En medio del IV Congreso de la Vida Religiosa de América Latina realizado en Bogotá y que organizó la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), se han registrado momentos para la posteridad. Es el caso de la religiosa mexicana María Dolores Palencia, quien es presidenta delegada del sínodo 2021-2024 codo a codo con los obispos y Francisco, responsabilidad que comparte con la laica japonesa Momoko Nishimura.
Una experiencia que comenzó con una llamada del cardenal Mario Grech, secretario general del sínodo (a las 5 y 30 de la mañana): “Hermana, el Papa la invita a ser delegada presidenta del sínodo. “La primera sorprendida fui yo”, confiesa tras la invitación.
“¿Y qué es eso?”, alcanzó a decir en su supina ignorancia y, medio en broma, Grech le dijo que “a falta del Papa usted lo reemplazaría”. Quedó fría. “Yo no puedo hacer eso”, pero el el cardenal replicó: “Hermana es un servicio a la Iglesia”. Entonces: “Déjeme discernirlo”.
El purpurado le dio un día y medio. En ese ínterin consultó con su superiora y comunidad. El asumir esa responsabilidad la llevaba a ausentarse de lo que más le apasiona: atender a los migrantes. Por supuesto, fue un rotundo sí.
Así llegó al aula Pablo VI en Roma. Agradece a Dios en primer lugar esa oportunidad, porque “de alguna manera fui un símbolo”.
Sobre todo por la importancia de ocupar un espacio, donde “la mujer fuera tomada en cuenta en lugares reservados nada más a la jerarquía o a los varones”.
Destacó que la vida religiosa tiene experiencia en “este ambiente sinodal y muchísimas veces facilitamos unos a otros las maneras de caminar juntos y de a no perder vista al objetivo”
Para Dolores “estar cerca del Papa fue sentir esa presencia tan orante, profunda y atenta, siempre tomaba notas, no intervenía si no era absolutamente necesario”.
“Muchos obispos se me acercaron y me dijeron, ‘hermana se da cuenta, hace 20 siglos que no había una mujer presidenta delegada del sínodo, es la primera mujer en 20 siglos”. Temblaba –dijo – sin duda “es una gracia enorme”.
Respiró fraternidad con obispos y cardenales al punto que decidieron tratarse por sus nombres de pila: “Oigan, vamos matando las eminencias, las excelencias, las revenderísimas, las beatitudes, vamos solo siendo quienes somos, bautizados no más”.