Pese al jarro de agua fría tras confirmar el Vaticano que el papa Francisco no podría viajar finalmente a Dubái por cuestiones de salud y, por tanto, ya no sería el primer Papa en estar físicamente en una Cumbre del Clima de la ONU, el eco bergogliano ha estado muy presente en la COP28, inaugurada el 30 de noviembre y que se clausurará el 12 de diciembre.
- PODCAST: Pecado ecológico y deuda climática
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Ya el Pontífice se había asegurado de ello unas semanas antes con su exhortación apostólica Laudate Deum, en la que ha dado continuidad al grito profético por la “justicia climática” con el que concienció a millones de personas de todo el mundo en 2015, con su paradigmática encíclica Laudato si’. Ahora, con su última reflexión, ha tratado de generar un aldabonazo en la conciencia de los 198 representantes nacionales (muchos de ellos jefes de Estado y presidentes de Gobierno) presentes en la cita climática, exigiendo para la misma acuerdos concretos y verificables.
Una delegación muy activa
Así, pese a la ausencia papal, la Delegación de la Santa Sede ha acudido al encuentro de la ONU como un miembro más que activo, encabezando el grupo eclesial el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y el secretario de Relaciones con los Estados, Paul Gallagher.
Fue en la mañana del sábado 2, después de las aportaciones de Grecia e Italia y precediendo a la de Andorra, cuando Parolin fue el encargado de leer el discurso que el papa Francisco había preparado para la ocasión. En él, Bergoglio reivindicó que, “ahora más que nunca, el futuro de todos depende del hoy que escojamos”. Y es que ya vamos contrarreloj y, como la ciencia certifica, la salud del planeta se acerca a un punto de no retorno.
Una lacra que, además de abocarnos a la aniquilación, supone un pecado ecológico: “La devastación de la creación es una ofensa a Dios. Un pecado no solo personal, sino estructural, que repercute en el ser humano, sobre todo en los más débiles; un grave peligro que pende sobre cada uno y que amenaza con desencadenar un conflicto entre generaciones”.
Apuesta por el “multilateralismo”
Desde la conciencia de esta “deuda ecológica” hacia los más pobres y fortaleciendo la apuesta por el “multilateralismo” y la “reconstrucción de la confianza”, lo que también pasa por frenar las guerras que llevan a “desperdiciar recursos” para nutrirse los estados de unas “armas” que “destruyen vidas y arruinan la casa común”, la cuestión de fondo, integral, es que “los cambios climáticos muestran la necesidad de un cambio político”.
Desde esta clave anclada en la “conversión ecológica”, la Delegación de la Santa Sede ha acudido a Dubái considerando la llave maestra del inicio del proceso la eliminación de los combustibles fósiles. Si bien en la cita gala de hace ocho años muchos países aceptaron que esa era la senda en la que ahondar, en las siguientes Cumbres Climáticas no se han concretado los acuerdos que deberían haber consolidado esta apuesta.
En este sentido, como explica a Vida Nueva una fuente interna, son varios los países que están dando un paso adelante a la hora de defender que “es hora de abandonar la era de los combustibles fósiles”. Un caso significativo ha sido el de Colombia, mostrando su presidente, Gustavo Petro, un apoyo explícito a la implementación de un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que complementaría al histórico Acuerdo de París de 2015, sumándose así a otros 11 países que ya lo han pedido.
No apostar por la energía nuclear
Habrá que esperar a la clausura, el día 12, para saber si la cumbre se cierra o no con un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles. Mientras, esta misma fuente interna también espera que no salga adelante una “locura” propuesta por 23 países y que, para 2050, piden “triplicar la capacidad de la energía nuclear”.
A su juicio, esta noticia es tan desesperanzadora como la que nos ha dejado las últimas declaraciones del presidente de la COP28, el sultán Ahmed Al Jaber, (reconocido magnate petrolero), para el que ninguna “ciencia” puede demostrar que los combustibles fósiles condicionan realmente el calentamiento del planeta… Ante la falta de “racionalidad” de tales afirmaciones pesudocientíficas, “lo mejor es callar”.
Consultado por Vida Nueva, el sacerdote costarricense Francisco Hernández Rojas, director del Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral del CELAM, apela a la esperanza y cree que la influencia del papa Francisco está siendo grande en la cumbre de la ONU: “El mensaje del Santo Padre siempre es una acción de impacto, porque su voz sigue siendo respetada, sobre todo entre los que realmente pueden tomar distancia de los grandes intereses económicos y políticos. Su mensaje profético, señalando las devastaciones y violencias estructurales contra los biomas, repercute en toda la vida del planeta y de nosotros, los seres humanos”.
Contra los intereses petroleros
Así que toca remar con fuerza ante “el empuje que puede dar a sus tesis la organización de los países petroleros”. Estos son poderosos, sí, “pero la articulación de las organizaciones sociales, con sectores del mercado que sí ven la urgente necesidad de hacer un cambio de timón, despiertan esperanzas. Por eso pienso que es posible que tengamos algunos avances”.
Para Hernández, “de alguna manera, todos estamos muy comprometidos a través de las diversas organizaciones sociales, sectores populares y redes internacionales. Debemos reconocer que, en los procesos educativos, se ha logrado despertar una conciencia más lúcida y sensible a la gran problemática socio-ambiental. Los jóvenes se organizan desde sus centros de estudio, grupos en torno a comunidades de fe, Iglesias y otras formas de organización para tener una voz activa y dinámica, y hay experiencias que demuestran que sus esfuerzos logran cambios”.
Poco a poco, esos pequeños gestos, “aunque no sean de impacto universal”, van siendo levadura en la masa y, “en los diversos territorios, van logrando efectos positivos. Yo lo veo en Ecuador, Panamá, Costa Rica… No llenamos de esperanzas, ya que el compromiso de muchos, desde sus territorios, va creciendo, no solo en número, sino en capacidad organizativa, nivel de impacto y capacidad de incidencia, de empoderamiento y de participación ciudadana en la generación de política pública”.