Francisco recupera su salud, su voz… y sus chistes:  “¿Cuáles son los cuatro secretos que Dios no sabe?”

El Papa sale de la Casa Santa Marta para celebrar los 80 años de los focolares y pronuncia su discurso completo en el Palacio Apostólico plagado de confesiones personales

El Papa recibe a los focolares en el Vaticano al cumplir 80 años de su fundación

Prácticamente recuperado. Aunque algunas voces en foros italianos dejaban caer ayer que Francisco estaba lejos de recuperar su ritmo habitual de trabajo y dejaban entrever, una vez más, que la inflanación pulmonar que ha arrastrado durante estos días podría esconder un cuadro clínico más grave, los hechos tumban estas hipótesis.



A diez días de cumplir 87 años, el pontífice argentino celebro esta mañana los 80 años de los focolares, sin apenas secuelas de su bronquitis. En primer lugar, el hecho de que el Papa se haya reunido con ellos en el Palacio Apostólico es signo de que los médicos le habrían dado luz verde para salir de la Casa Santa Marta y que la recuperación sigue su curso.

Las improvisaciones de Bergoglio

Por otro lado, Jorge Mario Bergoglio habría recuperado su voz. Hasta tal punto que no solo habría pronunciado el discurso preparado, sino que, como suele ser habitual en él, rompió el guión previsto varias veces para compartir darle un toque todavía más personal al encuentro.

Es más, habría dado muestras de que su humor sigue intacto, porque incluso compartió un chiste sobre los focolares, bajo la mirada atenta de la presidenta de los focolares, Margaret Karram -a la que el pontífice llama cariñosamente “la cardinalessa”-y del copresidente y sacerdote abulense Jesús Morán.

“Siempre me gusta recordar que estáis muy cerca del secreto de Dios, de los cuatro secretos de Dios”, dejó caer con ironía Francisco. Inmediatamente después relató: “Dios no puede entender cuatro cosas: no sabe cuántas congregaciones de monjas hay; lo que piensan los jesuitas; cuánto dinero tienen los salesianos… ¡Y de qué se ríen los focolarinos!”.

Francisco arrancó las carcajadas de los presentes en la sala como broche final a un discurso en el que profundizó en el ser y hacer de este movimiento, y en el que reconoció su labor y entrega en todos los ámbitos de la sociedad.

Lágrimas papales

En otro momento de su alocución, al elogiar a la fundadora, Chiara Lubich, por fundar esta realidad eclesial, en plena Segunda Guerra Mundial, se detuvo en el momento actual. “Les tengo que hacer un confidencia”, expuso el Papa. “Cuando fui a Redipuglia en 2014 con motivo del centenario de la Primera Guerra Mundial y vi ese cementerio, lloré, lloré. ¡Cuánta destrucción! Y cada 2 de noviembre voy a celebrar a algún cementerio y veo las edades de los soldados: 22, 24, 18, 30… veo todas las vidas destrozadas. ¡Que pare la guerra. Y la guerra no termina”, relató Jorge Mario Bergoglio, dentro de una alocución en la que invitó al movimiento eclesial a convertirse en sembradores de paz.

En la guerra todos pierden, todos. Sólo los fabricantes de armas ganan. Y si no fabricaban armas durante un año, el hambre en el mundo podría terminar. Este es terrible. Tenemos que pensar en este drama”, compartió una idea en la que insiste en cada uno de los foros en los que participa.

Después de esta reflexión espontánea, el Papa volvería a dejar los papeles a un lado para lanzar un mensaje personal de adviento a los presentes frente a la mundanidad espiritual: “Estad en vela, estad atentos”.

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