Inaugurada ayer, 30 de noviembre, la Cumbre del Clima organizada por la ONU en Dubái (COP28) se clausurará el 12 de diciembre. Dos semanas de intenso trabajo en las que, pese a no poder estar finalmente el papa Francisco por motivos de salud, sí estará presente su reclamación de que “es hora de abandonar la era de los combustibles fósiles”.
De hecho, en esta línea se acaba de mostrar en su discurso, en la mañana de este 1 de diciembre, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, que ha ofrecido un apoyo contundente para que esta COP28 alcance un consenso sólido hacia la eliminación progresiva y rápida de los combustibles fósiles.
En este sentido, aunque lamentablemente no podrá estar el Papa, la Delegación de la Santa Sede acude a la cita de la ONU como un miembro más que activo, encabezando el grupo eclesial el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y el secretario de Relaciones con los Estados, Paul Gallagher.
Mañana, sábado 2 de diciembre, el cardenal Parolin será el encargado de leer el discurso que el papa Francisco ha preparado para la ocasión. Como ha confirmado a ‘Vida Nueva’ una fuente cercana, la intervención de la Santa Sede llegará después de las aportaciones de Grecia e Italia y precederá a la de Andorra.
Esta misma fuente explica a nuestra revista que los primeros intercambios están siendo positivos. Y es que, con naturalidad y sin presiones, puede avanzar la propuesta de un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, “que ha de devenir como una herramienta conveniente y pedida por los países”.
De ahí la satisfacción por el paso adelante dado por Colombia. Algo que, por cierto, llevaba más de un año dialogándose. Concretamente, desde octubre de 2022, cuando el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) acogió un “diálogo abierto” entre el Gobierno colombiano y la Iglesia para avanzar en la transición energética hacia las renovables y en la que queden atrás los combustibles fósiles.
Esas conversaciones previas dieron su fruto y ahora, nada más iniciarse la COP28, Colombia, como demanda el Papa, ha pedido que la cita de Dubái se cierre con acuerdos concretos, ratificados y que puedan ser monitoreados para su cumplimiento.
Si de esta cita se saliera con un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que complementaría al histórico Acuerdo de París de 2015, se consideraría un éxito de cara al combate contra la crisis climática.
En estos momentos, otros países, como Polonia o Eslovenia, también están trabajando en esta línea. Lo hacen siguiendo lo fijado por el propio Parlamento Europeo, que, antes de la cumbre, estableció una resolución (2023/2636) en la que apoyó “el objetivo mundial de triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030 en la COP28, junto con una eliminación progresiva tangible de los combustibles fósiles lo antes posible, para mantener el objetivo de 1. 5 °C, incluso deteniendo todas las nuevas inversiones en la extracción de combustibles fósiles”.
De ahí que instase “a la UE y a los estados miembros a que desempeñen un papel proactivo y constructivo a este respecto”, trabajando “en el desarrollo de un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles”. Todo porque “la transición medioambiental debe llevarse a cabo con el menor coste medioambiental y deben maximizarse las sinergias entre la energía renovable y la restauración de la naturaleza”.