La Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) y la Unión de Superiores Generales (USG) podrían fusionarse para crear una nueva estructura que aglutinara a todos los institutos de vida consagrada femeninos y masculinos de la Iglesia católica. Al menos eso se desprende las reflexiones compartidas por el secretario general de la USG, el marista español Emili Turú, después de la celebración de su 100 asamblea general y de un encuentro conjunto mantenido con la UISG en la casa de espiritualidad ‘Fraterna Domus de Sacrofano (Roma). Si el 19 de noviembre se reunieron hasta 120 superiores generales de las congregaciones masculinas, a partir del día 22 de noviembre ellas también formaron parte de estas jornadas de trabajo y encuentro hasta llegar a los 250 responsables.
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“Se está discutiendo la posibilidad de crear una Unión única, pero es necesario superar algunas dificultades operativas. ¿Podríamos pensar en una Federación? Tal vez. Lo importante es dar una voz única a la vida religiosa”, expone Turú a la agencia italiana de noticias SIR, que es consciente además de las diferencias existentes entre ambas realidades. “Mientras la UISG representa a alrededor de 2.000 congregaciones, incluidas las de ámbito diocesano, en nuestra plataforma somos unas 200”.
Diálogo abierto
Aunque Turú deja abierta la puerta, ya da por hecho que, “cuando se presente la oportunidad, deben hablar la presidenta de las mujeres y el presidente de los hombres”. O lo que es lo mismo, la máxima responsable de la UISG, recientemente designada es Mary T. Barron, superiora general de las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles. Por otro lado, el presidente de la USG es Arturo Sosa, el prepósito general de los jesuitas.
Lo cierto es que desde hace tiempo se viene valorando esta posibilidad de que religiosos y religiosas se rijan por un mismo organismo, como ya se hace en muchos países, por ejemplo, España, agrupados en la CONFER, o la CLAR, que reúne a todos los religiosos de América Latina y El Caribe sin distinción de sexo. No es la primera vez que la idea sobrevuela, pero sí es inédito que el secretario general de la USG lo haya verbalizado con tanta naturalidad.
Sinodalidad compartida
Más allá de ese futuro común de manera formal, lo cierto es que esta cita responde al trabajo conjunto que se ha realizado en la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad, que ahora se busca reforzar con el fin de abordar los retos compartidos para la vida religiosa en el mundo de hoy, desde la capacidad de las comunidades de vida consagrada para promover la sinodalidad como forma de vida y ser portadores de esperanza y voces proféticas.
“La vida consagrada es sinodal desde el principio. Pensemos, por ejemplo, en la participación de todos en la elección del superior”, recuerda Emilí Turú. A partir de ahí, el religioso insiste en que “Debemos entrar en la escucha contemplativa propuesta por el Sínodo, que realmente marca la diferencia. Esto es muy poderoso para la Iglesia y para el mundo. Aprender a hablar incluso con la persona que es lo contrario a mí, intentando entenderla”. Turú es un convencido de que “podemos estar en comunión aunque pensemos diferente”.