En entrevista para Vida Nueva, la letrada en el exilio manifestó su opinión sobre las imágenes del prelado publicadas la semana pasada por el gobierno de Nicaragua
El año 2023 ha sido peor que el 2022, pues “el impacto de los ataques cometidos por la dictadura nicaragüense ha sido de los más nefastos, ya que se ha perjudicado no solo a la Iglesia católica sino a millones de personas; es un daño irreversible que impactará de manera negativa en la sociedad futura”.
Así lo sostuvo en entrevista para Vida Nueva la abogada nicaragüense en el exilio, Martha Molina, quien se ha dado a la tarea de documentar los ataques del gobierno en contra de la Iglesia católica a través de los informes ‘Nicaragua: ¿una Iglesia perseguida?’.
Y es que -explica Molina-, en este año el gobierno ha cerrado y confiscado cuatro universidades católicas, y con dicha medida, más de ocho mil jóvenes no se desarrollarán profesionalmente.
También han cerrado organizaciones sin fines de lucro católicas que protegían a la sociedad más vulnerable; “el año no ha finalizado y la dictadura a diario sigue atacando por todos los lados a la Iglesia católica”, consideró Molina.
Vida Nueva preguntó a la abogada Molina su opinión en torno a las fotografías que dio a conocer el Ministerio de Gobernación la semana pasada para mostrar las condiciones “preferenciales” en las que mantiene recluido desde febrero al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez.
Para la abogada, estas imágenes demuestran, en primer lugar, que el obispo Álvarez aún sigue con vida y que los planes que tenían para asesinarlo no fueron posibles por la denuncia que se ha realizado.
Sin embargo -agregó- se nota a un obispo frágil y mal de salud, “típico de las personas que se encuentran en las cárceles de Nicaragua donde se practican más de 40 mecanismos de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes”.
“Su aspecto es de un hombre enfermo”, insistió Molina, refiriéndose a las fotos donde se observaba -dijo- un “supuesto doctor encargado de las revisiones médicas que no cumple con el protocolo médico y de salud, pues no utiliza guantes, ni gabacha, ni una lámpara para revisarlo (usa la luz del celular), lo exponen a que sea contagiado con alguna enfermedad, evidencia lo pésimo que se encuentra el sistema de salud penitenciario que no proporciona lo elemental para un chequeo médico”.
Aseguró que la dictadura quiere enviar un mensaje a la comunidad internacional “en un burdo montaje de escenario; si observamos detenidamente las fotografías utilizan el mismo lugar para que parezca clínica, comedor, sala de entretenimiento, etc.”.
La abogada Molina también se refirió al hecho de que la Conferencia Episcopal de Nicaragua no se pronuncie en torno a los ataques en contra de la Iglesia: “lleva varios meses de no pronunciarse. Guardan un silencio sepulcral pero no cómplice. Es un silencio más de prudencia y de temor. No podemos exigir a los señores obispos que se comporten sin miedo, como lo han hecho los obispos Álvarez, que se encuentra secuestrado, y el obispo Silvio Báez, quien está en el destierro por alzar su voz a la luz del Evangelio”.
“Ni los dedos de las manos son iguales”, sostuvo Molina, quien dijo respetar ese silencio “porque la dictadura ataca sin importar las consecuencias“. Si algún obispo habla podría ser asesinado, desterrado o encarcelado. No tienen salida”.
Finalmente, Molina expresó su anhelo de que la dictadura deje de perseguir a la Iglesia: “Ningún cristiano debería ser atacado por profesar su fe en público o privado. Por la información que he obtenido sé que la dictadura no se va a detener y las cifras respaldan la información que me brindan y mi teoría: ellos desean erradicar a la Iglesia porque ese es su objetivo del que estoy segura que no lo cumplirán nunca. Quieren formar su propia Iglesia donde los dioses sean el tirano Daniel Ortega y su consorte“.