunas colonias y en algunos centros de población llevadas por grupos de la Iglesia y de la sociedad.
Muchos médicos han regalado horas para atender a personas enfermas y muchas personas han regalado medicina. Urge el restablecimiento completo y la mejora del sistema de salud.
Hemos invitado a usar cubrebocas en las calles donde hay basura en descomposición, a separar la basura que se produce en casa y poner cal en la que se descompone rápido.
Los esfuerzos y trabajos de limpieza han sido grandes, pero el desafío es todavía muy grande. Todos hemos de poner el cuidado que esté a nuestro alcance para velar por nuestra salud y evitar situaciones de mayor riesgo.
P.- ¿Ha sentido apoyo de la comunidad católica mexicana tras el huracán? ¿Cuál sería su llamado a las diócesis?
R.- Ha sido verdaderamente impresionante su cercanía tan fraterna y solidaria: su afecto, su oración, el compartirnos sus bienes. Como lo he expresado en otras ocasiones, han sido para nosotros manos providentes de Dios, han sido cercanía de Jesús, Buen Samaritano.
Quisiera expresarles nuevamente nuestra muy profunda gratitud y recordarles la certeza de que las ‘Manos Providentes de Dios’ nunca quedan vacías y el Buen Samaritano claramente dijo “a mí regreso te lo pagaré todo”.
El Señor recompense su bondad. En nuestra historia, su bondad ha sido luz muy hermosa en medio de tinieblas que fueron muy oscuras. Muchas gracias.